Arte
El Gaya bautiza una de sus salas con el nombre de Isabel Verdejo
La viuda del pintor descubrió este viernes, por sorpresa, la placa con la que el museo y el Ayuntamiento agradecen su indiscutible labor

Israel Sánchez
Murcia añora a Gaya. El cariño que la ciudad le profesa a uno de sus más grandes artistas es indiscutible y notorio. De hecho, hay un espacio en la Plaza de Santa Catalina que lo demuestra casi a diario; si no, semanalmente, con actividades de todo tipo y que no solo involucran a la figura del pintor. Porque sus amigos y seres más queridos tienen siempre hueco en el museo. De hecho, hace apenas unas semanas se rendía allí homenaje a Alicia Gaya, su hija, que visitó expresamente la capital del Segura para inaugurar una exposición que reunía –entre otras obras y objetos– los retratos que le dedicaron sus dos padres: el murciano y el inglés Cristóbal Hall, amigo del primero, que la ‘adoptó’ cuando éste se marchó al exilio en México.
Pero si hay una mujer clave en la vida y, muy especialmente, en lo que respecta al legado del pintor esa es Isabel Verdejo, su viuda. Conocida cariñosamente como ‘Cuca’, ella ha sido la encargada de conservar y posteriormente ceder buena parte de la obra de Gaya; algo que lleva haciendo durante años de manera desinteresada, en homenaje a su marido y para gozo de todos los murcianos. Por eso, la dirección del museo –encabezada por Rafael Fuster– y el Ayuntamiento de Murcia quisieron tener esta mañana un cariñoso y muy simbólico detalle con Verdejo, que acudió allí –como tantas otras veces– sin conocer la sorpresa que le tenían preparada.
"Guardiana de su legado"
Y es que, desde este viernes, una de las salas principales del museo que guarda y difunde la obra de Gaya lleva su nombre. Fue la propia Verdejo quien, en compañía del alcalde, José Ballesta; el concejal de Cultura, Diego Avilés, y el propio Fuster, descubrió la placa que ya luce allí en su honor. Se reconoce así «la figura de una mujer esencial en la vida y en la obra del artista murciano, no solo como su compañera durante más de treinta años, sino como guardiana de su legado», señalaban desde el museo en una nota de prensa en la que, por supuesto, se agradecían también sus «generosas donaciones de pinturas, dibujos, manuscritos y objetos íntimos, que han enriquecido de forma sustancial los fondos» de este espacio.

Isabel Verdejo, ayer, al descubrir la placa. / Ayto. Murcia
Pero la labor de Verdejo excede nuestras fronteras regionales. «Su compromiso incansable con la cultura murciana y la proyección nacional de la obra de Gaya ha sido también determinante. Gracias a su labor, algunas de las creaciones más representativas del pintor forman parte hoy de colecciones tan prestigiosas como la del Prado», recuerdan quienes ayer le rendían tributo. Cabe recordar que una obra entregada por ella –Doña Mariana (1990), concretamente– puede contemplarse desde el pasado mes de diciembre en las paredes de la sala 101 del Museo Nacional.
Así, «esta nueva sala, que se une a las ya dedicadas a figuras como Velázquez y María Zambrano, simboliza el profundo vínculo entre Isabel Verdejo y el arte, entre la generosidad y la ciudad de Murcia. Un espacio que pone en valor, no solo su figura como musa y compañera del artista, sino como pieza fundamental en la consolidación del Museo Ramón Gaya como referente cultural», reconocen desde la dirección del centro. De este modo, el nombre de la homenajeada, distinguida en noviembre como Hija Adoptiva de Murcia, queda así grabado para siempre en tan simbólico espacio para ella. Pero es que nadie ha hecho más que Cuca porque Gaya sea hoy tan accesible y admirado, porque el pintor siga hoy tan vivo.
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