Entrevista | Alfonso García-Villalba Escritor

"Entiendo la huida como un acto de liberación, como un acto de rebeldía"

'La nueva subjetividad' es el sugerente título de la nueva novela del murciano, uno de los autores más difícilmente clasificables del panorama regional

El escritor Alfonso García-Villaba y la portada de su nuevo libro, ‘La nueva subjetividad’.

El escritor Alfonso García-Villaba y la portada de su nuevo libro, ‘La nueva subjetividad’. / Juan Carlos Caval

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Alfonso García-Villalba (Murcia, 1975) reconoce que es incapaz de evitar «lo enigmático e incierto y borroso» cuando escribe. Pero también asegura que nunca pierde de vista al lector: «Sin ellos, mis libros no serían nada, así que siempre procuro que, a pesar de cierta aparente complejidad, el texto que le entrego sea cercano, próximo». La nueva subjetividad (Ediciones Franz, 2025) es ejemplo de ello –tanto de la primera como de la segunda afirmación–, así que hablamos con él para intentar descifrar las claves de su nueva novela, que le reafirma como uno de los autores más imaginativos de la Región (como mínimo). Por lo pronto, la nota de prensa dice de su último trabajo que «no es una narración, sino una ondulación lingüística que se expande hacia la novela, el ensayo, la crónica o la poesía y que invita a tener una experiencia literaria alejada de lo convencional» de la mano de sus protagonistas, tres personajes que huyen y se esconden en las habitaciones de un hotel de carretera, experimentando el vacío del lugar, contemplando las dunas que avanzan y convierten el paisaje en un territorio cada vez más árido.

¿Para qué usa la literatura (en tanto escritura), Alfonso? Me da la sensación se que es para usted como la válvula de una olla a presión. 

En mi caso es un ejercicio que, a través de la duda, tiene como fin comprender quién soy y todo lo que me rodea, aunque al final nunca termine por quedar nada claro... Porque mi intención nunca es clarificar, sino, a la vez que intento comprender de qué va todo lo que tengo o siento cerca, suscitar pensamientos o producir sensaciones en el lector que, por otro lado, siempre es preferible que vayan más allá de mis intenciones cuando escribo.

"Debemos desconfiar de cualquier artefacto o producto artístico que pretenda conducir o dirigir nuestras sensaciones o pensamientos"

¿A qué se refiere?

Considero que es necesario no domesticar las impresiones del lector; es decir, no decirle qué es lo que tiene que sentir o pensar, no hacer ‘pedagogía’, que es una palabra que últimamente se está poniendo de moda –y de forma muy patética– en la política. En líneas generales, cualquier artefacto o producto literario, artístico o del ámbito que sea que pretenda conducir o dirigir nuestras sensaciones o pensamientos es algo de lo que debemos desconfiar, más aún cuando vivimos un tiempo en el que se nos quiere evangelizar a cada paso que damos...

Se lo preguntaba porque, ya cuando hablamos por el lanzamiento de Signos herméticos de una melancolía (2021), sentía que, en las raíces de aquella había una preocupación muy humana por cuestiones acerca de cómo funciona la memoria, el tiempo, a quién pertenecen nuestros pensamientos... ¿Esos debates internos son el motor de su faceta literaria? 

Sí que creo, tal y como planteas, que hay ciertas continuidades en todo aquello que escribo. Aunque cuando escribo siempre siento la pulsión de crear una atmósfera en la que nada sea verdaderamente evidente y comprensible de primeras, en la que todo puede estar filtrado por la duda. Pero es que la duda es algo verdaderamente liberador, de veras. Y lo es porque la duda cuestiona todo lo que nos rodea. 

Incluida la propia identidad.

Nuestra identidad es, a decir verdad, una suerte de engaño o consuelo, una fábula que nos contamos a nosotros mismos con el fin de sentir que hay cierta armonía o continuidad en nuestras vidas. Es algo natural al ser humano, un mecanismo de supervivencia. En este sentido, y en lo que respecta a La nueva subjetividad, he querido escribir sobre unos personajes que, aún no sabiendo hacia dónde van, intentan comprender quiénes son. En el caso del protagonista –que hace las veces de narrador y en algunos momentos deja de serlo–, procura averiguarlo es a través de la soledad y el aislamiento en una habitación de hotel cerca del aeropuerto de Corvera.

"Creo que tenemos que aprender a dejar de comunicarnos y estar en silencio"

Es curioso: en un momento de hiperconectividad como el actual, de incapacidad para estar solos, en esta historia hay una reflexión un tanto outsider en torno a la soledad. ¿No es tan mala como parece? 

