En el Artés Carrasco, sin necesidad de estudios y encuestas, se demostró en la noche de ayer la importancia de las dinámicas. Mientras que La Hoya Lorca confirmaba su buen inicio liguero con un tercer triunfo que le consolida en el liderato; el Real Murcia, que lleva tres semanas en dirección prohibida, se hundía definitivamente con un nuevo pinchazo que le envía al último puesto de la clasificación. Con un solo punto en su casillero, los granas siguen dándose cabezazos contra una pared llamada Grupo IV, que de momento le queda muy grande tanto a José Manuel Aira, incapaz de apostar por una idea y unos jugadores y mantenerlo hasta que lleguen los resultados, y de un grupo al que le falta poderío mental y físico, y en el que parece que cada uno va a su aire.

En la igualdad se impuso el más modesto, que supo aguantar y controlar el centro del campo hasta dar el puñetazo encima de la mesa. Fue en el minuto 52 cuando una gran jugada, de esas que posiblemente el Real Murcia no ha sido capaz de realizar en cuatro partidos consecutivos, cuando los hoyeros se dieron la alegría de imponerse en el primer derbi regional del año. En dos pases el balón llegaba a Carlos Martínez, que atraía a José Ruiz y a Tomás Ruso, para dar toda la ventaja a su compañero Bernal, que escurriéndose como si de una anguila se tratase se plantaba delante de un Fernando que una vez más se veía obligado a sacar el balón de dentro de la red. Y es que el meta murciano indiscutible para Aira continúa sin hacer una parada de garantías en esta temporada.

El gol de Bernal fue el guantazo definitivo al Real Murcia y a su entrenador, que, visto lo visto, no tiene ni plan ni ideas para conseguirlo. Porque los murcianistas, que volvieron a luchar hasta el final como si eso fuese suficiente para un club con la obligación de ascender de categoría, no fueron capaces de ganar la partida en el centro del campo, donde el técnico se inventó una nueva combinación con Armando-Chavero-Arturo (la cuarta en cuatro partidos), y apenas encontró a un Carlos Álvarez, que sigue peleándose con el mundo. Las vueltas de tuerca del preparador murcianista también llegaron un día más a la defensa. Jaume Sobregrau se quedaba fuera de la convocatoria y Satrústegui y Tomás Ruso se estrenaban como pareja. El único que tiene su sitio garantizado es Armando, aunque su presencia incordia más que ayuda, ya que ni aporta ofensivamente ni defensivamente, dando la impresión de que los visitantes, tan necesitados en el medio, jugaban con diez desde el minuto 1.

El murciano, que es como esos niños que tardan dos o tres meses en pronunciar su primera palabra cuando llegan por primera vez el colegio, es el primero en verse afectado por el 'efecto dominó'. Al más mínimo golpe, Armando, ya sea en defensa o en ataque, queda desnivelado derribando a sus compañeros, porque ayer Chavero siguió demostrando que lo de llevar los galones no es lo suyo, mientras que Arturo tiene más prensa que presencia.

Sin una identidad en la zona clave, y con un césped impracticable, locales y visitantes se dedicaron los primeros minutos a pelear con intensidad pero sin peligro. Carlos Álvarez, a pase de Isi, en el minuto 4, y Carlos Martínez, en un centro de Rubén Martínez, fueron los únicos que pisaron el área contraria en los primeros cuarenta y cinco minutos.

El balón apenas salía del centro del campo. Los saques de banda eran constantes y las faltas frenaban incluso más el juego que el propio césped, impropio de un estadio como el Artés Carrasco y de un equipo que afronta su tercer curso en Segunda B. La lluvia que cayó durante todo el encuentro complicaba todavía más las cosas y dejaba la sensación de que el equipo que marcase se llevaría los tres puntos. Una teoría que también intuía, según sus declaraciones semanales, el propio Paco García.

El comienzo del Real Murcia, que en el cuatro veía como el mencionado Carlos Álvarez no veía puerta y en el 9 Arturo se imponía por fortaleza pero a la hora de resolver prefería jugándosela con un disparo sin sentido en vez de buscar a Isi o Javi López, pronto se tornó en gris. Las fuerzas se igualaban y La Hoya, sobre todo por la banda izquierda de Alcántara, también intentaba pisar zona de peligro. Álex Bernal y Carlos Martínez eran los que probaban a Fernando en esos primeros cuarenta y cinco minutos en los que ninguno de los dos equipos dio sensación de querer los tres puntos.

«Sabíamos que el Real Murcia nota el cansancio en los inicios de la segunda parte». Esas palabras, pronunciadas por Paco García tras el encuentro, se cumplieron como si de una profecía se tratase, demostrando lo bien estudiado que tenía el técnico murciano, hasta hace unos meses en el filial murcianista, al conjunto grana. Fue una jugada de libro. En apenas tres movimientos. Pardo encendía la luz en el centro del campo y abría el balón a la izquierda para que Carlos Martínez arrastrase a José Ruiz, una vez más demasiado débil en la derecha, y a Tomás Ruso, poniendo, como si de una alfombra se tratase, una asistencia de lujo a Álex Bernal.

Con todo perdido, faltaba más, el Real Murcia dio un paso al frente para no marcharse del Artés Carrasco de vacío. Pero el balón continuaba sin pasar por el centro del campo. El único recurso, a la desesperada, era poner balones colgados al área en busca de Azkorra, en el campo desde el minuto 56. Aunque La Hoya Lorca también tuvo sus opciones reforzados con la salida de Gassama, fue el Real Murcia el que tuvo la mejor ocasión del segundo tiempo, oportunidad que pudo significar el empate en el marcador, pero que Gorka Azkorra no supo definir frente a Salcedo. El delantero, aprovechándose de un rechace de un jugador lorquinista, se quedó en una situación inmejorable. Solo delante del meta local, eligió la peor opción. En vez de tirar a romper, envió el balón al cuerpo de un Salcedo que en ese momento se creyó más monstruo que persona.

Ahí murió el Real Murcia, una vez más condenado por un entrenador en cuya libreta apenas hay hojas; y creció La Hoya Lorca, equipo que, fortalecido por la seguridad defensiva, esa virtud que hace grandes a los modestos, y por un poquito de suerte, sigue marcando el ritmo del Grupo IV.