El Real Murcia estaba en estado de descomposición, con sus jugadores deprimidos, pidiendo a gritos la intervención de un psicólogo en el vestuario. Su caída hacia la Segunda División no tenía freno. Incluso el desahuciado Levante le echaba el aliento en el cogote. Necesitaba un aire fresco, un motivo para creer en sí mismo. Su consejo de administración, aunque tarde, buscó un bombero. Llegó Javier Clemente, especialista en causas perdidas, pero su efecto en los dos primeros partidos no se vio. Necesitaba algo más el vasco para reflotar un barco hundido. Y al margen de cambiar algunas piezas de lugar, se encomendó a un joven de 17 años al que su antecesor le había negado el pan. La frescura que aportó Dani Aquino terminó ayer de sacar del diván del psicólogo a un equipo que ha iniciado una contra reloj por la permanencia que tiene muy difícil ganar.

Al margen de las virtudes exhibidas, el Murcia se encontró con un rival que no fue tal; resultó ser un buen amigo, el ideal para un equipo que sólo había sumado un punto de los últimos treinta y que llevaba sin ganar un partido desde el Día de Reyes, hace ya más de dos meses.

El fútbol de Primera se desarrolla a 100 kilómetros por hora. El Murcia lleva jugando toda la temporada a 50 y por eso está con un pie y medio en Segunda. Por ello, después de dos semanas al mando del equipo, decidió apostar por los jugadores más veloces de medio campo hacia arriba. Situó a De Lucas en la mediapunta, su posición natural en toda su trayectoria, y metió a Dani Aquino como extremo izquierdo. A ello su unió la frescura que aportó Kabous en el centro de la medular, pero el problema es que el grana es un conjunto excesivamente impreciso cuando tiene que incrementar las revoluciones para sorprender a la defensa rival. Ese es uno de los graves déficits de la plantilla que construyó Lucas Alcaraz, el técnico que ignoró a Aquino, un joven con talento al que hay que dar rienda suelta para que despliegue su juego.

El público de Nueva Condomina, acostumbrado durante toda la temporada a bostezar y a estar más pendiente de los videomarcadores que del juego, se sorprendió de lo que vio en la primera parte. Fue como el 'mileurista' que de repente pasa a cobrar mil quinientos euros. El sueldo no le soluciona la vida pero sí le alivia y puede dejar de comer tortilla para tomarse un buen bocadillo de jamón. Las llegadas de Aquino y la conducción de Kabous permitió a los granas dominar a un Espanyol al que le costaba mucho trabajo pasar del centro del campo.

El Murcia buscó la cabeza de Iván Alonso, pero fue una jugada sin aparente peligro, en una internada del uruguayo en el área, cuando llegó el penalti que abrió el marcador. El delantero se encargó él mismo de marcar. En el pasado reciente, un gol a favor era sinónimo de cerrojo, de defensa a ultranza y de renuncia al ataque, sin importar nada más. No fue así y los granas pusieron la puntilla a la peor versión de la temporada del Espanyol con un gran cabezazo de Iván Alonso a centro de Abel en una jugada iniciada por Aquino, omnipresente en su estreno como titular en Primera. Y también tuvo protagonismo en el tercer gol, en un penalti tan claro como absurdo a Iván Alonso, al que llegó el balón procedente de las botas del murciano. Abel transformó la pena máxima y explotó la grada, a la que ya no importó que Clemente realizara un cambio defensivo introduciendo en el campo a otro debutante, Pina, por De Lucas. Después llegó el éxtasis con el 4-0, obra de Richi.

El Murcia por fin sale del diván del psicólogo, en el que se instaló hace dos meses. La salvación es una cuestión de épica, pero ahora la permanencia la tiene a seis puntos. Al menos tiene licencia para soñar.