Entrevista | Luis Leante Ecritor
"Cada uno es, realmente, no como él cree, sino como lo ven sus amigos"
El caravaqueño presenta mañana, a las 19.00 horas, en la Sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Murcia, su último trabajo, ‘Interpretación de la mentira’ (2025), una nueva novela sobre escritores con «mucho que destapar»

El escritor caravaqueño Luis Leante posa con un ejemplar de su nuevo libro, 'Interpretación de la mentira'. / L.O.
Dice Luis Leante que tiene «poca imaginación», pero lo que no le falta son recursos ni capacidad para ver el potencial en lo que le rodea, por normal que parezca. Acaba de publicar Interpretación de la mentira (M.A.R. Editor, 2025), una novela en la que busca «la complicidad del lector» para contar un relato con muchas aristas: el de dos escritores espejados con una intrahistoria metaliteraria que avanza en paralelo. Por eso es una de las novelas que más años le ha llevado escribir, una de las que más de cerca le ha tocado, y por eso se perdió, aunque con gusto, por el camino. Mañana presenta el resultado, con la colaboración de José Antonio Molina Gómez, en la Sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Murcia (19.00 horas).
¿Cómo se siente al tener ya en la calle esta novela? Ha estado años escribiéndola...
Puede que suene a tópico si digo que con cada libro siento la misma emoción, ilusión y euforia que experimenté con el primero, pero cada vez que llega una nueva novela mía a las librerías es como cumplir un sueño de adolescente. Y esta, como la mayoría de las que he publicado, es el trabajo de años, sí. Yo soy muy lento para escribir; por lo general, no escribo más de 300 palabras en una jornada de seis horas. Y, además, reescribo mucho, corrijo y vuelvo a empezar de cero. Pero esta novela es una de las que más he trabajado desde que empecé a escribir hace más de cuarenta años.
Y ¿qué tal el recibimiento de los lectores? La presentó en la Feria del Libro de Madrid, enseguida en Murcia... Le habrán llegado ya algunos comentarios.
Todavía es pronto para hacerme una idea. Efectivamente, estuve con ella en la Feria del Libro de Madrid hace unos días, pero la tinta estaba todavía caliente, así que todavía no he hablado con nadie que la haya leído. Para ser exacto, aparte del editor y el agente literario, solo la ha leído un buen amigo mío, y sé que le ha gustado mucho, pero las opiniones de las amistades siempre hay que ponerlas en cuarentena porque están hechas desde el cariño.
Volviendo a eso que comentaba al principio: lo de los «años de escritura». ¿Por qué? ¿No encontraba el momento de dedicarse a esta historia, o ha sido particularmente complicada de escribir?
No hay dos novelas iguales de todas las que he publicado. Cada una tiene sus particularidades y dificultades propias. En este caso, Interpretación de la mentira es una historia en la que la trama no es lo más importante, sino el tono de la narración y una intrahistoria oculta que el lector no percibe hasta que no termina de leerla. Encontrar eso ha sido muy complicado. Dicho así puede sonar a boutade, pero no lo es en absoluto. Además de la estructura de la trama y la elección del narrador, para mí lo más complicado es encontrar el tono adecuado para cada historia. Esto me puede llevar a reescribirla cuatro o cinco veces. En ocasiones, mucho más. En esta novela la trama y la estructura son aparentemente muy simples: narración lineal que se desarrolla a lo largo de cuarenta y tres años. El narrador lo tenía claro desde el primer momento: una falsa primera persona. Pero el tono me trajo de cabeza durante mucho tiempo.... Y escribir una historia durante años y mantener el mismo tono es muy complicado para mí, porque mi vida cambia, yo cambio, pero la historia debe mantener el mismo tono.
Lo pregunto por eso de que «no es una novela autobiográfica, pero...». ¿Cómo se enfrenta a escribir cuando la historia parte de sus vivencias, de su alrededor, aunque se ficcionen?
