Euforia y deseo en la pista de baile: la revolución 'eusexual' de FKA twigs

Solo en 2024, cerraron en el Reino Unido —cuna de la música 'rave'— casi un centenar de clubes. Hace apenas dos días, anunciaba su cierre el Paragon, uno de los clubes de moda de Nueva York. El mítico Watergate de Berlín acababa el año despidiéndose para siempre de su público después de más de dos décadas activo. En España, las salas de conciertos echan el cierre una tras otra. Pero, cuanto más desaparece la cultura de baile, más parece colarse esta en la música electrónica de amplios públicos. Si uno de los discos de 2024 fue ‘brat’ de Charli XCX, un canto al salir de fiesta hasta el amanecer, uno de los primeros grandes discos foráneos de 2025 es 'EUSEXUA', el tercer álbum de estudio de la también británica FKA twigs.

Pero, si ‘brat’ era un canto al baile introspectivo e individualista, en ‘EUSEXUA’ encontramos una oda al hedonismo colectivo de la 'rave'. A la liberación corporal del baile y la mental del sexo como caminos para una liberación en última instancia colectiva. El título del álbum, una palabra inventada por la misma twigs como unión de ‘euforia’ y ‘sexual’, ya se encarga de marcar el camino. Un camino aquí de todo menos lineal, en el que FKA nos lleva con gracia del tecno al house, del garage al drum and bass al hip-hop al ambient, muchas veces todo en la misma canción.

Canciones que bailan

Porque las canciones de ‘EUSEXUA’ no permanecen mucho tiempo en el mismo sitio, como si ellas mismas bailaran. En los últimos 30 segundos de ‘Perfect Stranger, muy unida temáticamente al 'cruising', el garage deja paso a un bombo ametrallador. Un ritmo house interrumpe la solemnidad coral de 'Keep It, Hold It’, una de las perlas del disco, casi cinco minutos de canto a la vulnerabilidad y a la sumisión como fuerzas transformadoras. ‘Sticky’ empieza como una balada, extremadamente sensual y a la vez melancólica, para terminar en un barroquismo ambient digno del mismo Aphex Twin. Y así durante los cuarenta y algo minutos del disco.

Lo que une entre sí este caleidoscopio de baile noventero (muchas han sido las comparaciones con el ‘Ray of Light’ de Madonna) es sin duda la voz tan característica de twigs, ese timbre etéreo, celestial y profundo a la vez. Sin embargo, quizá no sea hilo conductor suficiente para que la fragmentación de ‘EUSEXUA’, ese movimiento incesante entre géneros y melodías, acabe provocando el efecto contrario: cuando todas las canciones usan el mismo recurso de parecer estar hechas de tantos pequeños trozos de canciones diferentes, uno termina la escucha de ‘EUSEXUA’ con una cierta sensación de repetición y agotamiento. Una repetición que encorseta al disco y que, finalmente, juega en contra de su voluntad catártica y liberadora. Patri Di Filippo

Otros discos de la semana

El ‘mal fuego’ es el infierno en cierto argot de Glasgow, y a él se acoge el grupo escocés mientras se repone de un ciclo de enfermedades y pérdidas de figuras cercanas. Refinamiento de su libro de estilo, esa gramática turbo con alma, dispuesta a un lirismo a fuego lento en el casi dream-pop ’18 volcanoes’ y con poder catártico en artefactos a toda guitarra como ‘Lion rumpus’. Mogwai en modo sufrido y victorioso en el año 30º de su trayectoria. Jordi Bianciotto

Joe Crepúsculo es, a estas alturas, un género en sí mismo. En su nuevo trabajo, ‘Museo de las desilusiones’, el 'baixllobregatí' bebe de la más variada música de baile como siempre ha hecho, pero su acierto reside en actualizar en cada disco sus fuentes, con una más clara influencia del tecno, la mákina y sonidos más duros en este. Una fuerza rítmica que le va al dedo a la oscuridad que planea sobre el disco. Bailar y llorar, solo los mejores saben hacerlo tan bien. P. D. F.

La cantante-guitarrista de Moià se crece en su alianza con estos ‘bárbaros’ ilustrados, la trompeta de Pep Gol (La Vella Dixieland) al frente, galopando sobre un blues mestizo y un swing de cine negro con afinidades brasileñas y mexicanas, diálogos con Víctor Català y Joan Fuster, y un sinuoso acercamiento a ‘Queen Bee’, de Taj Mahal. Cancionero poético con luz, misterio y denuncia en la expresiva voz nublada de Natàlia Miró do Nascimento. J. B.

El guitarrista Jeff Parker (Tortoise) y su cuarteto ya llevan un cuarto de hora metidos en un 'groove' que han tejido lentamente cuando alguien -esto es un directo grabado en un local minúsculo de Los Ángeles- lanza un tímido grito de ánimo, "!c’mon!". Pero siguen a lo suyo, dibujando con parsimonia un patrón que casi podría ser un 'loop' electrónico pero no, porque está hecho a mano, lleno de detalles, de respiraciones, de variaciones que ocurren poco a poco. Música ensoñadora, mestiza -jazz, rock, funk mínimo- y que da gustera, que se cocina lenta y sobre la marcha, a la contra del mundo acelerado y de 'scroll' infinito. Roger Roca