La soledad es bella y edificante. La soledad es una forma de aprender, una forma de decir: «Oye, me valgo por mí mismo». Parece que, en la actualidad, estuviéramos condenados a no estar solos, a estar localizados todo el tiempo, y ese, creo, es el verdadero opio del pueblo: la hiperconectividad. Creo que tenemos que aprender a dejar de comunicarnos y estar en silencio. Y, en este sentido, la soledad es una herramienta para destruir la alienación a la que nos ha abocado el capitalismo contemporáneo o eso que Bifo Berardi ha definido como ‘semiocapitalismo’.

La relación entre cuerpo y conciencia parece ser motivo de conflicto. 

Los personajes de este libro habitan la duda y entiendo que la duda, como te decía antes, es un conflicto provechoso tanto para la conciencia como para el cuerpo de cualquiera. Porque el cuerpo piensa al igual que la conciencia. Creo que nuestro cuerpo condiciona todo aquello que podamos pensar y que la conciencia puede influir incluso en tu modo de estar, en tus movimientos (en una sonrisa, un beso, un gesto amable o, por el contrario, en un semblante hostil o en el tono furioso de las palabras de alguien que no se siente bien). Son dos conceptos que se amalgaman y que se influyen mutuamente. 

La huida

Otra cuestión que les une y que está directamente relacionada con la anterior es la necesidad de huir, de desaparecer, incluso. 

Sí, sí. Indudablemente. El deseo de huir es algo que siempre está presente en mis libros. De hecho llevo un tiempo escribiendo un ensayo sobre el deseo de huida... 

¿También es algo en lo que piensa usted a veces, en escapar de la realidad (o en la mismísima nada)? ¿Cuesta anclarse al mundo real? Me vuelve a venir Matrix a la cabeza, por cierto (como en aquella última conversación). 

Yo no sé si estoy pensando todo el tiempo en huir o si hasta hace un tiempo lo pensaba y es algo que siempre flota dentro de mi cabeza... O si lo hacía antes y ahora no. Porque creo que, en este momento, me siento bastante a gusto al respecto. No sé, no sabría decir por qué exactamente aparece de forma recurrente el tema de la huida, podría ser racional y explicarlo, pero no siento que sea necesario. Tal vez sea sencillamente un recurso que empleo en mis ficciones porque vi demasiadas road movies hace años. Y sí, algunos de los personajes de La nueva subjetividad sienten ese mismo deseo, pero no es por una cuestión de escapar del mundo real; al contrario. Desde mi punto de vista, quien huye lo que desea es encontrar un mundo más real, más lejos de la Matrix. Dicho esto, me gustaría subrayar que la huida no debe entenderse como una estrategia escapista. Yo entiendo la huida como un acto de liberación, como una forma de rebeldía. Quien huye, para mí, es un individuo que está cansado de la cotidianidad, que siente cierta claustrofobia en el día a día y no está dispuesto a comulgar con las dinámicas de control que la sociedad suele inocular en nuestra voluntad a través del tecno-totalitarismo contemporáneo, que nos dice cómo sentir, qué hacer o soñar, hacia dónde mirar, etc. Así que quien huye es en realidad un héroe porque se aleja del campo de concentración en el que, a veces, puede convertirse nuestra existencia, ya sea por el trabajo o por obligaciones con las que no nos identificamos. 

El autor murciano Alfonso García-Villalba.

El autor murciano Alfonso García-Villalba. / Juan Carlos Caval

Lo cierto es que el mundo actual nos invita a ello; por muchos motivos, pero hay uno en concreto que también aparece representado en el libro: la crisis climática (la desertización, los incendios, etc.). 

Evidentemente, habitamos una realidad que a lo único que te aboca, si tienes un poco de seso, es a huir y dejar atrás cosas como el trabajo –cuando esté te aboca al agotamiento nervioso– o todas esas obligaciones que te hacen sentir infeliz. De algún modo es necesario desconectar o decir:«Me levanto y me voy», como en una de las canciones de Eddi Circa. Y N [el protagonista de La nueva subjetividad] lo que desea es desconectar, y, en cierto modo, las dunas que avanzan desde la costa hacia el interior le ayudan a ello, porque las dunas destruyen el statu quo, la rutina. Porque esas dunas que avanzan –llámales desertización– son una forma de producir una fractura en lo que sucede de forma cotidiana, día a día. Porque esas dunas lo que hacen es comerse y fagocitar todo lo que parecía permanente: carreteras, invernaderos, campos de golf, urbanizaciones, pueblos. En cierto modo, es una especie de venganza de la naturaleza por los delirios de grandeza del ser humano. Pero debo decir que el concepto de ‘distopía ecológica’ [con el que se ha descrito La nueva subjetividad] me hace sentir incómodo, porque yo lo que pretendo es otra cosa bien diferente a hablar acerca del cambio climático o cosas semejantes.

