Murcian@s de dinamita

'Número 0', por Pascual Vera

Un total de 62 personalidades se unirán, a partir de mañana y durante las próximas nueve semanas, a esta ya ilustre lista de hombres y mujeres de carácter dinamitero, fogoso e inflamado, cultural o socialmente hablando

Imagen Carga de mineral de hierro en el puerto de Aguilas 1903 Gillman

Imagen Carga de mineral de hierro en el puerto de Aguilas 1903 Gillman / Gillman

Pascual Vera

Pascual Vera

Este cronista tiene que confesar –y confesar solo lo hace en la prensa, advierte– que esta sección de Murcian@s de dinamita, que es mía y de todos ustedes, no ha cesado de reportarle alegrías, júbilo y algazara. Esta entrega es la cuarta desde que, hace cuatro años, comenzara a componer para estas páginas una particular nómina de murcianos de pura cepa y sucedáneos. Un listado de seres instalados en esta tradicionalmente hospitalaria Región que acoge a los suyos y a los que se allegan en cualquier momento para realizar entre nosotros alguna labor digna de encomio (siempre lo son).

No he olvidado la primera vez que escuché al otro lado del hilo del teléfono –soy un romántico, me gusta pensar que la persona que me llama se encuentra al otro lado del hilo– a alguien para decirme,con una voz cándida pero contundente: «No nos conocemos personalmente, pero creo que soy un ‘murciano/a de dinamita’». Me lo dijo así, como el que sospecha que tiene paperas o se barrunta que le va a salir un orzuelo en el ojo o un herpes labial. O mejor aún, como el que ha comprado un número de lotería y está convencido de que le caerá el premio gordo. O al menos la pedrea; algo que le alegre el día, vamos. «Habrá que verlo, por si hay que extirpar o algo», creo que le contesté, ante su propio estupor y casi el propio por mi atrevimiento.

En esta Región existen más de un millón y medio de ‘murcianos de dinamita’, una condición que he anunciado a un cuarto de millar de coterráneos y allegados ante la sorpresa de muchos y ante la impaciencia de algunos –«ya era hora», parece escucharse a veces, con una ironía que hubiera hecho restregarse los ojos de perplejidad a mi queridísimo Miguel Hernández hace noventa años–.

Y es que el carácter dinamitero, fogoso e inflamado, cultural o socialmente hablando, se oculta a veces en nuestros paisanos más insospechados, que nunca maliciaron su carácter explosivo –frutalmente propagadas las explosiones, claro, como advertía el poeta de Orihuela–.

Los 62 murcianos y murcianas –repartidos al cincuenta por ciento de manera taxativa, salomónica y precisa– que le han salido al encuentro esta temporada a este cronista, al igual que la vida le salía al encuentro a Martín Vigil, están adscritos a 31 dedicaciones, oficios, vocaciones, cometidos, responsabilidades o aspiraciones, según el caso.

Los artistas plásticos y los escritores son las dedicaciones que con más profusión se dan este año. Como casi siempre, quizás por la pasión, la afición y/o la dedicación en las que me he volcado o me hubiese gustado desempeñar, pero a las que la gracia, al igual que a mi querido Cervantes, no me quiso conceder el cielo.

Le siguen a estos dos grupos los activistas y yayoflautas, probablemente porque, romántico recalcitrante y empedernido que es uno, piensa que quienes dedican parte de su tiempo y de sus vidas a luchar por un mundo mejor constituyen lo más granado de nuestra sociedad. También el mundo de la interpretación tiene tres representantes, todas ellas mujeres. Con dos inclusiones, se dan cita los directores de cine –¿qué quieren?, la cabra cinematográfica tira siempre al lienzo plateado– y dos periodistas, mi particular homenaje a una profesión que he practicado desde hace 43 años. Y existen otras formas del mundo de la imagen, como por ejemplo tres buscadores infatigables de fotos sobre la Murcia que se fue, dos historiadoras del arte y dos fotógrafos, convencido como estoy de que el mundo de la imagen es algo hechizante y necesario.

Pero esta sección estará poblada durante dos meses, además, de murcianos tan egregios y queridos como una presidenta –la primera–, una taquillera que durante décadas nos otorgó la venia para acceder al patio de butacas de un cine, médicas y un viajero ciclista. También un cura, un químico y un criminólogo, un trío que parece el título de un chiste de Eugenio. Se sucederán durante las siguientes nueve semanas una captadora de talentos, un psicólogo y un comunicador. También una experta en redes sociales, un rector, un sociólogo, un antropólogo, una filósofa, una economista, una estudiante de Humanidades y una papiróloga, con lo que escasean por esta tierra los papirólogos, casi el desiderátum, si no fuera que todos los demás también lo son.

En suma, una cita con la murcianía más acendrada –o medianamente acendrada, tampoco hay que exagerar, aunque estoy tentado hacerlo en estricta justicia– pero todos con mucho que decir en sus actividades, a través de unas semblanzas hechas con todo el cariño y en las que este aspirante a escribidor intentará verter su particular sentido del humor para acercar a todos de manera diferente y personal a estos 62 ‘murcian@s de dinamita’ que, desde mañana, volarán libres por estas páginas en busca de un lector inteligente. Usted, por supuesto.

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