Literatura
Los sonetos de Shakespeare cobran vida en español 400 años después
Ángel-Luis Pujante, catedrático emérito de la Universidad de Murcia y uno de los más importantes traductores al castellano del Bardo de Avon, publica con Espasa una selección de medio centenar de estos poemas de catorce sílabas, generalmente endecasílabos

El profesor Ángel Luis Pujante durante una conferencia. / L.O.
Son muchos los retos que se ha planteado a lo largo de su vida en torno a Shakespeare y su obra el ahora catedrático emérito de Filología Inglesa de la Universidad de Murcia Ángel-Luis Pujante. A las muchas traducciones realizadas a lo largo de su quehacer académico, todas ellas hechas con una meticulosidad que ya es marca de la casa, se suman diversas publicaciones sobre la obra shakesperiana, como Shakespeare llega a España. Ilustración y Romanticismo (2019), una de las últimas, en la que profundizaba en la relación de la obra del escritor británico con nuestro país y su acogida por parte de la crítica desde las primeras ediciones españolas.
A todas esas obras se une ahora William Shakespeare. 50 sonetos (2025), una cuidada selección de medio centenar de los 154 sonetos de que escribió el Bardo de Avon, una joya con apariencia de tal desde la misma –cuidada– estética de la publicación, realizada en edición bilingüe para poder degustar cada uno de los sonetos en ambos idiomas. La obra ha sido publicada por la colección ‘Espasa Clásicos’ de Editorial Planeta.
Se incluyen en esta edición los más célebres sonetos escritos por el genial dramaturgo británico, los más elogiados, memorables y comentados a lo largo de los siglos, cuya lectura global da una idea muy precisa de la gran variedad de temas que abordó en ellos Shakespeare: la muerte, el paso destructor del tiempo, el ansia por sobrevivir…, ideas todas ellas presididas siempre por un sentimiento amoroso que el escritor sabe describir con la fina elegancia que siempre demostró con su pluma.
Pujante ha tenido especial esmero al verter en el molde inamovible y eufónico del soneto isabelino –tres cuartetos endecasílabos y un pareado final, todos con rima consonante ‘abab’–, estudiando y traduciendo cada uno de los versos con especial cuidado con el fin de producir la musicalidad, el ritmo, la fluidez y el aliento poético aplicable al original, de forma que puedan ser degustados con placer por el lector de nuestros días cuatrocientos años después de haber sido concebidos, una tarea enormemente complicada de la que Pujante sale airoso.
Asegura que ha huido conscientemente en esta traducción de interpretaciones biográficas y especulaciones diversas que tanto han afectado, en su opinión, a la lectura y comprensión de estos sonetos a lo largo del tiempo y que ha sido exclusivamente la calidad el criterio por el que se ha guiado, así como la variedad de tonos, argumentos y el impacto poético que produce su lectura.
Comenta el traductor, y da fe de ello este cronista, no haber escatimado tiempo ni esfuerzos a la hora de trasladarlos con la rima en consonante, pues está convencido de que los más logrados sonetos, tanto los isabelinos como los españoles, «convencen tanto más porque riman».
Plantea Pujante en el prólogo la predilección histórica por los sonetos de Shakespeare por parte de numerosas personas en situaciones especialmente extremas, en la confianza de que su lectura les ayudaría a mitigar su dolor, incluidos los casos de diversas personas durante su cautiverio.
Fue el romanticismo, especialmente el alemán, a través de Goethe, el que comenzó a interesarse por ellos como fragmentos de una confesión continuada de su autor, algo que muchos otros autores, sin embargo, han desmentido por carecer de rigor alguno. En lo que sí coinciden unos y otros, tanto quienes ven estos sonetos como obras anunciadoras de la personalidad de su autor como los que piensan diferente, es en el hecho de que pocas piezas de la literatura universal describen el sentimiento amoroso de manera tan apasionada como en ellos.
Tribulaciones de un traductor
El soneto es una forma cerrada de catorce versos rimados en los que se desarrolla un argumento sobre alguna idea o sentimiento. En su forma isabelina se aspira a destacar el argumento y ser aún más convincente que en el soneto italiano o español, especialmente en el ‘golpe’ del pareado final, comenta el traductor.
Todo esto se ha propuesto mantenerlo en esta obra Pujante, que ha leído y releído cada soneto hasta apropiarse de su mensaje y de su esencia: «El lenguaje de los sonetos de Shakespeare no es nada fácil, como lo demuestra el hecho de que en algunas ediciones inglesas llegan a dedicar a veces párrafos y párrafos para explicar el posible significado de un solo verso o una sola palabra».
Asegura Pujante que verter un soneto a nuestro idioma requiere paciencia si se quiere que no falten las rimas, porque, como decíamos, los sonetos más logrados (ingleses, españoles o italianos) «convencen tanto más porque riman». Añade que «encontrar las rimas puede ser más fácil en español que en otras lenguas por las desinencias consonantes en muchos sustantivos, adjetivos y verbos, pero esto puede ser una trampa, porque puede llevarte a una rima fácil que llegue a desviar o falsear el sentido y el estilo del soneto en cuestión, y estos hay que mantenerlos». Asegura que «trasladar un soneto con la rima apropiada forma parte de un proceso más amplio, comparable al de escribir un soneto propio, pero es más difícil porque tienes que atenerte a la palabra del original y no alejarte de ella arbitrariamente». Por eso, más que de ‘traducción’ –comenta Pujante– habría que hablar en casos como estos de ‘transcreación’, y añade que, a veces, «tratándose de poesía, una extrema fidelidad supone una infidelidad extrema», una paradoja que él tiene siempre muy presente en sus traducciones.
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