"Esta es una historia de abandonos y distancias en la que los protagonistas intentan, a su modo, comprender de qué va lo que hay a su alrededor"

Con todo esto, ¿cree que el lector se habrá hecho una idea sobre de qué trata La nueva subjetividad? Me consta que no es particularmente fan de describir con pocas palabras sus obras... 

Pues, como estamos hablando de cosas bastante abstractas, creo que es necesario ponernos un poco terrestres, por decirlo de alguna manera, y decir de qué va el libro, ¿no? Decir de qué trata La nueva subjetividad desde un punto de vista argumental, porque la atmósfera del libro quizás ya la tenemos. Y sí, aunque me cuesta muchísimo, podría decir que esta es una historia de abandonos y de distancias, una historia sobre un tipo que escapa en el interior de una habitación de hotel de carretera y donde siente el completo vacío de ese lugar. Es un hombre que extraña la presencia de sus hijos y que, a veces, se acerca hasta donde las dunas avanzan acompañado por otro personaje que aborrece el presente y experimenta una indiferencia radical hacia todo, hacia sí misma. Y luego está quien parece hipnotizada por la contemplación de los incendios en las montañas cercanas al hotel e intenta darle un sentido a todo lo que ve. Todos, a su modo, intentan comprender de qué va lo que hay a su alrededor pero no consiguen hacerlo y, a veces, charlan o guardan silencio o conducen hacia la playa. Tal vez solamente sean fantasmas que escapan de la ciudad y se dedican a observar el modo en que las dunas avanzan a la vez que sienten que el futuro es un cadáver.

Todas estas son reflexiones que normalmente diríamos que se encuentran en rincones más bien oscuros de nuestra psique. En su caso, ¿escribir duele? 

Para nada. Escribir es un acto maravilloso, todo lo contrario al dolor. Al menos para mí. Y fíjate que ha habido personas que me han dicho que este libro puede llegar a ser triste...y lo comprendo, no voy a decir que no; menos aún después de decir que hay personajes en esta novela que sienten que «el futuro es un cadáver». Pero la lectura es algo completamente diferente a la escritura. Y luego está todo eso de que «la escritura es sufrimiento», que me parece una chorrada total, en el sentido de que si escribes y te duele hacerlo, pues mejor no hacerlo, ¿no? Juega al ping-pong o engánchate a una serie o dedícate a ver la Champions. La escritura, desde mi punto de vista, debe ser de una iluminación radical y absoluta, una forma de quedarte a bien con lo que tienes alrededor… aunque lo que escribas pueda deambular por los territorios de la melancolía o adentrarse en la confusión y en lo borroso, como es mi caso, o, como bien dices, en zonas oscuras de la psique. La escritura es una forma de interpretación de la realidad, es una forma de contemplarla, de sentir la belleza a través del caos... o a través de la oscuridad, que, al final y como proponen los místicos, nos lleva hacia la luz. La escritura es siempre una estrategia para simular el orden dentro del desorden. Eso, sencillamente, hace que sea una experiencia mágica y catártica.

Multigenérico e interdisciplinar

Aclarado esto, y volviendo a lo de la descripción... su nueva novela vuelve a ser una hibridación de géneros difícil de definir. ¿Le gusta esa sensación de autor inclasificable? ¿Se siente cómodo con esta etiqueta o le da miedo que acabe convirtiéndose en una exigencia? 

No es que me guste ni me disguste. Solamente escribo lo que siento que tengo que escribir; sucede sin más y no puedo evitarlo, me sale así. Yo no pretendo ser raro o inclasificable ni quiero ser diferente. Escribo de la única manera que sé que puedo hacerlo o que me surge. Eso sí, procuro crear algo con lo que me sienta cómodo y no caer en lugares comunes. Y si lo hago así es porque no quiero aburrirme cuando escribo. También pienso que es necesario traducir a través de la palabra lo que tenemos cerca o lo que siento al ver lo que sucede en mi entorno, y resulta que lo que veo a mi alrededor no está claro ni es homogéneo o sin resquicios para la duda, de ahí que, de forma inconsciente y a la vez muy consciente, desee ir más allá de las narraciones a las que se pretende acostumbrar a los lectores. Porque, aunque parezca extraño e increíble, nunca pierdo de vista al lector.

A todo esto, no solo ha experimentado con géneros literarios; esta vez ha ido mucho más allá: el libro se presentó junto a una instalación. ¿La moda esta de incluir playlist en las novelas le sabía a poco?