Yo creo que la mayoría de escritores crean sus historias a partir de sus vivencia; no solo lo que han vivido, sino aquello de lo que han sido testigos. Yo no parto de cero a la hora de escribir. Además, tengo poca imaginación, así que necesito crear un ‘traje’ para la historia: los lugares, los personajes, la trama principal y las secundarias. En este caso, hay muchas cosas reales y unas pocas inventadas. Pero las cosas reales no son de mi vida –bueno, algunas sí–, sino de la vida de los demás. Y las que son vivencias propias están tan disfrazadas que solo quienes las vivieron conmigo, de cerca, podrían reconocerlas. No me gusta nada la autoficción, pero tampoco tengo una gran capacidad para fabular, así que acudo a las herramientas que tengo a mi alcance, es decir, mi experiencia.
Pero... ¿se puede decir que en esta novela hay más de usted que en cualquier otra, o no? ¿Qué la diferencia de las anteriores en este sentido?
El protagonista cuenta su historia desde que tenía 17 años, vivía en un pueblo y soñaba con ser escritor, y en esas conoce a otra persona con sus mismos sueños y entre los dos surge una amistad que dura más de cuarenta años. Dicho así, ese es el resumen de mi vida. Por lo tanto, aunque no quise contar mi vida, en esa historia hay muchas cosas que rozan el límite entre lo que es mío y lo que es de los demás. En este sentido, nunca había escrito sobre un tema que me tocara tan de cerca, y eso la hace diferente. Únicamente en Academia Europa (2003), novela de iniciación que rescató M.A.R. Editor el año pasado, me he visto reflejado aun sin ser autobiográfica. En el resto de historias que he escrito, aparezco muy escondido entre los personajes, una especie de regidor o director de obra que dice a cada uno dónde debe colocarse y cuando debe empezar y terminar su intervención.
Quizá le he empezado a preguntar por el tejado, volvamos a lo básico: ¿de qué va Interpretación de la mentira? ¿Quiénes son sus dos protagonistas?
El falso narrador podría ser yo, pero no lo soy. Se trata de un chico con sueños literarios que conoce a los 17 años a Celso D’Atri, otro aspirante a escritor, un año mayor que él, con el que hay muchas cosas en común, pero muchas más que los diferencias, entre ellas, el estatus social. El uno es el espejo del otro. Sin embargo, aunque la novela cuenta esta relación, con sus altibajos, a lo largo de los años, lo que pretendo es fortalecer mi tesis personal de que cada uno es, realmente, no como él cree, sino como lo ven sus amigos, o los demás.
Explíquese.
¿Cuál es la imagen real, la que tenemos de nosotros mismos o la que los otros tienen de nosotros? Hay gente extremadamente delgada que se ve gorda, y hay gente extraordinaria, o que se considera extraordinaria, a la que los demás ven como un miserable. Y al contrario. Cuando yo tenía 17 años medía casi dos metros y pesaba 65 kilos, y alguna gente bromeaba, o directamente se burlaba de mí, por mi altura desproporcionada y mi delgadez extrema. Yo tardé años en darme cuenta de que, efectivamente, era muy alto y casi esquelético. Pero en su momento, me veía como los demás, aunque al ponerme a su lado les sacaba dos o tres cabezas. Esto es simplificarlo mucho, pero es el germen que me movió a contar esta historia.
Más allá del juego literario –por el que ahora le preguntaré en detalle–, esta es una historia tan normal como la vida misma, ¿no? Hay amistad, amor, desamor, mentiras... El relato de la vida de casi cualquiera. ¿Estos protagonistas son personas normales, o hay algo por destapar?
Sí, tan normal como la vida misma. Pero ahora deberíamos preguntarnos si la vida es normal. Yo lo dudo cada día más. Al final, estoy llegando a pensar que la literatura es más normal que la vida. Pero sí, esta novela habla de cosas normales: todo eso que has mencionado y mucho más, aunque a veces la normalidad se fuerza tanto en la novela que se llega a la anormalidad... Sin embargo, al mismo tiempo que nos deslizamos sobre vidas normales, por debajo hay una historia que el lector no percibe al principio –aunque hay algunas pistas durante la novela– y al final resulta que nada, o casi nada, es lo que parece. En fin, que sí, que hay mucho que destapar. Pero para eso hay que tener paciencia y llegar hasta el final.
