Jazz San Javier
Música mestiza, híbrido entretenimiento
La noche del viernes trajo al Festival de Jazz de San Javier una jornada de música híbrida. El encanto de lo impuro vino de la mano del gypsy swing de Joscho Stephan Trío & Costel Nitescu y del blues rock de diferentes vertientes, cortesía de The Devon Allman Project. Una velada de contrastes y definitivamente entretenida

Devon Allman Project en San Javier. / Pedro Saez
Se apagan las luces y se encienden los focos. Todavía con la última claridad de un viernes que se despide, sobre el escenario aparecen Joscho Stephan a la guitarra y sus dos compañeros de trío. Se lanzan, a las primeras de cambio, a por el ‘Can’t Buy Me Love’ de The Beatles. Suena vitalista, como debe ser cuando algo se cuela por el tamiz del jazz manouche. Después de tres canciones aparece Costel Nitescu al violín.
Es una unión natural. Ambos representan el espíritu del gypsy swing de nuestros días y, ambos, profesan admitida y orgullosa admiración por Django Reinhardt y Stéphane Grappelli. Así que se trata de una suerte de recreación del espíritu que semejantes leyendas -también guitarrista y violinista, respectivamente- dejaran latente hace casi un siglo, cuando también actuaban juntos. Joscho Stephan viene flanqueado por sus dos habituales colegas, ellos son su red de seguridad, aunque probablemente no la necesita.
No hay riesgo de colapso cuando sus dedos recorren el mástil de su guitarra acústica, todo tensión y velocidad. La guitarra no está distorsionada, pero eso no es óbice para que la electricidad brote y estalle enfrente de los ojos de un público asombrado ante la capacidad que tiene Joscho para que sus manos transiten con semejante fluidez. Costa Nitescu luce más cuando la música percute menos. Es un invitado y actúa como tal. Sus intervenciones son bienvenidas, pero no pertenece a la familia. Las canciones se benefician de su presencia, aunque muchas de ellas podrían vivir sin él.
Se suceden los medleys de temas desfigurados, ensamblando con talento y armonía canciones que sorprenden por dispares. Stephan y Nitescu vienen a divertir y lo consiguen. Ese es su argumento, por encima de la indudable valía que atesoran como instrumentistas. Esto es gypsy swing, así que, aquí hay nervio, energía y virtuosismo, aunque llevado a cabo de una forma desenfadada, como en el frenético final del cover de Django Reinhardt, ‘Hungaria’, o en un tema propio como ‘Funk 22’, con su delator título. Casi al final, ‘Bossa Dorado’ arrancó en clave tropical y terminó siendo contenedora de melodías de The Rolling Stones o The White Stripes. Mestizaje de fondo y formas convertido sin más en diversión.
Un músico singular
Devon Allman es rubio y blanco de piel, pero su música es también mestiza. Puede que no sea un clásico bluesman al uso, pero está hecho de otra pasta, como los bluesmen de toda la vida. Es lo que pasa si naces en Texas, y si tu padre fue Gregg Allman y no te hizo ni caso hasta que te hiciste mayor, después de pasar una humilde infancia con tu sufrida madre divorciada.
Por eso, Devon comenzó su carrera relativamente tarde y sin pedir favores a papá. Pero él no es rencoroso y, a pesar de declararse fan de Metallica o Iron Maiden, eligió que su periplo fuera de la mano estilística de su progenitor, y así se dejó llevar por los vientos del blues, con la bandera confederada del southern rock ondeando como parcial estandarte. No, no es rencoroso.
Si no, no versionearía en sus shows canciones de la banda de su padre (y de su tío), los míticos The Allman Brothers Band, de los que se marca de manera muy convincente las hippies sureñas ‘Melissa’ y ‘Midnight Rider’. Las interpreta de manera entrañable, como si fueran suyas, y probablemente lo sean, aunque sea solo a título hereditario, que no es poco.
Devon Allman llegaba a San Javier presentando las canciones de su último disco, ‘Miami Moon’ (2024). El repertorio fue parcialmente propio, parcialmente ajeno, con los covers mencionados y otros de proyectos pasados, caso de Royal Southern Brotherhood.
Eso le ayuda a oscilar entre géneros diferentes, utilizando canciones de otro tiempo para darle al concierto el poso correspondiente de abolengo primitivo, mientras los temas de su última obra suenan a rock orientado para adultos, tocado por el country y por el rock americano de siempre, y ejecutado con menor elegancia que en sus versiones de estudio, aunque la crudeza del directo tampoco le da para una visceralidad sublime.
Puede que estuviera algo frío, con el público sentado demasiado alejado de él, como es obligatorio en el auditorio de San Javier. Sin embargo, la voz de Devon suena cálida. La genética de su padre le permite contemporizar con notable control la modulación en los momentos más ligeros, pero también está preparado para tirar de pasión vocal cuando las canciones le llevan a ello. Además, es un digno guitarrista, al igual que su compañero Tyler Stokes, con quien comparte labores instrumentales y pinceladas que recuerdan a Stevie Ray Vaughan o a Carlos Santana, especialmente a éste último en temas como la inicial «¡Fired Up!», la cual no esconde su influencia, con una percusión latina tan característica del músico mejicano. ‘I’ll Be Around’, perteneciente al disco de 2014, representó uno de los instantes en los que el tono funk de Allman adquirió más protagonismo, mientras la estupenda instrumental ‘Sahara’, aportó un excelente interludio con duelo a la percusión. La pasión por Jimi Hendrix asomó con la inmortal ‘Are You Experienced?’, no tan ácida como la original y, otro tema propio como la cadenciosa ‘Midnight Lake Michigan’, hizo que el tejano extrajese de su guitarra los lamentos blueseros más puros de la noche.
Lo de Devon Allman no es blues puro, sino mestizo. Y así es también su filosofía. Él fluctúa, revolotea, se dispersa... y definitivamente entretiene.
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