Jazz San Javier

Eva Slongo y Brooklyn Funk Essentials: ¡Que nadie les saque de su fantasía!

La violinista suiza Eva Slongo abrió, con su mezcla de repertorio clásico con una buena inyección de swing, una noche en la que Brooklyn Funk Essentials puso a bailar a todo el Parque Almansa con su funk setentero ‘reciclado’. Al final de la noche, ambos dejaron con ganas de más al público

El septeto que conforman el Brooklyn Funk Essentials puso a bailar al Jazz San Javier con su energía.

El septeto que conforman el Brooklyn Funk Essentials puso a bailar al Jazz San Javier con su energía. / Pedro Saez

Los músicos, como ‘antes’ los bebés, vienen de París, al menos en este primer arranque del Jazz San Javier. La violinista y cantante suiza Eva Slongo es habitual de los festivales franceses e internacionales más importantes. En el mundo del jazz la llaman ‘la Benson del violín’: tiene la originalidad de combinar voz y violín, también en sus improvisaciones.

«Mi pasión ahora es el jazz, pero soy del mundo clásico», reconocía Eva, y ha logrado armonizar estos dos universos reuniendo un formidable cuarteto que incluye a Giovanni Mirabassi: el talentoso pianista italiano afincado en París ha visitado Jazz San Javier varias veces. La sección rítmica la completan los hermanos François y Louis Moutin (contrabajo y batería respectivamente).

Conocer a Mirabassi, brillante exponente de la nueva ola de pianistas europeos, lo hizo todo más concreto para Slongo. Empezó a componer canciones que resaltan un lado más lírico y virtuoso del violín sin renunciar al estilo jazzístico que tanto le apasiona (aprendido de Didier Lockwood), y a rearmonizar piezas clásicas en modo jazz.

Mirabassi es una pieza clave en la ecuación, un pianista de jazz fabuloso al que siempre vale la pena escuchar. Tiene un increíble sentido de la construcción orgánica en los solos, y lanza alegres desafíos rítmicos al bajo y la batería. Con su elegante toque de terciopelo, sabe captar la sutileza de esta fusión musical y garantiza su dirección artística. Eva y él son parisinos de adopción, igual que los Moutin, aunque esta vez el contrabajista vino desde Nueva York.

La violinista Eva Slongo a su paso por San Javier.  | PEDRO SAEZ

La violinista Eva Slongo a su paso por San Javier. / Pedro Saez

En Souffle (2022), el disco que vino a presentar, Eva Slongo fusiona su pasión jazzística con su formación clásica: improvisación y rigor. Incluye composiciones propias y versiones de obras de Beethoven (allegreto, 7ª sinfonía), Erik Satie (Gnosienne) y Gabriel Fauré (Sicilienne), al que inyectó un auténtico swing, incluso un standard de jazz (Nardis) de Miles Davis. A veces utiliza elementos interesantes del repertorio de violín clásico, pero también de su propia experiencia, con un toque de música pop. Desde el primer impulso hizo renacer toda la historia del violín jazzístico, mientras asombraba con el acercamiento a la tradición clásica europea. Seduce con la técnica del legato, y en el scat, audaz extensión de su instrumento, posee un enorme sentido del swing; en la tierna canción de cuna Petite Douceur, cantada en francés, que escribió para su hija y ha adaptado al jazz, reveló una faceta más íntima de su personalidad musical, donde el piano y el violín, a su vez, expresan lo que las palabras no pueden expresar.

Eva cedió en numerosas ocasiones el protagonismo a sus tres excelentes músicos, que brillaron con sobresalientes solos, en especial del pianista: en el trío rítmico, Louis sostuvo a lo largo de todo el concierto la magistral tensión que la líder genera. El contrabajista François, creaba vigorosos acompañamientos y solos de igual pujanza y simplicidad, y el magistral Mirabassi se impuso con un estilo muy personal, donde la riqueza melódica y rítmica se unía a lo inventivo de las improvisaciones, mezclando belleza, refinamiento y subversión musical. Hizo gala de un lirismo delicioso, delicado y evocador, que a ratos recuerda a Gonzalo Rubalcaba o a Chano Domínguez, sobre todo en el fraseo resolutivo y grácil.

