Entrevista | Carlos del Amor Periodista y escritor
"Velázquez pintaba como Dios, y eso te salva de todo"
El murciano visita hoy la capital del Segura para presentar su último libro, ‘Una dama desconocida’ (2025)

El periodista murciano Carlos del Amor posa tras el misterioso ‘Velázquez’ que ha inspirado su nuevo libro, ‘Una dama desconocida’. / E. P.
Carlos H. Vázquez
Carlos del Amor visita hoy su ciudad natal, Murcia. El afamado periodista cultural será el gran protagonista de un acto de ‘apadrinamiento’ en la Casa del Libro de Jaime I el Conquistador; ocasión que aprovechará para presentar –a partir de las 18.00 horas– su último libro, publicado hace escasos días: Una dama desconocida (Espasa, 2025). Sobre este título, dice su autor que es la historia de un periodista que dio muchas vueltas y no llegó a ningún lado. «En realidad –apostilla– nos pasamos la vida dando vueltas», reflexiona el murciano.
«Creo que una de las cosas buenas de esta vida -continúa el escritor- es no tener tampoco un objetivo de llegar a algún sitio, quizá también por inconformismo, que es lo que nos hace –y no es bueno tampoco– estar siempre en permanente alerta», asegura. Y así ha sido en su caso con el pintor Diego Velázquez; o, más bien, con un retrato suyo sin firmar que permanecía anónimo en una oficina de extranjería. Un día, y gracias a sus anteriores obras Emocionarte (2020) y Retratarte (2022), Santi, amigo de un coleccionista llamado Prosper, le envió un correo electrónico para hablarle de la pintura de una mujer que posiblemente fuera de Velázquez. Entonces Carlos del Amor se puso a investigar.
Explica en el libro que desde el principio era consciente del viaje al fracaso que suponía emprender esta aventura. ¿Por qué?
Porque yo sé lo que supone intentar demostrar que hay un Velázquez. Hay unos tótems de la cultura imposibles de flanquear, a pesar de que lo hubiera visto y hubiera dicho que es un Velázquez. Llegar a alguien que le ponga un sello es un proceso de años, de intereses, de luchas, de egos, de uno contra otro. Si uno dice que sí, automáticamente alguien intentará desmontarlo. No estamos intentando decir que es un Murillo o un Sánchez Coello, sino un Velázquez, epicentro de la cultura en nuestro país.
Cuando contactan con usted y le cuentan que el cuadro es posiblemente un Velázquez, ¿su actitud –ante la duda– es pesimista?
Sí. Es que nunca anticipo la victoria. Siempre veo primero la derrota... Tampoco derrota, pero sí que freno la euforia. Cuando creo que tengo una gran victoria –que tampoco es que las tenga–, pienso: «Bueno, no lo celebres mucho, porque a lo mejor así no te hundes mucho en las grandes derrotas». Equilibro en ese no disfrutar y no hundirme en exceso.
Es Santi quien le contacta por correo electrónico gracias a Emocionarte y Retratarte, y entonces empieza todo...
Sí. Prosper y Santi los leen y piensan que gracias a esos libros puedo escribir este otro. Es romántica la idea de Prosper y es honesto, porque él contacta conmigo con el único objetivo de que yo dé a conocer su dama. Cree que voy a escribir un libro que se va a llamar La novia de Velázquez, con una portada en la que se ve su cuadro perfectamente, pero yo luego he empezado a averiguar otras cosas... Es un ejercicio periodístico del que no bebo solo de su fuente, sino que voy a muchas más, y en esas fuentes hay un jarro de agua fría, porque contrasto, y me doy cuenta de que en realidad Prosper es un autodidacta con muchas cicatrices y bastante derrotado en la vida y en sus duelos con los grandes del arte, que en muchos casos le ven como un tipo de una casta inferior. Y él, en legítima defensa, lo que hace es contactar conmigo, aunque luego –al final del libro– me entero de que ha contactado con otra periodista que fue muy honesta y me llamó. Pero es legítimo, para él ese cuadro es como un hijo o una hija.
