Fuensanta Fernández Peñalver, la taquillera lectora del cine Rex

Pocas personas aficionadas al cine habrá en Murcia con una cierta edad que no la recuerden. Fuensanta, persona discreta y cultivada donde las haya, nos ha proporcionado la llave para disfrutar de las películas exhibidas en el cine Rex durante décadas, llave que no era otra que la correspondiente localidad, que ella misma expendía en la taquilla. Este cronista la recuerda casi siempre imbuida en la lectura de un libro. Libros gordos, de cientos de páginas, que ella depositaba en su regazo con paciencia cada vez que nos acercábamos al mítico cine.

Fue allí donde leyó Lo que el viento se llevó, incluso la Biblia. O tantos y tantos otros. Pero ninguno le atrapó tanto como ese libro interminable –así le hubiera gustado que fuese– que es Las mil y una noches: «Estaba deseando llegar a la taquilla para continuar leyéndolo», comenta.

A este cronista le daba no se qué interrumpirla en una lectura que parecía tan interminable como la labor de Penélope, y le gustaba comprobar cómo avanzaba en las páginas del tomo correspondiente película tras película. Su pasión por la literatura la hizo permanecer en la memoria de dos generaciones de murcianos pegada a un libro, hasta el punto de que un día, una radio murciana, preguntó en un concurso: «¿Qué persona podemos encontrar siempre leyendo mientras despacha las entradas?». La taquillera del cine Rex, contestaban todos.

Había veces que escuchaba la radio, e incluso, ya al final de su vida laboral, veía una de aquellas televisiones minúsculas en blanco y negro con antena incorporada. Y es que, Fuensanta era –aún es, pues a sus 87 años posee un espíritu jovial y risueño que necesita estar ocupado– un no parar quieta. Y una taquilla, con todas las ocupaciones que la profesión requería entonces, de efectuar cuentas, hacer estadísticas, cuadrar caja…, era para ella escasa ocupación, por lo que se involucraba en todo tipo de ocupaciones, como la decoración bordada del traje de novia de su hija, o los trajes de huertana para su familia, que ella misma hizo entre películas de Almodóvar y Spielberg.

Evoca con nostalgia aquel cine Rex que visitó primero como espectadora, con sus hermanas, desde los años 50, más tarde con su novio y posteriormente marido y por último como taquillera: un cine fantástico –así lo evoca– al que podían acudir todos los murcianos, incluso personas con alguna discapacidad, por no tener desniveles en su construcción. «La tacita de plata» de las salas de cine murcianas, así define Fuensanta el cine Rex.

Antes de ser la taquillera de ese cine hizo las mismas funciones en los cines Floridablanca, salas que inauguró y que supusieron, según afirma rotunda, una revolución en las salas de cine murcianas por la calidad de sus proyecciones y la confortabilidad de sus butacas. Todavía recuerda los títulos con los que recibió su bautizo como taquillera –y con los que se inauguraron los Floridablanca– La mujer del teniente francés y Solo para sus ojos. Durante sus últimos años en activo fue la taquillera de los cines Centrofama.

Fuensanta es historia del cine en Murcia, una historia vivida desde un rincón tan humilde como la taquilla, desde donde difícilmente podía averiguar las cualidades de las películas que se proyectaban, pero, aun así, eran muchas las personas que acudían al cine y le preguntaban cómo estaba la película. Y ella, que aguzaba siempre ojos y oídos en aquel lugar que solo le permitía acceder a un retazo de vida que se circunscribía al pequeño rectángulo de su ventanilla, siempre respondía con los ecos de las opiniones que había ido captando: «Pues la gente sale contenta de la sala», comentaba.