Música
Morgan, en el Jazz Festival, ¡de primera!
Con ‘Hotel Morgan’, el grupo llenó El Batel de emoción, soul y magia en una noche inolvidable, donde presentaron su nuevo disco y repasaron lo mejor de su carrera

Concierto de Morgan en El Batel dentro de la programación del Cartagena Jazz Festival. / Iván Urquízar
Morgan pasaron de nuevo —esta vez con su cuarto disco, Hotel Morgan— por el Cartagena Jazz, donde ya protagonizaron una sobresaliente actuación hace un par de años, y pusieron El Batel patas arriba. El público lo pasó de miedo.
No centraron el repertorio solo en su álbum más reciente; sonaron canciones de sus cuatro discos, demostrando que su magia en el estudio se multiplica por diez sobre el escenario. Y no hay dos conciertos iguales de Morgan: eso es lo que los hace tan especiales. Ha sido acertada la inclusión de más voces en el combo —no es que sonara incompleto antes, pero es que lo de ahora es una maravilla—. Las canciones al final tienen vida propia, y van sonando distintas con el paso del tiempo, van adquiriendo su propio carácter. Y eso se agradece. Siguen siendo ellos, pero las formas han cambiado. Suenan con firmeza, grandes, con una apertura a nuevos sonidos sin renunciar a ese poso soul que les caracteriza, a ese aroma southern y la querencia por el blues de verdad, alternando el castellano y el inglés, con mayor presencia de programaciones y teclados, sin aparcar sus características guitarras, y la dulce garganta de Nina de Juan suena, lo dijo Quique González, "como Lucinda Williams con veinticinco años, cuando le habían roto el corazón", echándole garra cuando la ocasión lo requiere; una voz susurrante y conmovedora que recuerda quizás más a una Norah Jones ‘lo-fi’. Nada de pose, todo natural y sencillo, más aún cuando Nina abandonaba su puesto ante el teclado en el lateral del escenario para ponerse en el centro, venciendo su aparente timidez, sin la consabida actitud rockera.
Morgan sorprendieron saliendo desde detrás del público, bajando las escaleras todos en comitiva, estilo New Orleans, chasqueando los dedos, con Paco López a la guitarra y Nina cantando el blues pantanoso Arena hasta alcanzar el escenario, donde ellos dos formaron un círculo con los coristas Alejandro Ovejero (exbajista del grupo), Carolina García y el multiinstrumentista Gabi Planas para interpretar a capela Delta, que evoca el country y tiene un beat influido también por el bluegrass. No pudo haber mejor comienzo. A continuación, Nina se puso al piano para tocar el soul Error 406, dejando entrever que habían preparado un ‘live’ pensado para teatros. Sobre el escenario había ocho músicos en auténtico estado de gracia derrochando sensibilidad. Las canciones irradian calidez y anhelo, y la voz de Nina con el refuerzo vocal de Ovejero y Carolina arroja un resultado sublime.
A lo largo de casi dos horas, Morgan presentaron un buen número de canciones de Hotel Morgan, y también hubo tiempo para recuperar los temas más representativos de sus tres álbumes anteriores, como el pop soul de Jimador con Nina pandereta en mano, o Radio, que se convirtieron en clímax emocionales de la noche, con la banda y el público en perfecta comunión.

Nina de Juan al piano durante el concierto. / A. C.
El foco, inevitablemente, fue Nina de Juan, que no solo canta, sino que interpreta y siente cada letra, emocionándose y haciendo que algo se te quiebre dentro. Su naturalidad al dirigirse al público, su sincera humildad y su potente rango vocal fueron muy aplaudidos. Y aunque ella es la imagen icónica, la banda (Paco López, Ekain Elorza, David ‘Chuches’ Schulthess y los músicos de gira Willie Planas y Gabi Planas) funcionó como un artefacto muy bien engrasado. Su solvencia interpretativa y el sonido cálido de su ‘Americana’ impregnada de soul y folk hicieron que el espectáculo fuera de una calidad incontestable.
Destacó también la interacción con el público. En Praying, Nina cursó instrucciones para cantar los estribillos ("Cantad con nosotros, lo pone en la entrada"). Durante el intenso show hubo espacio para canciones como Attemptings, con inequívoco sabor a americana, o la electrizante Paranoid fall, donde sacaron su lado más rockero y afilado, el country swing de Cruel, y sobre todo la interpretación de Alone, quizá la obra maestra de Morgan, con su pequeño homenaje a Pink Floyd: siete minutos que son pura brisa sanadora, o River, a la que inyectan un extra de misticismo gospel donde brilla la stratocaster, así como los arreglos al piano. Con Home lanzaron una especie de plegaria que podría sugerir a Leonard Cohen, y proclamaron sentirse libres.
Torrente emocional
La versatilidad de Morgan quedó clara con una sorprendente incursión en el funk setentero de Another Road (getting’ ready), que suena como un cruce entre Jamiroquai y Stevie Wonder, y se apoderó del local con su invitación al baile, destacando el solo de bajo y el teclado con efecto wah-wah, demostrando que también saben divertirse en el escenario: hicieron un ‘medley’ funky con Good Times de Chic y Rapper’s Delight de The Sugarhill Gang (cantada por Paco, guitarrista notable y de admirable contención eléctrica). Para el bis dejaron Volver y Sargento de hierro. La primera de ellas —estuvo a punto de no incluirse en su álbum debut, confesó Nina— conmueve, llega al corazón. La cantó sola al piano, descalza, invitando al público: "El que quiera cantar que lo haga, pero antes que lo hable con el de al lado". La acompañó un silencio respetuoso. Sargento de Hierro, el éxito que les catapultó, trajo el clímax. Es quizás la balada más querida de Morgan, y se convirtió una vez más en un momento de comunión perfecto con su público.
Tocó despedir la noche con Final, un cántico triste que también cierra su álbum, aunque adquiere una dimensión espectacular sonando en El Batel, con sus juegos de voces, sus capas múltiples, guitarras retro y gritos desgarradores.
Morgan se perciben como un viaje al pasado y, a la vez, como algo singularmente moderno. Fue una noche de música que abrazó y reconfortó. Tras casi dos horas de torrente emocional, los aplausos finales sonaron a respeto y gratitud mutua, confirmando que siguen siendo una de las propuestas más sinceras y necesarias de la música actual, un grupo de rock con mucho camino por delante. Esto es de primera.
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