Entrevista | Francisco Javier Díez de Revenga Catedrático de Literatura Española

"La literatura se ha acabado convirtiendo para mí en un oficio"

El murciano, profesor emérito de la UMU, ha publicado recientemente un nuevo libro sobre la figura de Carmen Conde, ha sido distinguido con el Premio Letra Capital y ha ingresado en la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras de Cádiz

El catedrático de Literatura Española y profesor emérito de la UMU Francisco Javier Díez de Revenga.

El catedrático de Literatura Española y profesor emérito de la UMU Francisco Javier Díez de Revenga. / Israel Sánchez

Asier Ganuza

Asier Ganuza

A sus 79 años, Francisco Javier Díez de Revenga (Murcia, 1946), catedrático de Literatura Española y profesor emérito de la Universidad de Murcia, mantiene una incesante actividad investigadora. Reconoce que de la facultad solo le queda una dirección de correo electrónico y un buzón –que trabaja, principalmente, desde casa–, pero deja entrever que ni puede ni quiere cesar (o disminuir) su actividad. De hecho, a finales del pasado año publicó un nuevo libro, Carmen Conde, en la luz de sus palabras (Ediciones R&S, 2024), y en lo que va de año ha recibido un premio, el Letra Capital de MurciaLibro, y ha sido nombrado académico de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras de Cádiz; todo ello, mientras mantiene su semanal reseña literaria de los viernes en La Opinión. Aprovechamos la coyuntura para charlar con él.

Es curioso: siempre se refiere a usted como «catedrático de Literatura ya jubilado», pero lo cierto es que nunca ha dejado de ‘ejercer’, como quien dice (entre artículos y otros escritos).

De hecho, yo sigo trabajando plenamente. Por ejemplo, ahora estoy trabajando en un par de artículos que tengo que entregar a finales de este año de cara al primer centenario de la Generación del 27. Es interesante como estos autores se fueron internacionalizando, expandiéndose por Europa. De momento, tengo localizadas 62 antologías publicadas fuera de España y en las que aparecen: hay varias francesas, italianas, dos rusas, una polaca... Y también estoy haciendo un escrito sobre la poesía religiosa de Gerardo Diego para una revista del Instituto Teológico de Sevilla. En fin, tengo suerte: me encuentro bien y tengo los medios y la bibliografía, además de que conozco bien el territorio en el que me muevo, así que sigo trabajando. Soy un catedrático jubilado, pero un catedrático activo.

¿Y qué le mueve? Porque hay muchos «catedráticos ya jubilados» que no están ni remotamente tan activos como usted. ¿La pasión, quizá? Porque lo suyo con las letras, entiendo, es mucho más que un oficio...

Bueno, es una misteriosa mezcla entre que me gusta lo que hago, que me interesa (a título particular) y que..., bueno, que así también tengo algo que hacer, así de claro [Risas]. Además, esto es como las cerezas: que tiras de una y vienen el resto unas detrás de otras.

¿Así le pasó con los artículos que componen su último libro [Carmen Conde, en la luz de sus palabras]?

Que es el segundo además que publico sobre ella. Pues sí, algo así. Recoge trabajos de muchos años [45, para ser exactos], pero es que el hecho de tener tan a mano el Patronato Carmen Conde - Antonio Oliver, con ese archivo inmenso que nos legó la cartagenera, ofrece muchas facilidades... También ocurre que me han requerido en multitud de ocasiones, y a mí siempre me gusta colaborar con ellos y difundir su trabajos –los libros que publican con Torremozas, por ejemplo– porque creo que hacen una labor fabulosa.

Todos estos años de trabajo y la dedicación incesante a la que aludía le han valido multitud de reconocimientos; uno de los últimos, su reciente ingreso en la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras de Cádiz.

Sí. Y estoy en la Alfonso X el Sabio [Murcia] trabajando desde hace ya cincuenta años, y también en la de Granada, en la de Sevilla... Academias tengo cinco [Risas].

¿Cómo valora este tipo de reconocimientos?

