Obituario

Manuel Zarzo, una carrera de 76 años que recibió elogios hasta el último día

Fallecido este martes, al actor se le concedió su último premio el pasado sábado, en la Semana de Cine Español de Mula

El actor Manuel Zarzo, de ascendencia muleña, fallecido este martes a los 93 años.

El actor Manuel Zarzo, de ascendencia muleña, fallecido este martes a los 93 años. / EFE

Pascual Vera

Pascual Vera

Cuando la noche del pasado sábado, día 14 de junio, durante la gala de clausura de la Semana de Cine Español de Mula, recibimos la noticia de que no podría recoger su premio al Mejor Actor por el cortometraje El nuevo barrio, dirigida por su hijo, por encontrarse en la UCI, sus amigos y conocidos nos temimos lo peor. Aquel había sido su canto del cisne cinematográfico. Un trabajo en el que volvió a estar, con más de 90 años, con la socarronería y la mirada chispeante que siempre acompañó a su obra y los papeles que protagonizó. Y este cronista tuvo la enorme satisfacción de haberle concedido, junto con el resto del jurado del certamen, su último galardón.

Hasta el final de su carrera, Manuel Zarzo tuvo una carrera prolífica y enormemente dilatada que se extendió a lo largo de 125 películas y durante 76 años, en los que la cámara pasó por su lado con respeto y con cariño; con el cariño que profesa el objetivo sólo a algunos actores, a aquellos que tienen duende. Y él lo tuvo siempre. 

Manuel López Zarza –su nombre real– nació en 1932, en plena República, en una familia numerosa de Madrid. El nombre de ‘Zarzo’ vendría después, cuando a su hermano, ebanista de profesión, se le ocurrió que debían escoger un apelativo llamativo para la pareja cómica que formaba con su hermana, ya que los hermanos López tenía poco tirón artístico, por lo que sugirió el segundo apellido de la familiar, masculinizándolo.

Había nacido Manuel Zarzo, un actor que se convertiría en uno de los intérpretes con la trayectoria más amplia de nuestro país. Pero entonces, aquel jovencísimo Manuel Zarzo –hijo de un muleño y de una salmantina- no tenía ni idea de que su trabajo le llevaría a conocer a los mejores actores y directores. 

La suerte quiso que un buen día se acercara a ver un espectáculo en el que participaba un director muy prometedor que fue crucial en la incorporación del hoy veterano actor al mundo del cine: Antonio del Amo, que acababa de dirigir en el aeródromo de San Javier Alas de juventud (1949). Del Amo reparó en aquel chaval, que, pese a su exultante juventud, evolucionaba con desparpajo y elegancia por el escenario, y confió en él para darle el papel protagonista de su film Día tras día (1951), un estimable intento de cine neorrealista ambientada en el Rastro madrileño.

Luego vendría El pescador de coplas, Sierra maldita y, sobre todo, Saeta del ruiseñor. También protagonizó Los golfos, el filme con el que debutó uno de nuestros directores más insignes, Carlos Saura, y un auténtico emblema del cine sobre esa juventud desarraigada, prisioneros de la gran ciudad.

Héroe en un incendio

Manuel Zarzo se convierte en una referencia en nuestro cine, participando desde entonces en numerosas producciones, tanto españolas como italianas y francesas. Pero entonces el actor sufrió un accidente que bien podría haberle costado la vida. Fue exactamente el 23 de septiembre de 1960, cuando el joven intérprete camina despreocupado por las inmediaciones de la Puerta del Sol y un griterío llamó su atención: en unos grandes almacenes se ha producido un incendio, y los empleados comienzan a lanzarse al vacío. Zarzo reparó en una joven encaramada a una ventana que intentana arrojarse a la calle, y allí que marchó el actor para intentar detener una caída que podría haber sido mortal. Y efectivamente, logró cogerla entre sus brazos –los brazos poderosos de una persona curtida en el deporte–, pero el impacto fue demasiado fuerte, lo que le hizo perder el conocimiento y, por ello, tuvo que ser ingresado en el hospital de Atocha. Pero todo lo daba por bueno Zarzo, porque había salvado la vida de aquella joven. Una joven a la que, por cierto, nunca volvió a ver, ni para recibir las gracias por su generosa acción.

Y aunque los dolores se convirtieron en perennes compañeros de viaje para el actor y tuvo que operarse varias veces, aquello no fue obstáculo para que Zarzo reemprendiera una carrera llena de papeles en cine, televisión y teatro.

Aprendiendo de los mejores

Acompañó a Paco Rabal en Llanto por un bandido, de Carlos Saura; a José Luis Ozores en Suspendido en sinvergüenza, de Mariano Ozores; a Conchita Velasco y Juanjo Menéndez en Susana, de Mariano Ozores; a José Luis López Vázquez en El vikingo; a Paco Martínez Soria en El abuelo tiene un plan, de Pedro Lazaga; a López Vázquez, José Sacristán, Rafael Alonso y Guadalupe Muñoz Sampedro en Lo verde empieza en los Pirineos, de Vicente Escrivá, y a María Luisa San José, Amparo Soler Leal, Antonio Ferrandis, Manuel Aleixandre y, de nuevo, a Sacristán en Los nuevos españoles, de Roberto Bodegas, la película insignia de aquella Tercera Vía.

Tuvo la oportunidad de aprender con los mejores: José Bódalo, José María Rodero, Fernando Rey, Paco Rabal… «Yo he aprendido en la obra, el mejor lugar, el sitio en el que uno puede ver cómo los mejores actores se desenvuelven es en un plató o en un escenario», me comentó un día.

Y también con los mejores directores: Carlos Saura, Lazaga, Mario Camus, Gonzalo Suárez, Pedro Masó, Almodóvar, Vicente Aranda, Jaime de Armiñán, Javier Aguirre, Francesc Betriú, Miguel Albaladejo, José Luis Garci… 

A pesar de su popularidad, Zarzo nunca se consideró una estrella, «más bien me considero un obrero de la interpretación –decía–. Cuando algunos jóvenes me llaman ‘maestro’ me choca un poco, porque yo sigo aprendiendo. He aprendido mucho de todos, de quienes lo han bordado y de quienes no lo han hecho tan bien, porque de toda la gente y de todos los casos se pueden aprender». Esto me confesó el actor rondando los noventa, lo que habla muy a las claras de su carácter siempre humilde y entusiasta. 

Gran persona y excelente actor. Descansa en paz, querido Manolo.

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