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Después del descenso administrativo a Segunda B y los enormes problemas económicos del Real Murcia, un aficionado se preguntaba en un foro que cómo era posible que el club tuviese una deuda que rondaría los 40 millones de euros. La respuesta es más que sencilla, la entidad murcianista ha gastado más que ha ingresado. Y es que, quitando la pasada temporada, Jesús Samper se ha caracterizado por ser un presidente más generoso que austero, lo que no se ha visto reflejado en los resultados deportivos. «Muchas veces, como queremos el bien del Real Murcia, somos capaces de gastar lo que no tenemos. Yo he utilizado ese camino y me he equivocado». La frase, pronunciada hace unos meses por el propio empresario madrileño en una entrevista con este diario, no puede definir mejor por qué se ha llegado a la situación actual.

Solo hay que tener en cuenta que el Real Murcia desde que puso sus ojos en el ascenso a Primera División allá por la temporada 2001-2002, primera de Samper como presidente, se ha gastado 89.154.703 de euros en sueldos de jugadores de la primera plantilla. Una cifra que en ningún caso incluye las enormes comisiones que se movían alrededor de los fichajes ni los traspasos que en bastantes ocasiones se han tenido que pagar a los clubes de origen de los futbolistas y que la entidad tiene su tope en los cinco millones que se desembolsaron en 2007 al Celta por Fernando Baiano, uno de los grandes fiascos de la historia de la institución murciana.

Nada más aterrizar en Murcia, Jesús Samper se encargó de que el club grana además de en lo deportivo también fuese el ´Rey de Segunda´ en lo económico. De ahí que, durante muchas temporadas, pocos jugadores rechazasen las ofertas que les llegaban de la capital del Segura. En la mayoría de los casos lo de menos era la historia de la institución, lo que realmente les llevaba a dar el ´sí´ tan rápido eran las cifras incluidas en sus contratos. Cantidades que pocos clubes de la categoría podían ofrecer. Sin embargo, esa generosidad de Jesús Samper, siempre mal aconsejado por directores deportivos y secretarios técnicos que en muchos casos anteponían su interés y el cobro de suculentas comisiones a las necesidades del Real Murcia, apenas ha dado el resultado que se debía esperar.

Después de un ascenso ´sorpresa´ con David Vidal en el banquillo y una temporada en Primera decepcionante en lo deportivo aunque aceptable en lo económico (se cerró el ejercicio con beneficios), el máximo accionista grana, cuyo principal defecto ha sido no dirigir al Murcia como una verdadera empresa, consideró que el camino más fácil para conseguir los objetivos marcados era tirar de chequera, sin preocuparse de dónde iba a parar el dinero. Hay que remontarse a la campaña 2006-2007, en la que se acometió el traslado a Nueva Condomina, para encontrar el comienzo de todos los males del Real Murcia. Aunque se consiguió un ascenso celebrado por todos, incluidos los políticos que ahora reniegan del club murcianista, el coste fue demasiado alto. Solo en sueldos de la primera plantilla y cuerpo técnico, Jesús Samper tuvo que desembolsar 10,5 millones de euros. Y es que en aquel equipo había fichas inimaginables a día de hoy. Antoñito lideraba la lista de mejor pagados posiblemente de toda la categoría. El sevillano, que luego no entró en los planes para el proyecto de Primera, percibió cerca de 600.000 euros por esa campaña, en la que nunca logró deslumbrar a la afición. Con salarios similares estaban futbolistas como Notario, Aranda, que tampoco continuó en la máxima categoría, o Iván Alonso, cuya ficha en Primera llegó a alcanzar los 800.000 euros. En un escalón más para atrás está el caso de Alejandro Marañón, quien ganaba 300.000 euros, pese a que lo único que sus defensores podían destacar de él era su gran capacidad para hacer vestuario.

Si en Segunda se tiró la casa por la ventana, en Primera las cantidades se duplicaron hasta el punto de que solo en nóminas Jesús Samper ´pagó´ 17,5 millones de euros. En el banquillo, Lucas Alcaraz pasó a duplicar directamente su sueldo, superando el millón de euros; mientras que en el terreno de juego el mejor pagado era Fernando Baiano, quien tenía una ficha de 1,8 millones, la más alta en la historia del club centenario. José María Movilla se llevó ese curso 1,2 millones. Un gran porcentaje de la suma total fue a parar al convenio de acreedores, ya sea porque se adeuda a los propios futbolistas o porque está pendiente de pago a la Liga, que tras el descenso dio un préstamo al Real Murcia para que pudiese asumir lo prometido, ayuda que tampoco ha sido devuelta hasta el momento.

Nadie recordaría ese dispendio si el Real Murcia no hubiese descendido a Segunda esa misma campaña, pero ni Lucas Alcaraz ni Javier Clemente, que cogería las riendas del equipo para intentar la salvación, fueron capaces de evitar la caída. La diferencia de este con el anterior descenso, es que mientras que el ejercicio 03-04 se cerró con superávit, lo que hizo que no repercutiese en las arcas del club, en este caso las pérdidas fueron millonarias, arrastrándose incluso a la campaña siguiente, la 2008-2009, en la que la plantilla que militó en Segunda y que no obtuvo la tranquilidad de la salvación hasta las últimas jornadas tuvo un coste de más de 12 millones.

El descenso a Segunda B de la campaña 2009-2010 no marcaría el punto de inflexión que Jesús Samper prometió. Pese a que muchos a día de hoy siguen calificando de «modesto» el proyecto de Iñaki Alonso para volver al fútbol profesional, lo cierto es que los números dicen otra cosa. Aquella plantilla, en la que se mantuvieron jugadores como Albiol, Óscar Sánchez, Alberto Cifuentes o Chando, tuvo un coste de 3,5 millones de euros. Mientras que el equipo del año siguiente, en el que el de Durango, que renovó su contrato por dos temporadas -se llevó 400.000 euros pese a ser despedido tras el primer curso-, estuvo a punto de descender. Y eso que manejó una plantilla de casi cinco millones, siendo Chando el mejor pagado (300.000 euros). Pese a la inversión, nunca reconocida por Iñaki Alonso, quien se empeñó en vender la permanencia como objetivo, los granas se salvaron sobre la bocina. Algo que ni Siviero ni Onésimo lograron un curso después -el equipo solo se mantuvo por el descenso administrativo del Guadalajara-, en otra temporada nefasta en lo económico y que, por fin, significó que Jesús Samper, después de ver el rendimiento de futbolistas como Sutil (300.000 € de ficha), Catalá, Nafti y compañía, se quitase la venda y entendiese que el dinero no da la felicidad. La confirmación llegó el curso pasado. Velázquez y su plantilla, con sueldos adaptados a la realidad económica y de la propia categoría, supusieron para el club un coste de 2,1 millones de euros. A lo que contribuyó también la decisión de los servicios jurídicos del club de ejecutar la cláusula incluida en el contrato de seis jugadores, la mayoría apuestas personales de un Chuti Molina que apenas dejó luces en sus tres años en Murcia, en la que se estipulaba que si se descendía quedarían libres. El golpe de mano, respaldado en los tribunales, permitió a la entidad ahorrarse algo más de 1 millón de euros.