Hay días en los que es mejor no levantarse de la cama. Posiblemente, nada más acabar el encuentro de ayer, los futbolistas del Real Murcia se marchasen a casa con esa sensación. No es que las cosas no saliesen bien, es que absolutamente todo salió mal. La libreta del entrenador del Coruxo salió ganadora sobre la de Aira, no solo porque los vigueses consiguieron lo que los granas no hicieron, marcar un gol, sino porque además supieron en todo momento llevar el encuentro donde les interesaba. Comenzaron desquiciando a los locales con constantes paradas.

No había transcurrido ni media hora y casi todos los futbolistas del conjunto gallego ya habían pasado por el suelo -entrada de las asistencias incluida en muchas ocasiones-. Y acabaron el primer periodo con un tanto de penalti que sería decisivo. Con los deberes hechos, posiblemente antes de lo que esperaban, supieron leer a la perfección como funciona el Real Murcia, cortando con faltas en zonas poco peligrosas cualquier intento de creación por parte de los murcianistas. El más castigado fue Javi Saura, al que ayer Aira dio el premio de la titularidad, aunque esa recompensa no encontró la colaboración de sus compañeros. Y es que el Real Murcia fue un equipo pequeño, muy impreciso, sin ideas, y en el que los que están llamados a tirar del carro desaparecieron nada más empezar. No hubo presión, no hubo superioridad en el centro del campo, tampoco se vieron aproximaciones, y lo peor es que apenas se crearon ocasiones. La afición tuvo que esperar hasta el minuto 65 para ver el pequeño rato en el que se achuchó en las inmediaciones del área de Brais. El fuerte viento tampoco ayudó demasiado en un encuentro en el que no se vio nada de nada.

El Real Murcia nunca se encontró cómodo en el terreno de juego. Pese a la entrada de Javi Saura, un futbolista al que da gusto ver por el cariño con el que trata el balón, como un padre que acuna a su hijo, ofensivamente los granas siguieron echando mucho de menos a Javi Flores, el jugador que realmente marca las diferencias en este equipo. Jairo intentó hacer olvidar al cordobés. Sus conexiones con Saura y Pumar fueron lo más destacado de los primeros minutos. Uno de sus centros se paseó por toda el área sin encontrar rematador; en otro tampoco pudo enlazar con Oliva. Y en ello tuvo mucho que ver uno de los defensas del Coruxo que frenó al delantero con un plantillazo en el empeine del pie -tuvo que recibir cuatro puntos de sutura- que el árbitro no consideró penalti.

La mejor ocasión de la primera parte, que además fue la única, llegó en una falta lanzada por Albiol que despejó Brais. El portero se quedaba descolocado, pero el disparo de Javi Saura desde el borde del área se marchó fuera (37´).

La siguiente acción significó la condena del Real Murcia. El Coruxo, que hasta ese momento solo lo había intentado con un tiro lejano de Pedro Vázquez, se encontró con un penalti clarísimo cometido por Jairo. El tinerfeño demostró que lo suyo son las áreas rivales y no las propias, y en una acción absurda frenó en seco a Rubén Rivera. Iván Crespo acertó la dirección del disparo, pero no pudo hacer nada ante la potencia y la colocación que Moscardó le puso al balón.

El marcador se ponía en contra y el Real Murcia comenzaba a jugar con un futbolista menos, porque Jairo, pese a completar el choque, desapareció del césped. Algo que también ocurría ayer con Rubén Sánchez, quien posiblemente, comprometido con la camiseta grana al cien por cien, no quiso destacar demasiado para no tener que decir ´no´ a una llamada de José Luis Molina, actual director deportivo del Betis y que ayer se dejó ver por la tribuna preferente de Nueva Condomina. Las llegadas de Pumar, que regresaba a la titularidad después de cuatro jornadas, tampoco ponían nerviosos a los defensas del Coruxo, que ni en sus mejores sueños esperarían un partido tan plácido. Y es que el lateral murcianista llega con mucha facilidad y es de gran ayuda para sus compañeros, pero pocas veces consigue dar el pase definitivo. Sus centros casi siempre acaban estrellándose en el cuerpo de un rival o pasándose de frenada.

El paso por vestuarios no cambió nada como tampoco lo haría la entrada de Carlos Álvarez, pese a que el asturiano creó más peligro que un Gerard Oliva que ayer tampoco consiguió convencer a nadie, ni al árbitro. Y es que el colegiado, como también ocurría con el de la pasada semana, no supo entender el estilo de juego del catalán, muy de cuerpo a cuerpo. Así, los forcejeos y las luchas por el control del balón acababan una y otra vez en falta en contra de los locales.

Si la tarde pintaba mal para los granas todo se tornó de negro en el minuto 61. Jairo enviaba el balón fuera de banda para parar el partido y las miradas se centraron en Albiol, doliéndose en el suelo. Su salida en camilla y con las manos tapándose el rostro en señal de tristeza no presagiaban nada bueno. Habrá que esperar a las pruebas médicas, pero no sería extraño que los algo más de seis mil aficionados que se dieron cita ayer en Nueva Condomina viviesen el fin de la carrera deportiva de Miguel Albiol, el guardián del escudo del Real Murcia junto a José Luis Acciari.

La tristeza de los de Aira no se tornó en depresión. Javi Saura se empeñó en ser el relojero suizo que necesitaba el Real Murcia para salir con vida del encuentro, mientras que Carlos Álvarez quería repetir para ser definitivamente el delantero goleador que tanto echa en falta la afición murcianista. Por primera vez, Brais notó el peligro. Pero fue imposible conseguir ese gol que hubiese subido la temperatura en Nueva Condomina. El asturiano fue el que más cerca lo tuvo, incluso un remate suyo se marchó rozando el palo en el minuto 66. José Martínez también lo intentaría sin éxito, mientras que Isi, el encargado de sustituir a Albiol y que ganará peso en lo que queda de temporada, se animó en una falta y no desentonó. Faltó muy poco para que el interior viviese una tarde especial.

El Coruxo se dio cuenta que tenía que cambiar de plan y lo hizo a la perfección, echando un nuevo borrón a la libreta de José Manuel Aira. Rafael Sáez, técnico de los gallegos, entendió que todo el juego grana pasaba por las botas de Saura y sin dudarlo ordenó una mayor vigilancia al de Molina de Segura, que a partir de ese instante tuvo casi imposible jugar. Cada vez que entraba en contacto con el balón, dos o tres visitantes ya estaban sobre él con un objetivo único, cortar su progresión. Las continuas faltas no pesaban a los de verde, porque ya se encargaban ellos de hacerlas en zonas donde no hay peligro.

Si se mira al marcador, el tiempo fue corriendo demasiado rápido. Si se mira el juego, los segundos apenas pasaban. La desesperación de una afición desencantada era notable, aunque nadie se atrevió a soltar un pito. La confianza ante todo. El Coruxo incluso tuvo la sentencia en el tiempo añadido, pero Pardavila disparó fuera.