Concierto

Hasta siempre, Sabina: el cantautor ofrece su último concierto en Murcia este viernes

Un momento del concierto de Joaquín Sabina este miércoles en la Plaza de Toros de Murcia

Un momento del concierto de Joaquín Sabina este miércoles en la Plaza de Toros de Murcia / Israel Sánchez

Triunfador con aire canalla, flaco y calavera, Joaquín Sabina, magnífico letrista al que no le va la etiqueta, inspirado narrador de agridulces historias urbanas y nocturnas, supongo que ya no utiliza como lema aquella frase de Scott Fitzgerald (‘yo hablo con la autoridad que me da el fracaso’), y está de nuevo en la carretera.

Este "Baudelaire con guitarra madrileña" (según García Montero), a quien la Junta Directiva de SGAE ha reconocido con una de sus Medallas de Honor por ser referente indiscutible de la canción de autor, regresa a los escenarios para despedirse con la gira Hola y adiós, que hará escala en Murcia On (viernes 27), demostrando que, con esa voz, una guitarra y letras que atraviesan épocas, se puede emocionar a miles de personas.

El cantautor y poeta, que en febrero cumplió 76 años, ha decidido decir adiós con dignidad antes de que sus facultades dejen de acompañarle, y sigue llenando estadios. Este 'hola y adiós', dice, es su última gira grande. La inició en febrero de 2025 recorriendo México, Estados Unidos, Costa Rica, Colombia, Perú, Chile, Uruguay y Argentina. Durante once semanas ofreció 28 conciertos en 13 ciudades, celebrando una carrera marcada por canciones que ya forman parte del imaginario colectivo en español. Tras una breve pausa, ha seguido rumbo a España y Europa ( Royal Albert Music Hall de Londres, Olympia de París) , hasta finalizar los conciertos el próximo mes de noviembre.

La anterior gira de Joaquín Sabina, durante 2023, fue, contra todo pronóstico, la más rotunda de su dilatada carrera. La ilusión, profesionalidad y experiencia del maestro de Úbeda vencieron el vértigo inicial, contagiando alegría y energía a sus músicos, impregnando las interpretaciones de arrebolada sensibilidad y ganándose a un público —más de 700.000 personas en casi 60 conciertos por una docena de países— volcado, entusiasmado y conmovido.

Pero antes hizo triplete: lanzó un tema inédito: Un último vals, guiño canalla (cómo no) al mundo: no está dispuesto a recorrer este tramo vital suyo sin dibujar sonrisas y brindar cariño. Un último vals cuenta con la ayuda de sus habituales estos últimos años: Leiva en la parte musical y en los arreglos, y Benjamín Prado coescribiendo letras. También presentó un emotivo videoclip dirigido por Fernando León de Aranoa -la canción tiene mucho de inventario, de despedida, de confesión. Nada más cinematográfico que hacérsela a un barman, a esa hora en que los bares a punto están de cerrar´- , y anunció su gira española.

Los discos de Sabina se fueron espaciando cada vez más, y aunque seguían conteniendo momentos de indudable inspiración, no volvió a alcanzar las cotas de genialidad de su época disoluta. Buscó refugio en la literatura (publicó varios poemarios), hizo varias giras con su amigo Serrat, moderó costumbres, cambió de hábitos. Ya no era el kamikaze que cantaba lo que vivía, sino un compositor adulto que escribía sobre lo que recordaba. La urgencia había dejado paso a la melancolía. Su último álbum de estudio fue Lo niego todo (2017). A estas alturas no necesita un nuevo disco para echarse a la carretera; le basta con pasear su leyenda.

  • Viernes 27 de junio
  • Plaza de Toros, Murcia.
  • 22.00 horas. Desde 75 €

Después de casi 50 años en la cima, Joaquín Sabina ha sabido aunar a varias generaciones, reciclándose a sí mismo y entusiasmando como cuando salió Malas compañías. Durante años se le miró con distancia. Sí, era un buen letrista y nadie discutía su capacidad para contar historias callejeras, pero se menospreciaba su capacidad para interpretar y su dotes musicales. Hasta que en algún momento aquello cambió.

Tras 19 días y 500 noches, éxito sin parangón producido por Alejo Stivel, se concedió a Sabina patente de corso. Desde entonces publicó un emocionante disco en directo (Nos sobran los motivos), sufrió el 'marichalazo' (la gente es muy borde), a duras penas superó el trance, publicó otro disco-collage (Dímelo en la calle), un refrito (Diario de un peatón) y su particular Alivio de luto.

Superado el bache y adentrado en los setenta, Joaquín Sabina es ahora un señor dedicado a cultivar las palabras. Lleva una vida medianamente estable que le permite disfrutar más del día a día que de la noche a noche. Él mismo ha reconocido su peculiar metamorfosis. El tiempo pasa (sus percances de salud están ahí), pero Sabina no pasa con el tiempo. Cuando suena un solo segundo se abren las compuertas emocionales de quien vivió lo que canta y cuenta (“converso con el hombre que siempre va conmigo”). Si quisiera, podría embarcarse en una interminable gira tocando un descomunal repertorio de himnos, pero esta vez viene a despedirse.

Tracking Pixel Contents