El UCAM Murcia, como equipo grande de altas aspiraciones en Segunda División B, supo sobreponerse al mazazo de la pasada semana en Algeciras.

Los universitarios demostraron a su afición que la derrota de la última jornada fue un doloroso espejismo, un atisbo de mala suerte que se cebó sobre el equipo y que, a simple vista, podía significar una derrota especialmente difícil de superar en el ámbito psicológico.

No obstante, el UCAM se plantó en el césped de La Condomina confiado de revertir esas sensaciones, y más aun visionando al rival que tenía enfrente. El Marbella no desmereció ni mucho menos el encuentro, haciendo gala de un trabajo físico intachable y un fútbol directo que refleja su cómoda posición en la tabla (octavo hasta el encuentro de ayer).

De esta forma, el partido comenzó con un UCAM bien plantado sobre el césped y dominador del esférico, aunque sin ofrecer profundidad en su juego y sin la intervención de sus futbolistas más adelantados. Por otra parte, el Marbella se encontraba pletórico en esa tipología de partido, con una alta presión gracias a sus líneas muy adelantadas y conteniendo el fútbol de elaboración pausada de los universitarios.

Fue así como el conjunto marbellí, que acumulaba mucha gente por detrás del balón cuando no disponía de la posesión, supo hacer daño al UCAM. Rápidas recuperaciones y un trabajo excelso de los carrileros Gabi y Sergio Rodríguez provocaban el rápido repliegue de las líneas universitarias, que en cierta medida, se vieron superadas en jugadas de vértigo.

El Marbella no se complicaba ni lo más mínimo: recuperaba en el medio, abría a banda y buscaba el centro desde los costados. Fue así como llegaron sus mejores acercamientos en el partido, que se sucedieron en la primera mitad. El primero de ellos estuvo en las botas de Añón, cuyo envío desde la derecha obligó a actuar con muchos apuros a Biel Ribas, guardameta del UCAM. En su segunda jugada de peligro, la más clara del partido para el Marbella, el lateral zurdo Sergio Rodríguez rompió la línea de cobertura del UCAM con un gran desmarque. Se introdujo en el área y puso el balón en bandeja a Narváez, que no llegó por muy poco a ese ´pase de la muerte´. El propio Narváez dispondría de otra ocasión dentro del área, pero su disparo, sin potencia, fue directo a las manos del portero del UCAM.

Fue una primera media hora de dos caras: posesión y elaboración excesivamente estática del UCAM -debido al buen hacer defensivo del Marbella- y ocasiones para el equipo visitante.

Pero a partir de ahí, las dos figuras de moda en la parcela ofensiva del UCAM, Nono I e Iván Aguilar, se cansaron de la ínfima producción de peligro y se echaron al equipo a la espalda para revertir la situación.

Nono I, con intervenciones contadas por banda izquierda hasta el minuto 40, rompió la muralla inexpugnable del Marbella para cuajar la primera ocasión de peligro del UCAM. Recuperó él mismo en tres cuartos de cancha, se internó en el área desde la izquierda tras un recorte magnífico, y se sacó un latigazo que obligó a Quique Cebriá a estirarse para atajar el peligro. No obstante, Nono I no desmereció su enorme trabajo erigiéndose como figura emergente, y en gran medida, provocó el primer tanto.

Justo antes del descanso, entre Nono y Aguilar enarbolaron una rápida contra que les permitió plantarse en el área con mucha velocidad y un control constante del esférico. Aguilar puso desde la izquierda, rasa para el golpeo, para que Nono desde la frontal disparase muy forzado. Sin embargo, consiguió efectuar un disparo potente e imposible de atrapar para Cebriá. El rechace de ese lanzamiento cayó en las botas de Iván Aguilar, que a puerta vacía, firmaba el 1-0 y asestaba un golpe directo a la moral marbellí justo antes del descanso.

Sentencia en el momento clave

El UCAM, malacostumbrado a no cerrar los partidos, supo brindar a su afición un final de encuentro plácido y cómodo y carente de sufrimientos innecesarios.

Tras el gol de Aguilar justo antes del descanso, el UCAM refrendó esas buenas sensaciones con las que concluyó la primera mitad para poner la puntilla al Marbella. En el minuto 50, el UCAM dispuso en las botas de Fran Pérez de una ocasión clamorosa a la par que magnífica: Góngora botó un envío desde el centro del campo, Nono I apareció casi sobre la línea de fondo y dentro del área para ponerla de cabeza en la frontal del área pequeña. Fran Pérez, libre de marca, conectó un buen disparo que provocó una de las paradas de la jornada: Quique Cebriá se estiraba abajo para evitar un gol cantado y desviar el balón a córner.

No obstante, fue el saque de esquina posterior el que trajo el segundo tanto de Iván Aguilar. El córner, botado por el especialista Góngora hacia el segundo palo, encontró la cabeza de Aguilar para que éste remachase hacia el fondo de las mallas. El malagueño asestó una segunda puñalada que, a la postre, sería definitiva, y que además, le erigía como máximo artillero del UCAM con diez dianas en este curso.

La escuadra azul y dorada se metió, tras ese segundo tanto, el partido en su bolsillo. El encuentro se convirtió en un cómodo ejercicio de posesión infinita y pases cortos precisos. Solo algún paréntesis en forma de envío aislado por banda del Marbella rompía esa hegemonía universitaria. Asimismo, esos centros eran atajados con mucha seguridad siempre por Biel Ribas.

Alrededor del minuto 70, las alarmas saltaban en el césped cuando Iván Aguilar, estrella del partido, se tumbaba sobre el verde al marcharse en carrera por la banda derecha. Tuvo que ser sustituido con ciertos problemas musculares en su gemelo que, en principio, no revisten una gravedad importante.

El Marbella, cuyo entrenador agotó los cambios alrededor del minuto 64 buscando revertir la situación, intentó adelantar sus líneas, lo cual ofrecía ciertos espacios y concesiones para los hombres de refresco del UCAM, Nono II y Josan. A pesar de esto, los universitarios, por comodidad con su dinámica de juego o por no querer hacer más sangre, dejaron correr el reloj para obtener una victoria justa y plácida que, verdaderamente, se echaba de menos desde las gradas de La Condomina.

El UCAM Murcia más inteligente del curso potenció sus virtudes y supo paliar sus mayores defectos.