A Prosper, de hecho, no le gustó la portada.
No le gustó a ninguno de los dos, pero sobre todo a él, a Prosper, porque no se ve a la dama del cuadro y él quería que se la viera, que fuese un icono –como me decía– de cualquier museo, porque pensaba que iba a ser como la Gioconda del sur. Su amor era desmesurado y ojalá hubiera sido un icono del museo, aunque yo sabía que no iba a ser la Gioconda, obviamente, pero al final es un cuadro del siglo XVII que está bien pintado, que es en lo que coinciden casi todos los expertos. Y sí me gustaría que fuese un cuadro que algún día tuviese la oportunidad de mirar a espectadores y amantes del arte.
¿Cómo sabe que no se la están dando con queso?
Porque el cuadro es un buen cuadro. Yo sé desde el principio que no va a ser un Velázquez, o intuyo que no va a serlo, pero tiene un estudio muy potente de conservación. He hablado con muchos expertos que hablan del cuadro, incluso hay una historiadora que me dice que puede profundizar en la teoría de que es un Velázquez. Pero Prosper no se conforma con que sea un Velázquez, quiere que sea Juana Pacheco, quiere que sea la novia de Velázquez, él no firma que tú le digas que es un Velázquez. No compra la quiniela de 14, quiere el pleno al 15. De hecho, Prosper dejó de hablar con esa historiadora porque –según decía– no compartían criterios. Hay indicios, no es descabellado que sea un Velázquez, pero también está la teoría que dice que podía ser la hija y no la novia, que debía ser un regalo de bodas que le hizo Velázquez a su hija cuando se casa con [Juan Bautista del] Mazo.
Tampoco coinciden las edades de Velázquez y Juana Pacheco, según otra teoría.
Yo compro muchas teorías, y la de Prosper dice que Velázquez es un tipo que desde niño está en el taller de Francisco Pacheco y Juana está allí metida todo el día y se conocen. Entonces, siendo niños, pasan a novios y... ¿no vas a pintar a tu novia, a tu amada, que está a mano, que la tienes todo el día delante? ¿Por qué no hay cuadros de Juana Pacheco? Está la Sibila, que dicen que puede ser Juana Pacheco, pero tampoco está probado. ¿Por qué no hay cuadros de Juana Pacheco? ¿Dónde está esa mujer? ¿Se ha evaporado? O sea, un pintor, ¿no la pinta, aunque sea para probar, para ensayar? Seguro que la ha camuflado en cuadros, que está en la Adoración de los Reyes Magos, a lo mejor, o seguro que está en algún sitio, o seguro que ella pintaba y a lo mejor es un autorretrato de ella misma. Hay muchas teorías. Pero no es normal que no pintes a tu amada, ¿no?, y que no hables de ella. No hay cartas más allá de la partida de casamiento, una crónica, un poema de la boda, actas notariales, testamentos y tal. Es todo muy burocrático, porque Velázquez era muy burocrático. Estaba en palacio, quería ascender, y hacía lo imprescindible para ello, que tampoco era mucho. Lo que pasa es que tenía un arma brutal, que era que pintaba como Dios. Entonces, claro, eso te salva de todo.
Y existe la teoría de un Velázquez antipático.
