El Ciudad de Murcia, que acumula cuatro jornadas sin ganar, tuvo ayer la suerte de cara para que el delantero sueco Henok Goitom empatara el choque en la última jugada tras el saque de una falta al borde del área. El Cádiz se mostró como un equipo muy pobre y tras el gol, renunciaron por completo al ataque para intentar asegurar un triunfo que finalmente se les escapó.

El Cádiz saltó al campo con la lección de cómo hay que jugarle a un equipo fuera de casa muy bien aprendida. Presionar, presionar y presionar. A los jugadores rojillos parecía quemarles el balón en las piernas durante los primeros minutos del encuentro, mientras que los gaditanos realizaron un trabajo de contención muy serio en el centro del campo que ahogó literalmente la escasa capacidad de creación de los capitalinos.

Aún así, la primera ocasión clara del encuentro cayó del lado local. El delantero Gaizka Saizar, demasiado desasistido por sus compañeros, aprovechó una mala devolución de la zaga andaluza a su guardameta para interceptar el esférico, regatear al portero y para terminar mandando el balón fuera.

Poco a poco, los pupilos de José González fueron contagiándose del mal juego del Ciudad y dejaron de presionar entregando el balón por completo al rival. Pero es que además, ayer los rojillos no andaban nada finos. En la ejecución de las jugadas de estrategia no se aclaraban unos con otros y daban la impresión de no tener intenciones de solucionar el entuerto.

Y claro, el disgusto para los locales no tardó en llegar. Lucas Lobos, quien se mostró muy intermitente en la primera parte y le costó varias llamadas de atención de su técnico, realizó una buena incursión por la banda izquierda y terminó cediendo el balón a De Paula, el mejor de los cadistas en el primer tiempo, para que éste instalara el primer tanto del encuentro en el marcador apenas cumplida la media hora de juego.

El partido llegó al descanso mostrando la impotencia de los jugadores que dirige el valenciano José Luis Oltra. El Ciudad ahora mismo, a pesar de que gane o pierda, es un equipo roto. Es como una mala novela carente de un hilo argumental. Muchos de sus jugadores no saben muy bien cuál es su misión sobre el campo y su técnico se empeña en defender un esquema de juego que no ofrece buenos resultados ni a corto ni a largo plazo.

La defensa rojilla, a pesar de ser corta de efectivos, funciona más o menos. El grave problema de Oltra lo tiene con sus delanteros. Ninguno de ellos es un goleador nato, más bien especialistas en aprovecharse de los rechaces y de las segundas jugadas. Todo esto agravado porque el ex entrenador del Levante se empeña en defender que las jugadas de peligro tienen que llegar desde la segunda línea, algo que hace pensar que no conoce muy bien a los efectivos de los que dispone ya que sólo Luque, actualmente lesionado, es capaz de llevar algo de inquietud sobre el área rival.

Ayer los de Oltra echaron muy en falta al interior zurdo José Juan Luque, máximo goleador del equipo con cinco tantos, y el único jugador de la plantilla que, a pesar de ser muy irregular en sus actuaciones, sí que tiene capacidad con su potente disparo y con sus cualidades para poner nerviosos a los porteros rivales.

En la reanudación, el Ciudad, con más corazón que con calidad, se propuso solucionar las cosas. Y la mejor ocasión estuvo en las botas del capitán Miguel Falcón, quien nunca ha demostrado ser un jugador ofensivo, y no supo resolver de la forma correcta un mano a mano con el meta Armando.

El Cádiz, sorprendentemente, ya que tenía el partido controlado, cedió la posesión de la pelota y los rojillos, por primera vez en el partido, comenzaron a sentirse cómodos sobre el campo. No obstante, las cosas no fueron nada fáciles para los locales, que a pesar del empuje lógico por ir detrás en el marcador y con la entrada de Goitom para buscar más peligro en el ataque, se estrellaron una y otra vez con la poblada zaga visitante. El problema derivado de adelantar tanto las líneas en busca del gol del empate fue que permitían los rápidos contragolpes de los atacantes cadistas.

José Luis Oltra comprobaba desde la banda como la situación no marchaba nada bien y que si las cosas no cambiaban su equipo iba a perder su primer partido en La Condomina. Por esto decidió dar entrada a un canterano, Martín Ortega, un extremo con apenas experiencia en la categoría, pero al que el entrenador tiene que recurrir debido a la escasez de futbolistas que tiene para esta demarcación.

En el noventa y cuatro, el último minuto del choque, una falta ejecutada por el canterano Manolo fue rematada por el sueco Goitom para conseguir un punto que todos daban por perdido.