Jazz San Javier

Jazz para los que no conocen el jazz

El septeto parisino Pink Turtle dio el pistoletazo de salida a la 27ª edición del festival con un concierto en la Plaza de España. En su tercera visita a la localidad, con sentido del humor y un repertorio de éxitos pop transformados a base de ingredientes jazzísticos, se metieron al público en el bolsillo

Jazz para los que no  conocen el jazz.

Jazz para los que no conocen el jazz. / Pedro Saez

Caluroso arranque con desenfado jazzero a cargo de Pink Turtle, unos magníficos entertainers, en la sesión inaugural del 27º Jazz San Javier. El año pasado se encargaron de la apertura Professor Cunnigham & His Old School, y en esta ocasión los organizadores repetían con un divertido (y didáctico) espectáculo a cargo del septeto parisino.

Jazz San Javier se define tanto por su línea artística como por sus espacios y, mientras que su línea está consagrada a lo heterogéneo y a encandilar a públicos muy diferentes, sus espacios son, sin duda, lo que mejor lo definen. El festival volvió, en su sesión inaugural, a la plaza del ayuntamiento con acento francés.

Ah, Francia, y el jazz. Su jazz, porque podemos hablar de un jazz de sensibilidad francesa que además abarca cantidad de estéticas: algunas fueron excelentemente representadas en este concierto de Pink Turtle, que actuaban por tercera vez en el festival. Lo hizo con toda naturalidad este meteórico septeto que dio rienda suelta a un jazz dinámico y swingueante en el que grupo y solistas conjugan un poderoso tejido acústico, desde lo más reflexivo a la explosión colectiva. La interpretación instrumental, con Patrick Bacqueville (trombón y voz) y Félix Hunot (guitarra y dulce voz) a la cabeza, fue un testimonio de complicidad y enorme imaginación. La implicación y entendimiento musical entre ellos es absoluta; se hizo visible y audible en las miradas que se intercambiaban continuamente y en el sonido compacto que proyectaban.

Jazz de verdad para los que no conocen el jazz, swing lleno de imaginación. En el jazz se pueden tocar todos los repertorios, como el pop de los 60 a los 80 en el que se basan Pink Turtle, deconstruyendo grandes éxitos para convertirlos mágicamente en jazz accesible. Desde siempre, los estándares del pop son platos apetitosos para otros géneros musicales, y el swing les sienta como un guante. ¿Qué hace diferente la revisión que hacen Pink Turtle? Tal vez que no es vista como una banda casual de covers, sino como un grupo de músicos de jazz empeñados en darles nueva forma. Ellos mismos se denominan «intérpretes de jazz con sentido del humor», y constituyen un conjunto de experimentados músicos que se divierten (y divierten) recreando conocidos temas pop con adecuados ingredientes jazzísticos: el swing, el ragtime, el dixieland, el jazz de Nueva Orleans o de Chicago, el sonido big band, incluso, alguna ‘modernidad’ como el cool, el West Coast o la bossa nova.

Pink Turtle ‘transformaron’ éxitos de pop, reggae, disco y rock: canciones que todos tenemos grabadas en la cabeza y que aquí encuentran una deliciosa metamorfosis con este sabor a swing. Pop in swing (2010) titularon uno de sus discos. Aquí estaban de nuevo, «buscando el mejor gazpacho», dijo el pianista en su presentación. «Esperamos que reconozcas al menos una canción», anunció, y todo el mundo entró al juego, que ofrecía alguna dificultad por los arreglos y los continuos cambios de ritmo; tal vez la más irreconocible fuera Everybody’s got to learn sometime de los Korgis, que introdujeron con unas notas de Starway to Heaven de Led Zeppelin, tratándola con ritmo de bossa.

Empezaron con Walk on the wild side (Lou Reed). Hotel California (Eagles ) cantaban como una orquesta extravagante en un musical de Broadway. Los Bee Gees devinieron Louis Prima para How deep is you love, a veces boogie, a veces romántico. A hard day’s night (The Beatles) la convirtieron en una pieza instrumental con aire de funeral march; de Bob Marley transformaron su Get up stand up en algo muy swing, y Money, money, money de Abba la presentaron en clave jazz manouche. Mencionemos también una versión al estilo de Cab Calloway del universal Smoke on the water, de Deep Purple. «¿Queréis cantar con nosotros?», preguntó el trombonista, e hicieron partícipe al público en el estribillo, que aligeraron de peso. Y se pusieron a scatear, incluso dejaron caer algunos trinos de yodel tirolés en You can feel it all over de Stevie Wonder

Y qué decir de la versión bossa nova, un tanto kitsch, de Born to be alive, de Patrick Hernandez (como si la hubiera compuesto en Copacabana), que cantó el batería disfrazado, dirigiendo al público para hacer el sonido de las olas (me recordó al Mastropiero de Les Luthiers). Descubrir los demás temas –sorprendentes, seductores y alegres– se convirtió en una especie de ‘juego de las versiones’, un auténtico deleite. Con un triángulo iniciaron We are the champions (Queen), que terminó con los músicos en una imagen congelada. Como parte del show, el pianista propuso al público participar en un juego que consistía en adivinar nombre e intérprete de la canción que vendría inmediatamente, regalando un CD; resultó ser Can’t take my eyes off you. Hubo cambios de ritmo abruptos en Every breath you take (Police), y el saxo puso la línea melódica en un Imagine instrumental con un punto reggae (creo que a Lennon no le habría importado). A Hey Jude la bañaron en los ritmos tradicionales de Nueva Orleans.

Someter a la prueba del swing a todas esas canciones instaladas en la memoria y salir bien parado es una tarea considerable que no parece intimidar a Pink Turtle: los arreglos vocales e instrumentales son tan elaborados y efectivos como siempre, tanto en los temas más dinámicos como en los de interpretación más sobria. El bis empezó con los primeros fraseos de Yesterday a piano y guitarra, que se fundió con Fifty ways to leave your lover (Paul Simon ), y The sound of silence (Simon & Garfunkel), cantada a capela por todos los miembros del conjunto, que sirvió para promocionar su CD, dejar los instrumentos y marcharse. Al final, el batería, despistado, sigue tocando y tienen que avisarle.

El trabajo de estos chicos traviesos del jazz va más allá de la anécdota y aporta sólidos argumentos musicales. A sus muchas cualidades suman su enorme capacidad y gusto por conectar con el público. Si a la buena música se le une el buen humor, el asunto no puede resultar más que tremendamente gozoso.

Fue un acierto abrir el Jazz San Javier con un programa tan ameno y familiar (en su anterior visita, Pink Turtle actuaron en la clausura). Un bonito refresco para un verano sonriente, festivo y caluroso, que devuelve la esencia del swing: el verdadero entretenimiento.

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