Pues es algo que surge normalmente por relaciones que mantienen después de muchos años, con gente con la que has trabajado y que un buen día te propone y te llaman para decirte que quieren reconocer tu dedicación de esta manera. Es una satisfacción muy grande y, sobre todo, te obliga, porque a mí me gusta ir allí y hacer un discurso de ingreso que luego se publica y que, por tanto, hay que preparar concienzudamente. Pero yo, ya te digo, lo agradezco mucho y voy con gusto; y más a Andalucía, donde son muy especiales para todo lo que tiene que ver con la pompa y la circunstancia [Ríe].

"Mi gran obsesión siempre ha sido situar a Carmen Conde como la gran escritora que fue"

En este caso, su discurso de ingreso está dedicado a Rubén Darío, pero quiero preguntarle más bien por su relación con las letras murcianas, que se ha encargado de difundir y proteger durante prácticamente toda su carrera; de hecho, a eso aludía como causa principal de su concesión el fallo del Premio Letra Capital, de la editorial MurciaLibro, que también le fue concedido recientemente.

Pues ahí es donde entra La Opinión en el argumento. Porque resulta que yo, como tú bien sabes, saco una reseña cada viernes, y en muchos casos son libros de poetas o narradores murcianos. Y sí, en lo que respecta a la concesión de este premio, eso ha sido tenido muy en cuenta; agradecen este trabajo de difusión –el que hacemos desde este periódico– y también lo que ello conlleva, pues de estos escritos ha surgido la oportunidad de hacer multitud de presentaciones. Sin ir más lejos, mañana [por el pasado miércoles] tengo una en el Gaya, y la semana pasada estuvo con Ana Cárceles charlando sobre el libro que le ha dedicado a Dionisia García. En fin, que una cosa lleva a la otra (una vez más).

Pero lleva años en esta empresa: en 1989 publicó Historia de la literatura murciana con Mariano de Paco.

Y antes de eso ya llevaba algún tiempo escribiendo sobre autores murcianos como el Licenciado Cascales, Saavedra Fajardo..., y publicando sobre ellos en revistas nacionales y participando en congresos. Mis alusiones a la literatura de nuestra Región –a la de cualquier siglo– han sido permanentes, y, en cierto modo, ese trabajo culminó en aquel libro. Pero lo que hago en La Opinión es, de algún modo, continuar con esa misma historia.

¿Por qué? ¿Qué le lleva a un catedrático de prestigio nacional y casi que internacional a seguir insistiendo en lo que se hace aquí?

Lo primero es aclarar que mi interés siguen siendo los escritores murcianos que merecen la pena, porque no todos los libros que llegan a mi buzón en la Universidad acaban apareciendo en las páginas de La Opinión mediante una reseña. Aclarado esto, lo que ocurre es que, cuando yo empecé a hacer esto, en los años setenta, a los autores murcianos no se les hacía ni caso, ni a nivel prensa ni desde la óptica académica; no aparecían en ningún sitio. Los catedráticos de Literatura Española de entonces se centraban en..., eso, en Galdós, Clarín, Valle-Inclán, Unamuno y Machado; lo de los escritores locales lo empezamos nosotros, y, de algún modo, en ello seguimos.

"Cuando yo empecé a hacer esto, en los años setenta, a los autores murcianos no se les hacía ni caso"

Aprovecho para preguntarle: ¿Siente que hay algún nombre con el que ha sido particularmente injusto o que no ha tenido, quizá, el reconocimiento que merecería por su obra?

Yo diría que los grandes escritores murcianos están bien reivindicados hoy en día. Se podrán descubrir cosas nuevas sobre ellos (manuscritos, textos, etc.), pero no creo que haya ningún ‘olvidado’; al menos, en la actualidad. Porque, por ejemplo, a Carmen Conde no se dedicó la atención merecida hasta que ingresó en la Real Academia Española (1978). Pero bueno, tras este trabajo de ‘recuperación’ –de Carmen, de Cascales, de los autores del siglo XIX y de tantos otros– no solo estoy yo; también Juan Barceló Jiménez escribió mucho, la propia Ana Cárceles ha hecho un trabajo fabuloso sobre las escritoras murcianas, etc.

Ya que menciona a Carmen Conde, le pregunto por En la luz de sus palabras.

