Exposiciones

Las ‘Conversaciones’ de Chelete Monereo con lo que le concierne

El Museo Ramón Gaya estrena su nueva Sala Rosales con once obras inéditas de la artista que podrán verse hasta el 15 de junio desde una cercanía que ensalza «lo esencial»

La Sala Rosales del Museo Ramón Gaya acoge once obras en las que la Chelete Monereo conversa consigo misma.

La Sala Rosales del Museo Ramón Gaya acoge once obras en las que la Chelete Monereo conversa consigo misma. / Israel Sánchez

Lola López

Lola López

Asegura Chelete Monereo, por descargar responsabilidad –y, quizá, también para dejar así paso a la inspiración–, que cuando pinta no piensa en «lo esencial» del arte: «No podría dar ni una pincelada». Se abrumaría, concluye la artista de origen madrileño pero afincada en Murcia desde hace alrededor de medio siglo: «Prefiero ponerme a pintar y esperar a que acuda lo que tenga que acudir».

A su marido, el arquitecto y también artista Vicente Martínez Gadea, sin embargo –y seguramente gracias a la perspectiva cercana que da el acompañamiento–, no le resulta complicado señalar la esencia que vertebra las obras de Monereo: «Su trabajo solamente habla de lo que a ella le concierne», razona en el texto que abre el catálogo de esta muestra de la que también es comisario

"No pinto pensando si el cuadro se va a exponer. La sala y la obra van a tener un bonito encuentro"

La cuestión no es baladí: con su muestra Conversaciones se inauguró, en la tarde de ayer –fecha en la que, además la pintora cumplió años– una nueva estancia en el Museo Ramón Gaya. La Sala Rosales es una espacio expositivo de 19 metros cuadrados en el que cabe, efectivamente, «lo esencial». «Creo que va a dar mucho juego porque es pequeña», cuenta la artista sobre este rincón en el corazón de Murcia que le pareció «muy especial» mientras hacía el montaje de la exposición junto a Martínez Gadea.

En las paredes de esta sala –a la que antecede un patio en el que Monereo expuso, en 2016, «el vaciado de las manos de veintiún creadores murcianos» dentro del proyecto Diálogos (con Ramón Gaya)– residen ahora las once partes que conforman esta colección inédita de piezas que son conversaciones de la autora consigo misma y «reflexiones sobre las distintas clases de conversación», como ha definido ella sus tablas. Obras como Hilo de la vida, Anochecer y galanteo, Vida y soportes o Dogma son «muy subjetivas», admite sobre estas composiciones que residen entre en un lugar entre el bodegón y el paisaje y tienen a las formas geométricas y los ‘no-lugares’ como protagonistas de espacios en los que la luz y el color son extraños y flotantes.

Una feliz confluencia

Para Rafael Fuster, director del Museo, lo imprescindible –de nuevo, lo esencial– es algo que solo el tiempo puede depurar y revelar: «A pesar de los cambios de técnica, disciplina y lenguaje a lo largo de su carrera, Monereo sigue siendo inconfundible. Su obra ha mutado, pero nunca ha dejado de ser ella misma». 

A la presentación del montaje de ‘Conversaciones’ de Chelete Monereo asistió el concejal de Cultura e Identidad, Diego Avilés.

A la presentación del montaje de ‘Conversaciones’ de Chelete Monereo asistió el concejal de Cultura e Identidad, Diego Avilés. / Israel Sánchez

Por eso es ella quien estrena esas paredes, algo que le supone «un honor» y «una feliz confluencia», ya que esta serie, hasta ahora nunca vista –«Ni siquiera se adelantó algo de ella en la exposición retrospectiva que hicieron de toda mi obra en el Museo de Bellas Artes en 2023», rememora– no fue pintada con la Sala Rosales en mente... Ni con ninguna otra: «Cuando pinto nunca pienso si el cuadro se va a exponer», confiesa. 

Con todo y con eso, el producto es que la sala y la obra han resultado tener «un bonito encuentro» que podrá verse hasta el 15 de junio. «Crea un recogimiento que propicia la concentración de la mirada», explica la creadora sobre esta estancia –que el Museo describe como «acogedora, íntima y única»– en la que, cabila, se podría «exponer muy bien incluso una sola obra, o una obra y sus bocetos, explicando el proceso de trabajo». 

Sin embargo, lo que inaugura esta Sala Rosales es un ejercicio de comunicación: Conversaciones ensimismadas, sí, pero que no dejan a uno fuera. Lo dice ella, que confía «en la pintura como medio para que algo tan personal llegue a la gente», pero también lo dice su comisario y compañero de vida, que afirma que la obra de Chelete «parece crecer como un asunto solo para ella misma».

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