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Teatro

Don Juan Tenorio, entre Velas, versos, sueño y realidad en el cementerio de San Javier

El clásico de Zorrilla congregó a más de 200 vecinos para representar su obra más célebre en el camposanto del municipio

El coro dotó de magia musical la representación de ‘Don Juan Tenorio’.

El coro dotó de magia musical la representación de ‘Don Juan Tenorio’. / Ayto.de San Javier

El viejo cementerio de San Javier volvió a transformarse anoche en un escenario cargado de belleza y misterio. Entre la iluminación de cientos de velas y el murmullo de los coros, los versos de José Zorrilla resonaron una vez más sobre los sepulcros, dando vida a una tradición que el municipio ha convertido en seña de identidad.

A la hora prevista, el público comenzó su recorrido por el camposanto, convertido para la ocasión en un espacio de contemplación y memoria. Las velas son senderos de luz entre los panteones, mientras los acordes de instrumentos y voces corales acompañaban el paso de los visitantes. Altares, imágenes religiosas y composiciones artísticas se sucedían a lo largo del itinerario, recordando que esta cita no es solo una representación teatral, sino que además se homenajean a los que ya no están en una celebración de la vida a través del arte.

La representación propiamente dicha se desarrolló frente al muro exterior del cementerio, donde la escenografía permitió que los versos de Zorrilla fueran los auténticos protagonistas.

José Antonio Navas volvió a encarnar a Don Juan, acompañado por un reparto coral que dio cuerpo a la historia del libertino que busca la redención. La obra se centró en la segunda parte del drama, donde la frontera entre sueño y realidad se difumina, y donde la muerte no es castigo, sino esperanza.

El público, en un silencio casi devocional, siguió el desarrollo de la acción con la emoción contenida de quien asiste a un rito colectivo adornado de representación teatral mientras, las luces temblaban sobre las lápidas y el aire otoñal envolvía las palabras de amor y perdón.

La atmósfera, cuidadosamente construida por los colectivos participantes, transformó el camposanto con la ayuda de más de doscientos vecinos.

Esa implicación de munícipes y público es, quizá, una de las claves del éxito y de la cada vez más longeva iniciativa, que ha sabido convertir el clásico de Zorrilla en una liturgia popular en su duodécima edición.

Cuando todo terminó, en el muro exterior del cementerio de San Javier, Don Juan y Doña Inés se desvanecieron juntos, cumpliendo su destino. Y mientras el silencio regresaba al camposanto, quedaron resonando los aplausos del público en un eco suspendido entre la tierra y el cielo.

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