Juega con el lector en esta novela, con su proceso de lectura. ¿Qué busca involucrándole así?
Efectivamente, la novela necesita la complicidad del lector, aunque no puedo explicarlo abiertamente porque avanzaría el final. Sin embargo, sí puedo decir que Interpretación de la mentira lleva a una doble lectura. La primera es la lectura lineal que hace avanzar la historia; la segunda es una lectura que tendrá que hacer el lector para reconstruir todo lo que se le ha contado a lo largo de la novela. No digo que tenga que volver a leerla, sino a reconstruirla mentalmente. Este proceso pude llevar cinco minutos o cinco horas, depende de las ganas y el interés del lector.
Pero esta no es la única manera en la que ha traspasado barreras con este libro, porque también es una novela metaliteraria. ¿Cómo hizo para no volverse loco en el proceso, para no perderse o cuestionar cada paso que daba al escribir sobre escribir?
Pues es que me volví un poco loco. Me perdí en varias ocasiones y he estado cuestionado casi cada paso. Eso forma parte del proceso, sobre todo al inicio de la escritura, en los dos primeros borradores. Contar una historia siempre es un reto, pero la clave para mí es la forma de contarla. Y a mí me atraen mucho los caminos enrevesados, los retos en el trayecto, las zonas ‘sin cobertura’ en las que el narrador se pierda para encontrar después el camino. Porque luego, cuando encuentras el buen camino y sabes dónde estás y adónde quieres llegar..., hay pocas sensaciones que se le parezcan. Ese sentir que todo fluye cuando creías que ibas a hundirte es difícil de encontrar fuera de la creación literaria.
Se le nota satisfecho con el resultado. ¿Le quedó un retrato fiel del ejercicio del escritor?
Sí, contento. La novela se parece mucho a lo que yo tenía en la cabeza en el momento de decidir escribirla. Y aunque pueda suponerse que eso es algo normal y lógico, en la escritura no existe ni la normalidad ni la lógica. He contado justamente lo que quería y necesitaba contar. Y, aunque sé que otros escritores contarían una experiencia muy diferente, esta que aparece en la novela es muy parecida a la que yo conozco.
¿Quién cree que disfrutará más de Interpretación de la mentira, los lectores ‘rasos’ o los escritores?
Espero, sinceramente, que sean los lectores. Yo no escribo pensando en otros escritores; eso es más bien propio de los poetas, que desde hace tiempo son casi los únicos que se leen los unos a los otros. Yo aspiro a que lo que cuento haga disfrutar, pero también provocar desasosiego a cualquiera que tenga la paciencia de meterse en el libro. Y, por supuesto, los escritores son ante todo lectores, así que no trato de demonizarlos, por supuesto. Pero en mi cabeza siempre hay un hipotético lector anónimo que cuando empieza una novela solo quiere que le cuentes una historia, y luego él decidirá si te da su beneplácito o te manda a hacer gárgaras.
Cuenta que con este libro se pregunta qué mueve a un novelista a contar historias que no han sucedido (o que lo han hecho de forma diferente a la relatada). Bien, ¿qué le mueve a usted?
Llevo muchos años haciéndome esa pregunta. Llegué a escribir una serie de respuestas, porque nunca sabía qué responder, pero conforme pasaba el tiempo las iba tachando porque me parecían intentos desafortunados de ser ingenioso (mentiras, extravagancias). Al final me quedé sin respuestas. De alguna forma, con el tiempo he ido generando una sensación extraña que no sé si es respuesta a esa pregunta. Escribir es una forma de ordenar mi pensamiento. La vida ocurre muy deprisa y no da tiempo a pararse. En la escritura tú pones la velocidad, eliges lo que quieres que ocurra, reorganizas el mundo, intentas comprenderlo (algo que casi nunca consigo) y, sobre todo, intentas despertar sensaciones en otra persona. Pero no estoy seguro de que eso sea lo único, ni que sea exactamente como acabo de decir.
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