Pues no sabía que estaba de moda, la verdad. Incluí la playlist porque sentía que la música que escuché durante la escritura del libro modeló e influyó mucho todo aquello que escribí y pensé que podía ser un complemento estimulante, algo que podría acompañar en la lectura. Y en cuanto a la instalación tengo que decir que ha sido un completo y fabuloso delirio, de veras. Siempre siento que todo lo que hay que decir sobre el libro ya está en sus páginas, de ahí que no me convenzan las presentaciones 'convencionales' (lo del autor que habla con alguien sobre un libro que ha sido publicado días o semanas antes y los asistentes escuchan y al final hacen preguntas). Es un ritual necesario y al que asisto cuando me interesa lo que se presenta, pero yo prefiero hacer otra cosa. Con Signos herméticos de una nueva melancolía hice alguna que otra presentación acompañado de un músico que hacía loops con su guitarra y yo manipulaba, y en alguna otra presentación nos acompañó un mariachi. Esta vez, para La nueva subjetividad quise hacer una experiencia más inmersiva y pensé en que podía hacer una instalación que tuviera una dimensión plástica o visual pero también sonora. Así que manipulé sonidos que mezclé con textos del libro. Ese artefacto sonoro se podía escuchar en la sala donde había montado una exposición en la que, a través de mapas topográficos que intervine y sobre los que hice dibujos, procuraba mostrar los espacios donde se desarrollaba la trama del libro. Además, Lujo Berner hizo un par de cuadros durante la presentación a partir de alguno de estos mapas, con lo que aquella al final se parecía más a una performance que a cualquier otra cosa.

Algunas imágenes de la instalación.

Algunas imágenes de la instalación. / L. O.

Me da miedo preguntarle porque sé que sus ritmos literarios son bastante particulares, pero cuando publicó su novela anterior me dijo que esta estaba íntimamente relacionada con un poemario y un ensayo que todavía no habían visto la luz... ¿Qué fue de aquello? ¿Tiene algo que ver con La nueva subjetividad?

Recuerdo perfectamente lo que dices. El poemario estaba muy relacionado con Signos herméticos de una nueva melancolía y, de hecho, lo escribí de forma paralela a aquella, pero también ha coincidido en el tiempo con la escritura de La nueva subjetividad -e incluso más allá de ésta-, de modo que comparte temas con ambos libros. De alguna manera siento que es bueno que los libros tengan cosas en común y que se contagien entre sí. Creo que es inevitable y que traduce la continuidad de ciertos intereses o de cuestiones que flotan dentro de mi cabeza. Espero que ese poemario, que se llama Bestia de puro amor, se publique pronto. Ojalá. En cuanto al ensayo del que me hablas está en proceso de reescritura y es un texto en torno al modo en que ciertas narrativas propias de los medios de comunicación articulan la realidad informativa como ficción, como propaganda. No obstante, es un proyecto que está un tanto en barbecho porque ahora mismo estoy centrado en la escritura del ensayo en torno a la huida al que ya hice mención antes. 

"La 'nueva subjetividad' tiene que ver con la intención de contravenir las normalidades que se nos quieren imponer"

Por cierto: La nueva subjetividad suena a aquello de la ‘nueva normalidad’, que no sé si será solo cosa mía pero siempre son expresiones que, viniendo de según qué personas, me suenan a cierta ironía... ¿Eres de los que reniega de la nueva (o post)modernidad?

Pues te entiendo perfectamente, sí, aunque no van por ahí los tiros. La ‘nueva normalidad’ es un concepto que, a decir verdad, traduce otro tipo de ideas que, como bien puedes suponer, nada tienen que ver con lo que he escrito. De hecho, la ‘nueva normalidad’ me hace pensar en nuevos totalitarismos, nuevas formas de control y sumisión que son aceptadas en virtud del bien común. Porque toda forma de totalitarismo ha apelado siempre al bien común, signifique el bien común lo que signifique en cada momento y según qué sistema político argumentaba en favor de él. En fin, que la ‘nueva normalidad’ es una forma de teledirigir nuestros pensamientos, lo que sentimos, nuestra voluntad, mientras que la ‘nueva subjetividad’..., tiene esa ironía de la que hablas, pero con la intención de contravenir precisamente las normalidades que se nos quieren imponer. Tiene que ver con sentir de forma diferente dentro del caos y aprender, en la medida de lo posible, dentro de la confusión y la incertidumbre, más allá de las directrices que nos dictan qué hacer, más allá de cualquier tipo de credo o pensamiento único.

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