Crónica

Mayte Martín es un espíritu libre

La cantaora barcelona protagonizó la noche del pasado miércoles en el escenario del Jazz San Javier, que en esta ocasión se trasladó al Teatro de Invierno (porque a Mayte se la disfruta mejor cuanto más cerca)

Mayte Martin en el Jazz San Javier

Mayte Martin en el Jazz San Javier / Iván Urquízar

Es bastante habitual que voces destacadas del flamenco se adentren en otros estilos musicales, géneros de larga tradición como el bolero, el tango, la copla... Diego el Cigala triunfó vendiendo miles de copias de sus Lágrimas negras (2003). La barcelonesa Mayte Martín es una de las cantaoras más versátiles de su generación, además de compositora y magnífica cantante de boleros –ya grabó, en sus inicios, un excelente disco de boleros con Tete Montoliú– y su voz, con personalidad y exquisita musicalidad, emociona en cualquier estilo.

Vino al Jazz San Javier –confesó que tenía muchas ganas– con su disco Tatuajes (2024) bajo el brazo, una oxigenante colección de canciones del repertorio latinoamericano en su mayoría, extraídas de lo que vendría a ser una especie de american songbook para los hispanohablantes, pasadas por distintos filtros.

En estos ‘tatuajes’ encontramos canción latina de autor, italiana, chanson, tango y arrebatos varios; una ofrenda al pasado, certera selección de canciones que no siempre conservan su forma, pero sí su fondo y estilo; un encuentro de elegancia y aspereza, todo ello coronado con la voz de Mayte, tal dulce y vulnerable –aunque enérgica– que toca el corazón, y le (nos) sienta muy bien. Las influencias de otros lenguajes musicales han enriquecido su visión del flamenco y han aportado a esta música un interesante tinte novedoso, pero sin desvirtuar un ápice su esencia.

Personalidad arrolladora

Martín está considerada una de las cantaoras con más prestigio del cante jondo por su particular filosofía y arrolladora personalidad artística, que ofrece con un particular fuelle escénico. Los ojos se dirigen hacia su presencia rotunda, y los oídos hacia al clasicismo imponente de su interpretación: un discurso medido y refinado. Sigue sabiendo seducir. Apareció en el pequeño Teatro de Invierno, lleno y fervoroso –a Mayte Martín se la disfruta mejor cuanto más corta es la distancia–, de negro (lo que resaltaba aún más su blanca cabellera), y se entregó a evocar los ecos de su memoria sin incurrir en la tentación de aflamencar las composiciones de este repertorio, empezando por una imprescindible Gracias a la vida (Violeta Parra), entre la canción y el jazz, que constituyó un auténtico vaivén de sorpresas, para seguir con dos de «las más bellas historias de amor»: Lucía, de Serrat, y otro clásico inmarchitable, Te recuerdo, Amanda, de Víctor Jara, en un ambiente íntimo que nos dejó sin aliento.

El nuevo viaje personal de Mayte Martín busca rememorar emociones vitales acompañadas de un trío de carácter jazzístico que integran su pianista de cabecera, la cubana Nelsa Baró, descalza y con un peinado imposible, que se encarga de los arreglos; Guillermo Prats, al contrabajo, y Vicens Soler, en la batería; estos dos últimos constituyen la excelente sección rítmica de su quartet, al que más tarde se sumó como invitado el violinista Biel Graells. Pudimos escuchar en respetuoso silencio canciones como El breve espacio en que no está (Pablo Milanés); el tango Porque vas a venir (Carmen Guzmán), que es como una seguiriya, y dos piezas del grandísimo Manuel Alejandro: una desgarrada Procuro olvidarte, y A que no te vas (Rocío Jurado en el recuerdo), que brillaron con intensidad. También abrió un hueco para Ne me quitte pas, del enorme Jacques Brel, y para el clásico italiano Amore mio, que introdujo delicadamente el piano; ambos himnos incuestionables.

Y para piezas del repertorio del folclore argentino, como Zamba para no morir y Alfonsina y el mar, que cantó a solas con Baró. El programa también incluyó Lía (José María Cano), que no pudo despegarse de la simpar Ana Belén y cantó a corazón abierto, y se acercó a los boleros de arreglos jazzísticos con En mi imaginación, de su admirada Marta Valdés, y la universal Somos, donde intervino el violinista por primera vez. A Cuba volvió con Corazón loco, sin que faltara La bien pagá, copla de coplas, donde Mayte demostró toda su potencia para resucitar el repertorio popular con un deje flamenco. Y se despidió con el tono flamenco de S.O.S., de su autoría, coescrita con Luis Mendo, incluida originalmente en su primer disco, de 1995, Muy frágil («y vuela siempre buscando la fantasía de nido en nido, como paloma perdía...»).

Mayte es un espíritu libre. La barcelonesa tiene el don de los cantaores que saben manejar la voz: dónde acentuar, dónde virar hacia el grito o el susurro, dónde hacer un silencio. Conjugando una presencia en escena sobria, concentrada y serena, sentada en un taburete, lo vive, lo sufre, interpretando con todo su cuerpo y con la mano dibujando palabras en el aire, convirtiendo su recital en pura emoción.

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