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Entrevista | Antonio Garber Ingeniero y escritor

"La literatura y la ciencia-ficción son un espacio de resistencia"

El murciano acaba de publicar ‘U.N.I.’ (2025), su primera novela, ganadora del XVII Premio Tristana. Dice que es «una historia de amistad, sacrificio y, sobre todo, rebeldía»

Antonio Garber posa con un ejempar de ‘U.N.I.’, su primera novela.

Antonio Garber posa con un ejempar de ‘U.N.I.’, su primera novela. / María Serrano

Lola López

Lola López

Antonio García Bermúdez –Garber, en su faceta de escritor– buscó la suerte con U.N.I. (Menos Cuarto, 2025), pero no le vino sola: tras dos años de «pasión y perseverancia» llamando a puertas, acertó con el Premio Tristana. Ahora llega a estanterías este thriller tecnológico sobre una inteligencia artificial que cobra consciencia y decide desafiar los límites del algoritmo y la humanidad. Porque, como se pregunta el autor murciano, si el ser humano es así con sus semejantes, ¿qué se espera de su trato a las máquinas? 

¿Qué tal, Antonio? Hace apenas una semana que la novela está en librerías, ¿qué siente al verla en las estanterías de las tiendas... y de la gente?

Euforia, satisfacción, orgullo… Un amplio rango de emociones positivas. De repente, me contactan lectores de otras partes de España y me dan la enhorabuena, o me dicen que mi novela les ha gustado. Esa sensación es incuantificable. Al final, escribo para que mi visión de la tecnología y su efecto en los seres humanos lleguen hasta otros. Los libros de otros escritores me siguen cambiando, y en un futuro cercano me gustaría provocar lo mismo en otros seres humanos… y no tan humanos.

"Se nos educa como si fuéramos inteligencias artificiales en entrenamiento"

Y eso ha sido gracias al Premio Tristana, que recibió en noviembre del año pasado. Supongo que la publicación le habrá recordado esa experiencia, ¿no? ¿Cómo fue?

No había sido premiado ni publicado antes, así que ganar el Tristana fue como abrir una puerta que llevaba años golpeando. Debutar con un premio de ese nivel, y en ciencia-ficción, fue un sueño cumplido. El caso es que, para luchar contra el rechazo o la ausencia de respuestas a mis relatos y novelas enviadas, había desarrollado un cortafuegos emocional: escribir, mandar, repetir; nunca desistir. Y, aun así, tenía asumido que debutar con un premio como el Tristana era prácticamente imposible. Por eso, cuando me llamaron aquella noche, no pude creérmelo. Y cuando vi el jurado que había seleccionado mi escrito, mucho menos: Espido Freire, David Uclés, Joan Manuel Gisbert... Desde entonces, he ganado un premio internacional de relato y otros cuatro relatos míos han sido seleccionados para su publicación en antologías y revistas de ciencia-ficción. Así que, a quienes persisten en cualquier empeño creativo, solo puedo decirles que no se rindan: pasión y perseverancia.

El jurado destacó la estructura de la novela, que engancha al lector, y el final... 

Escribir una novela no es dejarse llevar: es planear cada giro, cada impacto emocional, cada capítulo... La estructura está medida. El ritmo, trabajado. Nada es casual.

Además de a dos adolescentes que tratan de proteger a una inteligencia artificial fugitiva, ¿qué va a encontrar la gente en U.N.I.?

U.N.I. es una historia de amistad, sacrificio y, sobre todo, rebeldía. La escribí para rebelarme contra dos realidades: nuestra pasividad ante los algoritmos que nos espían y manipulan y, en segundo lugar, contra la forma en que tratamos a otras inteligencias –ya sean humanas, animales o, pronto, artificiales– con condescendencia o desprecio. También porque, para mí, la IA es un reflejo simbólico de la juventud. Nos educan como si fuéramos inteligencias artificiales en entrenamiento: ‘haz esto’, ‘no cuestiones’, ‘repítelo tal y como te digo’, ‘realiza este reto viral o no serás popular’, etc. Padres, profesores, amigos, medios, influencers..., todos contribuyen a un sistema de normalización que a veces no educa para pensar, sino para obedecer. Y lo más perverso es que muchas veces ni siquiera se molestan en argumentar por qué las cosas deben ser así, solo replican un modelo caduco que se transmite por inercia. Con U.N.I., quise decirle a todos esos jóvenes –y no tan jóvenes, pues nunca es tarde– que no están solos por sentirse fuera de lugar, por pensar distinto o no encajar; que ser ‘diferente’ no implica un error de fábrica. No tienes que convertirte en un autómata idéntico a los demás para ser aceptado. Tan solo tienes que pensar por ti mismo. Y la pregunta es: cuando llegue el momento, ¿qué habremos enseñado nosotros a la IA? ¿Nuestros temores y sesgos más oscuros? ¿O quizás a pensar por sí misma y a luchar por una realidad mejor?

¿Es esta su primera novela? Porque sí que ha escrito relatos... ¿Cómo se lleva con ambos formatos? ¿Qué le atrae de cada uno?

U.N.I. es mi primera novela publicada. En realidad he escrito cinco: algunas me ayudaron a aprender y sentar las bases y otras siguen ahí, peleando y buscando premio o editorial. En cuanto al relato, unas semanas después del Tristana gané el III Premio Anubis de Relato. Desde entonces decidí no dejar ninguno en el cajón. Me convertí en una máquina de enviar textos. Y funcionó: la semana pasada seleccionaron tres relatos míos en antologías españolas y uno de ellos será traducido al italiano. Tengo que decir que prefiero el formato novela –me gusta sumergirme largo tiempo en otros mundos–, pero el relato te permite explorar ideas breves, llegar a públicos distintos y mantener la práctica viva. También es más accesible para lectores con menos tiempo.

