GALARDONES
Los reconocimientos de Madrid a Vargas Llosa, un referente intelectual con gran afinidad política
A lo largo de las últimas dos décadas, el Nobel hispanoperuano recibió diferentes reconocimientos por parte de Comunidad y Ayuntamiento, con los que tenía sintonía ideológica y que lo convirtieron en un símbolo de la ciudad

Vargas Llosa, con Isabel Díaz Ayuso en mayo de 2020, cuando fue el encargado de leer el discurso de la medalla de oro al pueblo de Madrid por su comportamiento frente al coronavirus. / ARCHIVO
Jacobo de Arce
Mario Vargas Llosa pasó parte de su vida en Madrid, con estancias en diferentes momentos e instalado definitivamente en la capital en las últimas dos décadas. El escritor peruano fue en esta ciudad un intelectual activo en su vida cultural y siempre atento a los debates políticos que en ella sucedían. Tanto el Ayuntamiento como la Comunidad quisieron reconocer en diversas ocasiones ese vínculo con distinciones que no solamente premiaban su literatura, sino también su condición de ser durante años un madrileño más, primero residente en la calle de la Flora, a pocos pasos de Ópera, desde los primeros 2000; después, en la casa que compartiría con Isabel Preysler en Puerta de Hierro. Separado de esta, sus últimos días en Madrid volverían a transcurrir en sus calles más céntricas.
El primero de esos reconocimientos fue el de Hijo Adoptivo de la capital, que le concedió un consistorio liderado por Alberto Ruiz Gallardón en 2010. El escritor peruano, nacionalizado también español en 1993, acababa de recibir por entonces el Premio Nobel de Literatura y la capital no podía dejar de rendir sus honores a un vecino tan laureado. "Madrid reconoce hoy en Mario Vargas Llosa al cosmopolita de raza”, decía el entonces alcalde para glosar sus virtudes. “Una condición que no tiene que ver con su ordenado vagabundeo por las ciudades y las selvas de la Tierra, sino con su tolerancia de auténtico liberal, con su identidad múltiple, su amor a las sociedades abiertas, su aborrecimiento de las dictaduras de todo signo y su denuncia de los nacionalismos estrechos".
En su discurso de agradecimiento de la distinción capitalina, Vargas Llosa decía sentirse un privilegiado por haber podido asistir a la transformación de Madrid, "de esa ciudad todavía algo provinciana, cerrada al mundo que era a finales de los años 50, a lo que es hoy en día: una gran metrópoli, y una de las más dinámicas, abiertas, libres y cosmopolitas del mundo".
Algo parecido diría cinco años después cuando la Comunidad de Madrid decidió entregarle una de sus Medallas de Oro en 2015. Destacaba entonces el gobierno regional que quería reconocer a un literato que tenía una estrecha relación con una ciudad "donde vive temporadas y donde decidió que sería escritor y no abogado en un viaje de estudios en los años 50". Cuando acudió a la entrega de dicha medalla de manos del presidente de entonces, Ignacio González, el Nobel no dudó en calificar a Madrid como "un ejemplo de coexistencia en paz y libertad", añadiendo que, como a todos los homenajeados en estos galardones, le correspondía la responsabilidad de ayudar a hacer de Madrid una ciudad moderna, libre y abierta.
Volvía a recordar entonces el escritor cómo llegó a la capital en 1958 y se encontró con aquella ciudad aislada del mundo, pero cómo a la vez también descubrió un Madrid muy literario con el que comenzó a tener un vínculo a lo largo del tiempo que le permitiría ver a la capital evolucionar. Por ejemplo, cómo su cultura, al igual que la de España, pasaba de estar controlada por la dictadura a ser la de un país libre. “Fue la experiencia social y política más impresionante que me ha tocado vivir", decía en aquel discurso, donde también elogiaba a una ciudad con una vida cultural “que es una de las más ricas de Europa y el mundo", señalaba. Una ciudad abierta y alejada de nacionalismos en la que todo el mundo, subrayaba, es bien en acogido. "Nos sentimos madrileños todos los que queremos serlo, aunque no hayamos nacido en Madrid".

Vargas Llosa, junto a Begoña Villacís, José Luis Martínez Almeida, Isabel Preysler y Gregorio Marañón, en la entrega del premio Madrileño del Año en el Teatro Real. / Óscar Orti
En octubre de 2022 llegaba otro reconocimiento castizo para el Nobel de Literatura. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, le hacía entrega en el Teatro Real del premio Madrileño del Año, que el escritor fue a recibir acompañado de Isabel Preysler. Decía Almeida entonces que, en el escritor, "uno no sabe dónde empieza el español y dónde termina el peruano, dónde comienza el americano y dónde termina el europeo, dónde empieza el madrileño y dónde termina el arequipeño". Vargas Llosa disipaba enseguida esas dudas: “Creo que tengo que agradecer al señor Fujimori que en un momento dado nos privara de la nacionalidad peruana a mi familia y a mí, porque gracias a esa decisión, vivo en Madrid y me siento un madrileño”.
Después de subrayar su afinidad ideológica liberal con el alcalde, volvía a repetir el autor de Conversación en la catedral que “en Madrid ningún extranjero recibirá, alguna vez, esa actitud de cierta hostilidad que casi todas las ciudades en el mundo muestran a los extranjeros. Porque Madrid está acostumbrada a ser una ciudad de nacionales y extranjeros en la que unos y otros se mezclan en buena amistad”. Y destacaba en particular el buen trato que, en su opinión, reciben en la ciudad los latinoamericanos. “Jamás me han preguntado, en los años que llevo viviendo en Madrid, de dónde vengo”, añadía antes de recordar cómo había recalado aquí para terminar sus estudios universitarios, los problemas económicos que como estudiante tenía entonces y los muchos amigos que hizo en aquella etapa. Se sentía el escritor, insistía en aquella velada, “profundamente madrileño”, un vecino feliz porque “la libertad es el perfume que se respira en las calles de Madrid”.
Tan fuerte era el vínculo de Vargas Llosa con Madrid y tan alineadas estaban sus ideas con las que gobiernan en la capital que fue él, en mayo de 2020 y en pleno confinamiento, con la Comunidad gobernada por Isabel Díaz Ayuso, el elegido para dar el discurso por el cual se concedía la Medalla de Honor al pueblo de Madrid por su “ejemplar comportamiento” frente a la crisis del coronavirus. "Creo que si se consultara a la opinión pública madrileña, de ideas tan dispares, sobre la entrega de esta medalla al pueblo de Madrid, tendríamos la unanimidad", arrancaba entonces unas palabras que elogiaban lo que él definía como "una gesta", porque la manera en que "los madrileños en general y en especial los del mundo sanitario, los médicos, las enfermeras, el personal de limpieza, han actuado ha sido realmente admirable. Un ejemplo que quedará allí en nuestra memoria y que será seguramente objeto de poemas y de textos literarios". Todo ello, sin dejar de volver a glosar una que destacaba entre todas las virtudes del pueblo madrileño, "su amor a la libertad. La libertad está en la esencia misma de la historia de Madrid".
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