Pues incluye dos tipos de artículos: muchos hacen referencia a libros que se han ido publicando al trabajo de la gente del Patronato, y luego, los demás, son principalmente participaciones mías en congresos sobre Carmen Conde. Hay uno, por ejemplo, que hace alusión a un proyecto que tuvo ella para irse como becaria del Ministerio de Instrucción Pública a Bélgica y a Francia para estudiar el sistema educativo de estos país, otro sobre la poesía del destierro...

¿Y qué sensación le queda una vez finalizado este proyecto? O, mejor: ¿qué pretende transmitir o qué transmite esta recopilación? ¿Qué nos dicen estos artículos sobre Carmen Conde?

Lo que a mí me interesaba, principalmente, es situarla como la gran escritora que fue; esa ha sido siempre mi gran obsesión. Porque, como te decía, cuando ingresó en la Real Academia Española ya tenía una gran obra a sus espaldas. Pero no lo digo solo yo: en las antologías internacionales que te mencionaba antes de la Generación del 27 aparece, y aparece como lo puede hacer Miguel Hernández, a ese nivel. Insisto: hablo de antologías publicadas en Italia, en Francia..., y, algunas de ellas, muy tempranas, de los años treinta. En fin, que es una escritora de primera categoría, y no estaba considerada como tal hasta hace no tanto tiempo, pero creo que ahora sí.

Y... ¿sus investigaciones sobre ella han concluido o todavía hay mucho que escudriñar entre su obra legada?

Nunca se sabe. Hay bastante papeles que están ‘inexplorados’ todavía, por lo que, de pronto, puede surgir algo. Lo del plan del Ministerio de Instrucción Pública que te comentaba –lo de mandarla como becaria a Bélgica y Francia– lo descubrimos de pronto, no se sabía, pero como tenemos el archivo del Patronato y, en este caso, los del Centro de Recursos Históricos de la Residencia de Estudiantes de Madrid, pudimos confirmar una actividad que si finalmente no llevó Carmen Conde a cabo fue porque estalló la guerra. Pero ella fue la que ganó la beca del Ministerio. Así que no es descartable que sigan apareciendo cosas que incidan en su voluntad creadora, en su categoría como escritora y en su afán por seguir adelante, luchar y luchar.

Pero, con esto de su artículo semanal en La Opinión [Entre letras], también está al tanto de lo que se publica hoy.

Sí. Intento estar un poco al día; sobre todo en lo que a poesía se refiere, que es la gran abandonada, la que no se vende.

Bien, pues le pregunto como crítico literario: ¿cómo valora la actual situación del mercado editorial regional?

Lo que está ocurriendo ahora mismo, tanto en el plano de la narrativa como, sobre todo, en la poesía, es algo que no había ocurrido nunca. Estamos en un momento de muchísima actividad literaria, y es evidente que hay una explosión de creadores, con algunos autores de categoría. Lo que pasa es que hay que dejar que pase el tiempo, ver lo que va saliendo y valorarlo detenidamente y con perspectiva. Pero se está publicando mucho y bien, eso está claro. Fíjate: Isabel García Molina ha reunido ahora una antología de poetas murcianas que han publicado fuera de nuestra Región [Poesía en femenino, 2025] y hay nada menos que 36, desde Dionisia García hasta Lola Tórtola.

Una última cuestión, Javier: después de tantos años, ¿puede leer por el mero disfrute o el escritor y el crítico que hay dentro de usted acaba haciendo acto de presencia siempre que abre un libro? ¿Cómo conviven el estudioso y el lector?

[Ríe] Nada, eso es imposible. El estudioso y el lector están fundidos desde que hice Primero de carrera. Mira, te cuento una anécdota: yo soy un gran aficionado al cine, lo soy desde que era un crío, y en más de una ocasión me han ofrecido escribir sobre ello, pero nunca lo he hecho. Y no lo he hecho porque me pasaría lo mismo que me ha ocurrido con la literatura: que se ha acabado convirtiendo en un oficio, y no quiero que eso me pase con el cine. Ante una película yo quiero ser espectador, no crítico, y no me gustaría perder ese privilegio.

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