El Real Murcia no está dispuesto a cumplir con las obligaciones de la Cuaresma. Prefiere los disfraces de Carnaval y los atracones de buñuelos. Nueva Condomina fue ayer testigo de ello. «Nada de pasar hambre, que para eso somos los líderes», parecían gritar los jugadores granas en una primera parte en la que se quitaron de encima todos los complejos para arrollar a un San Roque que a la media hora ya estaba desnudo. Pero para destape, el de Carlos Álvarez. Aprovechando unas condiciones climatológicas más parecidas a las de su tierra, el asturiano se quitó el disfraz de secundario, de trabajador sin premio, de actor de reparto tapado por el protagonista, para ocupar el centro de todas las fotografías. En pleno día de San Valentín, el delantero fue el Cupido murcianista. Sus flechas destrozaron al San Roque en apenas veinticinco minutos, contagiaron de amor y pasión a sus compañeros, conquistaron a sus fieles, y, todo hay que decirlo, taparon la boca a sus más críticos. A los cuatro minutos ya había demostrado que iba a ser su día, a los veinticinco era la estrella de la tarde.

A diferencia de lo que nos ocurre a la mayoría de los mortales, cuyos cuerpos se duelen cuando llegan los cambios de tiempo, el ovetense se olvidó del viento y de la lluvia para moverse como pez en el agua. Y en su primer chapuzón en el área encontró premio. El despeje de un jugador visitante justo al punto de penalti no pudo encontrar mejor amigo. Carlos Álvarez recibía el balón con los brazos abiertos para soltar un zapatazo ante el que el portero, al que solo le quedaba rezar, nada pudo hacer.

Era tan pronto que hasta la grada lo celebraba con timidez. Como si ir ganando a los cinco minutos no estuviese dentro del guión. Como si en Nueva Condomina prefiriesen las cosas más complicadas. La escasa afluencia de público tampoco ayudaba. Pero ayer Carlos Álvarez no estaba dispuesto a escuchar excusas, solo a ofrecer amor. Si el primer beso había sabido a poco, si la inexperiencia había impedido disfrutarlo más, el asturiano sacó el 'Manuel del buen besador' para conseguir despertar las mariposas de los estómagos de los aficionados. Todo empezó con un pase de Hostench a demasiados metros del área. Poco le importó la distancia al delantero. Su cabeza se centró en el objetivo y las piernas le llevaron al área. La bisoñez de la defensa del San Roque, la tercera más goleada del campeonato, ayudaba. Como en una receta, el 'pichichi' murcianista fue poniendo los ingredientes justo a tiempo. Condujo el esférico con velocidad, frenó llegado el momento y eligió la definición ideal para cruzar el esférico y batir a un Bocanegra que ya empezaba a intuir por qué Nueva Condomina es un estadio inexpugnable.

Con las flechas del Cupido murcianista en el ambiente, el equipo ayer entrenado por Óscar Sánchez se sintió más que cómodo. Armando demostró que puede ser más central que cualquiera de los centrales de Segunda B, Sergi Guilló no notó la inactividad y Rafa de Vicente es como el personaje de Campanilla en el cuento de Peter Pan, siempre dispuesto a repartir polvos de hadas. El planteamiento del San Roque, quien se suicidó mirando demasiado arriba, se sumaba a las virtudes murcianistas, convirtiendo la combinación en un plato perfecto.

A falta de batalla en el campo, donde Lolo y Rosa no eran capaces de competir con la sexta marcha del Real Murcia, la emoción estaba en el área de Bocanegra. Los granas estaban lanzados. El San Roque ya había perdido la camiseta y los pantalones. Y lo que le quedaba. Germán y Azkorra fueron los siguientes en sumarse a la fiesta. La asistencia envuelta en papel de regalo del canario fue aprovechada por el vasco para casi cerrar el partido más cómodo de los de Aira a lo largo de la temporada.

La secuencia de un gol cada dos minutos siguió cumpliéndose. Al de Álvarez en el minuto 25 y al de Azkorra en el 27 le siguió el de Iván en el otro lado del campo. En la segunda aproximación de los visitantes -Chaco en el 17 había cabeceado fuera-, Iván, imitando a los que vestían de grana, también apostó por una definición de quilates para batir con una vaselina a un Fernando que pagó cara su mala salida.

Nadie se puso nervioso. Los murcianos ya se habían aprendido de memoria el camino del gol. Las miguitas de pan estaban grabadas en la memoria de Chavero y de Rafa de Vicente, tan fundamentales para el juego del Real Murcia como los filtros para las cafeteras. Con la ayuda de Sergi Guilló, los dos jugones plantaron la bandera grana en el centro del campo y ya no la quitaron. Su amor hacia el balón se contagió a los delanteros, especialmente a Carlos Álvarez, que estaba tan cómodo que incluso se le vio competir con Armando para recuperar una pelota en una jugada de ataque del San Roque.

El asturiano, que asumía todo el protagonismo, pudo sumar el tercer gol a su cuenta particular en el minuto 32. Azkorra superaba a la defensa con un balón filtrado que volvía a colocar a su compañero en una situación inmejorable, pero en esta ocasión el disparo de Álvarez fue repelido por Bocanegra. El rechace, demostrando que los balones siempre van al equipo que más presencia tiene el campo, cayó a los pies de Germán, que no falló para sumarse también a la gran tarde del líder.

Los platos de la cocina de Aira habían ido saliendo tan rápidos que la afición, prácticamente sin darse cuenta, ya estaba tomándose el postre. Y después del atracón, ni el líder pudo decir 'no' a una buena siesta. O eso parecieron los segundos cuarenta y cinco minutos. El San Roque aumentó sus efectivos en el centro del campo para intentar tapar su desnudez, aunque sin éxito, y el Real Murcia, con las salidas de Arturo, Isi y Sergio García, cubría un expediente en el que hubo incluso tiempo para que Chavero forzase la quinta amarilla pensando en la llegada de citas más importantes.