En su rincón
Paulino Regadera, navegar contra el viento
"La vela latina es un patrimonio que hay que conservar, una de las actividades más sostenibles en contacto con la naturaleza"

Paulino Regadera, en una regata de vela latina. / Javier Lorente
Ayer sábado se celebró la Segunda Regata de embarcaciones tradicionales de vela latina en la zona norte de La Manga del Mar Menor, una iniciativa de la Asociación de vecinos y de su presidente, Paulino Regadera Sánchez, un enamorado del mar y de estas antiguas embarcaciones que, desde tiempos de los romanos, hace más de dos mil años, ya se usaban en todo el Mediterráneo para viajar, transportar y pescar. Hoy, en estos tiempos de naves a motor, más rápidas y ruidosas, estos ingenios, un día revolucionarios, útiles y abundantes, son cada vez más escasos y parte de nuestro patrimonio en peligro. Su defensa y promoción es toda una apuesta por una cultura lenta y natural que no debemos perder.
Paulino me habla con entusiasmo de su pasión por el mar y por la vela: «Yo me crié en el caserío de Las Casas Nuevas de Pozo Estrecho, mi madre era de allí y mi padre, que venía de Sevilla, era un trabajador de Bazán, y de él heredé el amor a los barcos. Estudié Automoción en Torre Pacheco y después me especialicé en mantenimiento industrial. He trabajado muchos años en una empresa de salvamento marítimo y de mantenimiento de buques, incluso de barcos de guerra y de submarinos en el Arsenal», y añade: «Trabajé en la restauración de un antiguo barco de madera y vela, un antiguo pesquero, para adaptarlo como buque escuela a gentes de movilidad reducida y con problemas de visión y limitaciones auditivas. Lamentablemente, aquella goleta, por problemas legales, nunca salió de las instalaciones de Navantia, pero a mí me ayudó a enamorarme más de la vela. Con el tiempo, me aficioné a la lectura de libros técnicos y de literatura sobre barcos antiguos y sobre la vela latina».
Paulino es el Presidente de la Asociación de Vecinos de La Manga Norte: «Desde 1997 he trabajado en la limpieza medioambiental de fondos marinos y playas, en colaboración con comunidades de propietarios. Nos dimos cuenta que sería más útil si creábamos una Asociación de Vecinos. Poco a poco fuimos haciendo más actividades, incluso coloquios, charlas de biólogos y otros especialistas. Nuestra preocupación por la cultura, la historia, la naturaleza y el Mar Menor ha ido a más. Poco a poco nos hemos ido acercando a la vela latina y tomamos la decisión de contribuir a que no se pierda esta antigua modalidad de navegación en nuestra laguna. Los laúdes de aquí son únicos (y no hablo de música, sino de barcos), son de menor calado que otros del Mediterráneo, por ejemplo de Cartagena (Santa Lucía) y del resto del Levante o de las islas Baleares».
Prosigue: «Nos preocupa que se pierdan, son un tesoro, queremos darlos a conocer, que los valore la gente, los niños y los jóvenes, que no queden arrumbados ni destrozados. En la Región de Murcia están declarados Bien de Interés Cultural desde 2018, a propuesta de la Consejería de Turismo, Cultura y Medio Ambiente, y parece ser que la Unesco los va a declarar Patrimonio de la Humanidad. Pero en nuestra tierra (habría que decir ‘nuestro mar’) no se apoya suficientemente por las instancias políticas, sociales, turísticas ni educativas. Doy gracias a que hay unos pocos locos de la vela latina y unas cuantas empresas que ayudan y promocionan eventos como estas regatas». «La vela latina es un patrimonio que hay que conservar, es una actividad bella, un deporte y una de las actividades más sostenibles en contacto con la naturaleza y la diversidad biológica, tan necesaria en el Mar Menor. Los pescadores artesanales han sido los que han facilitado que esta navegación haya llegado hasta nuestros días. En torno al 1920 había más de 1.500 barcos de vela latina en el Levante Español. En la actualidad hay unos 50 en nuestra Región y abundan en todo el Mediterráneo, en lugares originarios, como el río Nilo y hasta en lugares tan extraños como los lagos de Suiza», añade.
Le brillan los ojos cuando me cuenta la maravillosa sensación de navegar en un viejo laúd, de «surcar las aguas despacio, empujados por el viento, escuchando el crujir de las maderas bajo tus pies». «La vela latina nos ha dado mucho durante siglos. Hoy vemos el romanticismo de aquellos tiempos, pero era un trabajo duro, como nos cuenta en sus publicaciones Francisco Olmos (Paco el Luiso), la pesca a veces escaseaba, también se trasladaba el agua desde las fuentes de agua dulce como la de El Galán y, en ocasiones, había que recurrir al contrabando para subsistir». Se van perdiendo las palabras, tan comunes en aquellos tiempos, que nos hablan de los oficios y de las partes de un barco. Me va enumerando: «Carpinteros de ribera, palo, percha, ir a la mala (la vela va apretada al palo), ir a la buena (la vela va libre, paralela al palo), la caña (el timón), el avantista (el que va a la proa)...».
Días como el de ayer, disfrutando del inolvidable espectáculo de ver estas bellas e históricas embarcaciones que nos regalan una imagen de eternidad para nuestra laguna salada, nos llenan de emoción y nos hacen soñar aquel mar de nuestra infancia en cuyas aguas cristalinas reinaban los caballitos de mar y nunca nos teníamos que tapar los oídos por el ruido infernal de ninguna moto acuática. Seguimos hablando, compartiendo anécdotas: «No podemos perder nuestra cultura, nuestra memoria el contacto con la naturaleza, no solo porque es nuestra vida, sino porque es una riqueza, es turismo valioso y rentable. Hemos investigado con fotografías antiguas y hasta nos hemos atrevido con recuperar la vestimenta de la época». «Estamos elaborando un proyecto que va a conjugar la navegación con vela latina con los molinos de viento de vela latina del Mar Menor, los de la Manga, Salinas de Marchamalo, Cabo de Palos, etc. Haremos rutas, jornadas, charlas de expertos, exposiciones…». Es lo que tiene no ser futbolero, la vida te da para estar en mil cosas. No es de extrañar que este año la Regata haya ido a más, con gran afluencia de público y muchos puestos de artesanía, de asociaciones y de organismos, no faltando una comida de hermandad para todas las tripulaciones, la degustación de salazones y la cerveza artesana fabricada en el Mar Menor: «No me canso de dar las gracias a la colaboración de tanta gente». Incansable y generoso.
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