Yo no sé si es antipático, pero sí es frío, anodino... Lees las cartas de Rembrandt, cuando muere Saskia, su sufrimiento, cómo vende todo, cómo vive arruinado... Entonces dices: «Tiene rollo Rembrandt». Cuando lees sobre Caravaggio, lo pendón que era y todas sus aventuras, y piensas que tiene rollo. Leonardo [da Vinci] tiene toda la mística y Goya todos los fantasmas... Creo que la frase «Velázquez no tiene monstruos» lo define muy bien. El otro día estuve en el Museo de Bellas Artes de Bilbao con Miguel Zugaza, que era el director del Museo del Prado, y me contaba que cuando iba Antonio López al Prado le decía: «Miguel, hoy Velázquez no me ha recibido», porque hay veces que no le decía nada, que le dejaba frío. Velázquez ha pasado a la Historia por su pintura. Pero muchos pintores pasan por un compendio que es la pata biográfica y la pata pictórica, y Velázquez solo tiene la pictórica; no tiene épica, le falta ese rollo. No sé a cuento de qué, pero como que se crea un círculo de protección alrededor de su figura, como que tiene pinta de ser intocable. Su segundo viaje a Italia (1649-1651) es una película. Se tira allí dos años y no quería volver aunque el rey Felipe IV le pedía a toda costa que volviera. Se supone que tuvo un lío con la Venus del espejo, tuvo un hijo allí, retrató al Papa Inocencio X, en Roma paralizaban la ciudad por una exposición, pintaba paisajes... A mí me da la sensación de que ahí descubre otra vida alejada de la moqueta de palacio. Pero de esto no se ha escrito mucho.
¿Cómo puede ser que Velázquez sea tan popular pero tan desconocido al mismo tiempo?
Todo el mundo sabe quién es Velázquez, todo el mundo reconoce Las meninas, todo el mundo ve su cara y dice: «Velázquez». De hecho, la editorial hizo una encuesta en la calle enseñando el cuadro y de 15 personas, 12 decían que era de Velázquez. ¿Por qué? Porque te lleva a pensarlo el peinado, la textura... Si preguntaras por tres pintores españoles, te dirían: Velázquez, Picasso y probablemente Goya. Pero, sin embargo, no conocemos a Velázquez.
En caso de haber sido Juana Pacheco la autora, explica que también estaría invisibilizada.
Totalmente. Yo creo que pintó. De hecho, decían que pintaba, porque se cría en el taller y está allí todo el rato, pero lo que pasa es que le dirían: «Oye, que no tienes futuro». Y firmaría el padre o el marido. Pero yo quiero pensar que su mano está en muchos de los cuadros de Velázquez.
¿Se imagina que un cuadro de Juana Pacheco estuviera firmado por Velázquez?
Sería bonito que de repente supiéramos que ha pintado un trozo de Las meninas, o cualquier retrato del rey. Velázquez tenía muchas virtudes pintando, pero una de ellas era dotar de dignidad a todos los personajes, fueran reyes o esclavos; los dotaba siempre de un aire de dignidad que engolaba mucho, los dignificaba, y a mí me gusta pensar que a lo mejor ahí tuvo que ver Juana también, que era la mano de ella. Me cuesta creer que él pudiera pensar: «Voy a dignificar a alguien». Me cuesta pensar que tenga ese sentimiento de sangre caliente, un gesto demasiado humano. Me parece un poco robótico.
¿Ha cambiado su opinión sobre la figura de Velázquez después de acabar este libro?
No. Si ahora mismo tú me preguntas quién es el pintor más grande de la historia en España, te diría Picasso. Y no por haber estudiado mucho a Velázquez. Pero es que tiene mucho mérito pintar como Dios y cambiar tu forma de pintar solo porque ya pintas como Dios. Velázquez siempre pintó como Dios. Pero no ha cambiado mi opinión. Trato de comprenderle, y creo que debe haber algo, algún documento en algún cajón o en algún archivo (lleno de cartas) que demuestre algo más. No humanidad, pero sí más complejidad en cuanto a sus sentimientos. Consta que estaba muy preocupado luego por el hijo que tuvo en Italia, porque enfermaba... Ya entro en el terreno de la ficción y supongo que caería en la tristeza de ver cómo enterraba a otro hijo. Pero no ha aparecido –por ejemplo– una carta de amor a Juana Pacheco. Espero que algún día aparezcan esos documentos que hagan terrenal a Velázquez.
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