Fructuoso se pasa al óleo y regresa a T20 ocho años después

«Hemos analizado las sucesiones, los procesos y su velocidad y otras tantas cuestiones, pero no hay una historia del tiempo de secado de las pinturas», reflexiona el historiador y galerista Nacho Ruiz. «No se trata en las biografías de los artistas. No se dice en ninguna que recuerde algo como que ‘Warhol esperó un par de horas a que secase la serigrafía de Elvis’ o que ‘Velázquez se consumía esperando que aquello secase para dar la siguiente veladura al Condeduque’», continúa el codirector de T20. Y, sin embargo, «el tiempo de secado de las obras cambia todo», asegura.

Lo hace con motivo de una exposición que es especial por muchos motivos. Para empezar porque todo lo que están haciendo este año él y Carolina Parra en su espacio de la calle Victorio de Murcia tiene una pátina de celebración, ya que la galería cumple veinticinco años en este 2025. Pero también porque, ocho años después –casi un tercio de la vida del proyecto– regresa a sus paredes la obra de un artista sin el que es imposible entender este primer cuarto de siglo de T20: Miguel Fructuoso.

El murciano forma parte, junto a Sonia Navarro y FOD, del trío de artistas que siempre ha estado ahí para la pareja de galeristas; de hecho, cuando hablamos de ocho años de ‘ausencia’, hay que hacer algún matiz: Fructuoso es uno de los fijos de T20 en ARCO y no hace tanto expuso algo de obra en los mismos muros que hoy ocupa en solitario. Y ahí está la clave de esta muestra: que es en solitario. Porque la última vez fue, precisamente junto a Navarro y FOD, en la muestra colectiva Old masters (2029), con motivo de otro aniversario, el vigésimo de este espacio.

Un "cambio grande"

Pero hay un tercer motivo por el que esta muestra es especial, casi genuina, y que está directamente relacionado con la citada reflexión de Nacho Ruiz: «Él siempre ha pintado en acrílico de forma programática, y ahora, pasados los 50, se ha pasado al óleo. Es un cambio grande», valora el galerista. Por supuesto, Fructuoso se mantiene fiel a su particular estilo –a veces caótico, a veces geométrico; en ocasiones colorido, en otras, apagado–, pero explora en esta serie nuevos materiales, texturas y, por supuesto, tiempos. De hecho, la muestra se titula, con cierta ironía, Todo está seco.

Lo que tampoco cambia es la imprevisibilidad de su obra, ese cierto riesgo que él siempre toma. Y este no es en Fructuoso un concepto meramente estético, sino también filosófico. Por eso todo tiene sentido. Y es que, por más que en la propia historia del óleo está «la esencia de la pintura del siglo XX», de un tiempo ya pasado, hoy el arte «no sería entendible sin Immendorf, Polke, Richter u otros tantos expresionistas de los años ochenta en Estados Unidos e Italia. Sin embargo –añade Ruiz–, hoy todos esos pintores han pasado a ser clásicos, con lo que el medio usado también lo es: el acrílico es clásico porque ya somos mayores».

«La militancia de los noventa –continúa el galerista, en alusión directa a Fructuoso– implicaba el acrílico y el uso del rastelbirde llevados a su lenguaje y su terreno. Y el paso de los 2000 y su propia madurez introducía formas densas y fluidas en las que Miguel estiraba las posibilidades expresivas del medio». Ahora, en 2025, el murciano se desvincula de todo eso, «como siempre ha hecho», y apuesta por el óleo, lo que tiene «una extraña lógica», en palabras de Ruiz, atendiendo sobre todo a su disruptiva trayectoria. Además, dice el experto que la verdadera frontera entre un material y el otro está en la «pureza», y que en la exposición que desde anoche puede visitarse en T20 Fructuoso se presenta «en estado ferozmente puro».