Stephane Grappelli decía que hay dos clases de ambientes en los que el jazz se desenvuelve mejor: o muy triste, o decididamente alegre. Virtuosa y empática, Eva Slongo optó por la alegría, intentando ser cercana dirigiéndose al público, y presentó todas las piezas en español. Abierta a muy distintos terrenos musicales –su música es la delicadeza misma– ofreció un acogedor concierto, muy corto debido al apretado programa del festival, pero brillante.

¡Que nadie les  saque de su  fantasía!

La trombonista de Brooklyn Funk Essentials, Ebba Åsman. / Pedro Saez

Love is in the air

La segunda parte del programa, reemplazando a John Pizzarelli, presentó a Brooklyn Funk Essentials, supergrupo neoyorquino surgido en la década de los 90 que destacó por su explosiva mezcla de funk, jazz, soul y hip hop.

Brooklyn Funk Essentials desmonta el funk de los 70 hasta su esencia y lo reconstruye con canciones originales y movimientos propios. El instrumental Brooklyn recycles abrió el show entre riffs contundentes, armonías cerradas y una suave y lenta chispa a cargo del saxofonista que encendió al público. «We support recycling!», dijo el guitarrista de origen jamaicano a modo de aclaración inicial. Esta música tiene un feeling especial, un flow lleno de sonidos extraños y encantadores. Los temas son frescos, melodiosos y armónicamente interesantes, y la instrumentación y el trabajo conjunto, de primera. La cantante londinense Alison Limerick, cuya larga carrera abarca desde The Style Council hasta Courtney Pine, tiene un tono magnífico, un amplio rango vocal y, con su balanceo, vive cada verso que canta; anunció que harían canciones de álbumes de hace tiempo y también nuevas, y prometió hacernos bailar. Y así fue.

La brillantez bailonga de Rollin’ (love will be there), el gigante funk AA side single, el R&B-disco a medio tiempo de How happy, la inspiradora, reivindicativa y afrobeat Scream, que termina con un grito de indignación, el clásico himno house Where love lives... condujeron directamente a los 70 reciclados. Por un momento se podía imaginar al personal bailando sobre plataformas, con cabellos rizados y pantalones de pata de elefante. Hacia la mitad del concierto comenzaba la parte más bailable, con el disco-funk de Funk ain’t ova. Un solo del baterista introdujo Miss mess (tema de su autoría), y en Magick karpet ride viajamos a Estambul a través de las melodías orientales propuestas por el saxo soprano de Loïc Gayot. Precisamente Istambul twilight nos sumergió en el dub, con el guitarrista ejerciendo de raggamuffin.

La guitarra de Desmond Foster era un torrente rítmico, admirador confeso de Nile Rodgers, mientras que Hux Nettermalm a la batería siempre sorprende con ideas que, sin perder el groove, van más allá de lo obvio. Mención aparte –en esta sección rítmica que se mueve a la perfección– para Lati Kronlund, que parecía ir en batín y pantuflas, el único superviviente, junto al teclista Kristoffer Wallman, de la formación original. El sonido de su bajo bombeó ritmos bailables durante todo el concierto.

Brooklyn Funk Essentials es un grupo donde todo el mundo destaca, como diría el recientemente fallecido Sly Stone. Sus juegos armónicos son inagotables, ya que cuentan, además de con la voz principal de Alison Limerick, con el apoyo en la parte vocal de la trombonista Ebba Asman, siendo un complemento perfecto, y del guitarrista; soul y funk verdaderamente disfrutón, sobre todo para fans del sonido de la vieja escuela. No se hicieron mucho de rogar antes de salir de nuevo a escena con The creator has a master plan de Pharoah Sanders, que alcanzó un éxito underground. A estas alturas ya nadie en el auditorio podía dejar de mover los pies y las caderas; todos sucumbieron al contagioso groove de Brooklyn Funk Essentials. «Love is in the air», aseguró la vocalista al inicio del concierto. Su música es una fuerza para el bien, como diría Coltrane. Que nadie les saque de su fantasía. Eso sí, nos dejaron con ganas de más.

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