Pese a las injusticias sufridas en los últimos meses, con descenso administrativo incluido, el murcianismo demostró este sábado que sigue más vivo que nunca. El principal activo del Real Murcia, su afición, volvió a dar una lección de defensa a unos colores echándose en masa a las calles de la capital del Segura para reivindicar un futuro mejor para su club. La Gran Vía se tiñó de grana de principio a fin con una manifestación organizada por la Federación de Peñas Murcianista (Fepemur) y en la que participaron aficionados de todos los puntos de la Región con el objetivo de reclamar justicia y levantar la voz.

Mientras que desde el organismo murcianista se estimó una convocatoria de unos 10.000 asistentes, fuentes de la Policía Nacional dejaron la cifra en apenas unos 2.000 manifestantes. Puede que no fueran tantos ni tan pocos, pero lo cierto es que la protesta superó las expectativas más optimistas y la afición se hizo oír ante la mirada de decenas de transeúntes que se preguntaban cuál era el objetivo real de la marcha.

Muchos no tuvieron problema en encontrar la respuesta, ya que la mayoría de los cánticos se centraron en señalar a Jesús Samper, presidente del club, y a Miguel Ángel Cámara, alcalde de la ciudad. Al primero lo consideran «culpable» de la situación y al político, «cómplice», tal y como reflejaba la pancarta que iniciaba la protesta.

En uno de los cartelones más significativos, bajo el epígrafe ´No + cuentos´, también aparecían dibujados el presidente del Consejo Superior de Deportes, Miguel Cardenal, sosteniendo una caña de pescar en sus manos (el pasado verano Acciari, capitán del equipo, desveló que el político no se reunió con la plantilla grana al estar practicando una de sus aficionados favoritas); Javier Tebas, responsable de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) y principal instigador del descenso del Murcia, caricaturizado como un demonio sobre el escudo grana; y Ángel María Villar, máximo mandatario de la Federación Española, de brazos cruzados y preguntándose ´¿Y ahora qué hago yo?´, después de no intervenir (ni para bien ni para mal) en el descenso del club a Segunda B.

La manifestación recordó a las otras dos que la afición realizó el pasado mes de agosto aunque con una diferencia sustancial al margen de la temperatura: entonces había un motivo fuerte contra el que protestar. En la primera, realizada el 31 de julio y a la que acudieron unas 500 personas, se reivindicó el derecho a jugar en Segunda ante las amenazas surgidas por la LFP. Después, el 6 de agosto, 5.000 personas se manifestaron horas antes de que la Comisión Delegada de la LFP decidiera la categoría en la que jugaría el Murcia.

Quizá el hecho de que el Murcia (o Samper en este caso) haya acercado posturas en los últimos días con Hacienda, organismo que tiene la llave para la supervivencia del club, impidió que se vieran más seguidores. Y es que estas gotas de optimismo contrastan con las noticias negativas que precedieron las reivindicaciones del último verano.

La marcha, que se inició con media hora de retraso sobre el horario previsto en la Avenida Libertad, acabó en la Glorieta, a las puertas del Ayuntamiento, después de 90 minutos de recorrido y transcurrió con total normalidad aunque a lo largo de la misma se pudieron ver varias bengalas. Al principio, eso sí, la Policía Nacional requisó a un grupo de aficionados una serie de artefactos pirotécnicos con el objetivo de evitar cualquier tipo de incidente. La organización de la Fepemur decidió dividir en cuatro grandes grupos a los seguidores que se dieron cita con el objetivo de estirar un poco más la caminata, cerrada por un grupo de ultras que fueron los últimos en unirse a la misma. La protesta se cerró con el himno del Centenario, compuesto por el grupo murciano Second, con los aficionados cantando al unísono «como una sola alma».