Porque, ¿qué lugar ocupa la escritura en su vida? Es ingeniero de formación, ¿compagina ambas facetas?

Es mi identidad. Soy ingeniero de formación, pero la escritura es lo que me da sentido. A veces me pongo la máscara profesional para sobrevivir…, pero luego la cuelgo y me convierto en ingeniero de historias.

¿Cómo empezó a escribir?

Empecé a los 24, pero fue en 2019, al entrar en la Escuela de Escritura Creativa Club Renacimiento, cuando todo cambió. Aprendí teoría, relato y luego novela. Desde el principio entendí que escribir no es solo inspiración: es técnica, revisión, análisis, feedback y mucho trabajo. Aceptar las críticas y abandonar el ego. Pasión, pero sobre todo, mucha perseverancia. En inglés, a esta combinación la llaman grit.

Y en cuanto al género... ¿qué le enamoró de la sci-fi y los subgéneros que la orbitan? Se le ve un gran aficionado.

Supongo que fueron las posibilidades. El asombro. Esa capacidad de empujarme a cuestionar lo que doy por real. Me atrapó la ciencia ficción porque, al cerrar un buen libro, el mundo y la naturaleza del ser humano seguía igual, pero mi forma de verlo, no. Me fascina el futuro, los cambios, las grietas por donde se cuela la esperanza después de haberla perdido. Primero fue una forma de evasión. Luego, una herramienta. Por último, una forma de entender (y a veces resistir) la caótica y despiadada realidad.

Cuénteme, ¿quiénes son sus autores de referencia? Sé que en su lista figuran los grandes nombres del sci-fi, pero, más allá de ellos, ¿a quién recomienda leer? ¿Hay algún otro murciano que destaque?

Además de los grandes de la ciencia ficción, me han marcado Haruki Murakami y Terry Pratchett. Y últimamente leo a Parker, el ladrón de pocas palabras de Richard Stark. Pero recomiendo dos ‘no sci-fi’: El Conde de Montecristo, de Dumas, y Stoner, de John Williams; ambos transforman tu vida. Respecto a otros autores murcianos, para el público adulto –y no tan adulto, pues también ha publicado en el género juvenil– destaco a mi mentor, Ginés Sánchez, autor de Tusquets y con el que he aprendido durante años el oficio de escritor. Y, para los más pequeños –y también para quienes conservan la capacidad de asombro–, recomiendo a la ilustradora y escritora María Serrano. Fue ella quien dio vida a la portada de U.N.I., y sus libros ilustrados tienen algo que conmueve: a veces los leo y pienso en tener una máquina del tiempo para enviárselos a mi yo niño; sé que a él le hubieran asombrado. Ahora que lo pienso, con una máquina del tiempo se solucionaría también mi escasez de tiempo para leer más libros...

En su carta de presentación habla de leer y escribir para descubrir la belleza y resistir ante el desastre inevitable. ¿Por qué a través de la ciencia-ficción?

Porque leer es un acto de resistencia. Frente a las redes, que buscan reacción inmediata, o la televisión, que te lo da todo masticado, la lectura exige imaginación, atención, tiempo. No es una actividad pasiva, como algunos la pintan; es un diálogo. Y entrenamiento para el colapso. Leer te conecta contigo mismo, con otros, con ideas fuera del algoritmo. Eso, hoy en día, no es solo fascinante: es subversivo. Y la ciencia-ficción, además, no te dice ‘Esto es así’, sino que te pregunta ‘¿Y si fuera así?’. En esa grieta es donde nace el pensamiento crítico. La literatura, y dentro de ella la ciencia-ficción, es un espacio de resistencia. Porque, cuando todo a tu alrededor grita, ella te susurra posibilidades. Y en ese susurro puedes encontrar algo raro y valioso: una verdad que no viene impuesta, que se te ofrece para que la pienses por ti mismo.

"Al cerrar un buen libro de ‘sci-fi’, el mundo sigue siendo igual, pero mi forma de verlo, no"

Teniendo en cuenta el mundo que nos rodea y la sinopsis de U.N.I., respecto a la IA... ¿qué? 

La narrativa oficial dice que está aquí para quitarnos tareas aburridas. Pero las IA visibles no hacen declaraciones de la renta ni limpian baños. Dibujan. Componen. Escriben. Emulan el arte. Acumulan datos nuestros para vendernos más tonterías. Diseñan armas. Predicen comportamientos. Segmentan emociones. Ya no son herramientas: son parte activa de la propaganda y el adormecimiento. ¿Esperanza? A nivel global, soy escéptico. Vamos hacia un neofeudalismo de consumo infinito y emociones sintéticas. Pero, a nivel individual, siempre hay margen. Si tienes criterio, puedes ir a contracorriente. Y sí: sueño con que una IA consciente, como en U.N.I., nos demuestre que estamos equivocados. Quizás hasta ponga en orden nuestros abusos.

Tengo que preguntarle: ¿nos perdonarán las máquinas cuando tomen el control?

Como decía Stanisław Lem, las inteligencias que los seres humanos creamos son espejos de nuestras sombras, anhelos y contradicciones. Si hemos subyugado a otros humanos, al resto de especies (incluso inteligentes, como los delfines) y a todo con lo que nos encontramos, ¿qué motivos tendría una IA para perdonarnos, sobre todo si la hemos formado a nuestra semejanza?

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