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Exposición

Cómo los recuerdos nacen, se transmiten y se desvanecen

El murciano Antonio Tapia toma el Museo Cristo de la Sangre con una muestra de cinco series multidisciplinares y encadenadas en torno a la memoria y el ser humano

Antonio Tapia posa con una de las instalaciones de ‘Hierofanía 2.0’.

Antonio Tapia posa con una de las instalaciones de ‘Hierofanía 2.0’. / Juan Carlos Caval

A. G. R.

Hierofanía 2.0 es el título de la sugerente exposición con la que el artista murciano Antonio Tapia ha tomado la Sala ‘Ángel Imbernón’ del Museo Cristo de la Sangre de la capital del Segura. Hasta el 27 de octubre, y bajo el comisariado de Pedro Alberto Cruz, la muestra presenta una colección de imágenes (y conceptos) que giran en torno a cuestiones como la memoria, la metamorfosis y el paso del tiempo, así como el perpetuo retorno y el renacer; temas muy presentes en la producción del creador durante los últimos años.

En concreto, este proyecto expositivo encadena cinco series que se entrelazan en un discurso continuo y proponen una reflexión estética sobre la transformación impuesta por la sucesión de las etapas de la vida, integrando referentes científicos y filosóficos en un lenguaje plástico cargado de resonancias simbólicas. En Arraigo, por ejemplo, las raíces evocan los orígenes vitales y la conexión con lo natural, mientras que Eternas reúne en geometría hexagonal cinco generaciones de la línea materna del autor, lo que le permite celebrar a la madre y a la mujer como transmisora de valores, conocimiento y sensibilidad. Según el artista, esta serie sitúa su figura –la de la mujer– en el centro del ciclo de la vida.

Las otras tres series sobre las que se estructura esta exposición son Engrama, Silencia y la que da nombre al proyecto, Hierofanía 2.0. Esta última –que alude a una manifestación de lo sagrado en una realidad que, de otro modo, sería profana o cotidiana– ahonda en la contribución de la inteligencia artificial en la recuperación de la memoria perdida. Por su parte, Engrama muestra la fragilidad del recuerdo a través de la imagen de una sonrisa que se descompone con el paso del tiempo, evocando la experiencia del Alzheimer –que el artista ha sufrido en su entorno familiar–, y Silencio representa la desaparición de la conexión neuronal y la presencia luminosa de lo que permanece más allá de lo físico.

Multidisciplinar

Para ello, Tapia tira de pintura, escultura, instalación e incluso del medio audiovisual, demostrando las múltiples formas de expresión artística que trabaja el murciano. Así, hay figuras inscritas en marcos cuyas formas, hexagonales o redondeadas, son también portadoras de un mensaje del paso del tiempo, y raíces que se adentran en las paredes de la sala en alusión a la necesidad de volver a lo primigenio, al origen, a la tierra.

Multitud de público durante la inauguración de la muestra, el pasado martes.

Multitud de público durante la inauguración de la muestra, el pasado martes. / Juan Carlos Caval

En cuanto al título de la muestra, el término ‘hierofanía’ hace referencia –tal y como ya se ha avanzado– a «una manifestación de lo sagrado en una realidad ordinaria o profana», un concepto acuñado por el filósofo rumano Mircea Eliade. Esto es usado por el propio Tapia para reflejar -según sus propias palabras- «la percepción de algo superior que se deja sentir sobre nuestra realidad», la necesidad de «tomar conciencia de que hay algo más que condiciona nuestra existencia».

El renacimiento

En definitiva, la obra que presenta el murciano en el Museo Cristo de la Sangre se inscribe en una tradición artística que utiliza la abstracción, la geometría y el símbolo como vías para «explorar al ser humano, personalizado en esta muestra en su ancestral línea materna, proponiendo que toda existencia es, en esencia, un renacimiento en el conjunto del inconsciente colectivo». Y lo hace, también, con un ambiente luminoso específicamente creado para una experiencia más inmersiva.

El resultado es un proyecto expositivo que consigue tanto un equilibrio entre figuración y abstracción como un diálogo entre lo material y lo inmaterial, donde la geometría y la luz refuerzan la dimensión poética y simbólica de la propuesta, que gira en torno a cómo nacen, se transmiten y se desvanecen los recuerdos. Es, al final, una reflexión sensible y accesible sobre la memoria, «aquello que nos construye y nos une, y al mismo tiempo nos recuerda su fragilidad», señalan los responsables de la muestra.

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