Concierto

Viva Suecia, en busca del cielo en Murcia

Las 21 canciones que interpretaron los miembros de la banda murciana sin tregua iban desde la exquisita melancolía hasta la pulverizadora redención

Habría varias reseñas posibles del concierto de Viva Suecia, pero una tiene que ver con lo personal, con un concierto que disfrutas de verdad, en el que ves pasar un buen número de canciones que te han acompañado a lo largo de estos 10 últimos años y que, por tanto, acoges con emoción. Un día de navidad de 2013 se juntaron por primera vez en un local de ensayo y nació “Club de fans de Roxette”, nombre del grupo de WhatsApp que hicieron para quedar y hablar de música; pasados unos días adoptaron el nombre de Viva Suecia, y una década después siguen disfrutando del resplandor de las luces.

El espectáculo de la pasada noche ha sido el primero de cinco, con entradas agotadas en apenas minutos, que van a tener lugar en recintos emblemáticos como el Teatro Real o el Liceo, reservados para titanes. Este viernes hay un ambiente de ensueño; entre una especie de bálsamo y una patada en las espinillas. Vestidos de elegante negro irrumpieron en penumbra sobre el escenario con grandes sonrisas y zancadas, como quien está dispuesto a merendarse al público en un pis-pas -cosa que hicieron-, dando inicio a un set electro acústico; sentados en una plataforma a lo MTV unplugged de Nirvana, con una iluminación que acentuaba la intimidad. Había como un toque de The National en la forma en que se entregaban las canciones, con un poder tan fascinantemente controlado.

El tono de la velada fue un equilibrio entre grandes éxitos y cortes profundos de toda su discografía: 'Los Años', 'Bien por ti' (a la que restaron velocidad para recrearse y saborearla, aunque a mitad la aceleran) y 'La voz del presidente' se interpretaron con grandilocuencia y urgencia, mientras Rafa Val asumió el papel de amable anfitrión, recordando a la audiencia que él y su banda están alegremente aquí para facilitar el mejor de los tiempos. Más ortodoxos y tradicionalistas, aunque todavía dionisíacos cuando se excitan, resultó una actuación abundante, homogénea y muy currada que fue seguida con entusiasmo por el público. Su discografía da para montar un repertorio sólido; la gente se levantaba y movía el culo incluso cuando se derretían de blandos; la predisposición del personal y la naturalidad con que la banda aceptó esta empatía hizo que quisieran cantar hasta la extenuación los himnos de los ‘suecos’ creando una auténtica muralla de sonido.

Las 21 canciones que interpretaron sin tregua iban desde la exquisita melancolía hasta la pulverizadora redención canalizando todo, desde Americana hasta post-rock, baladas de piano sublimes y algo de ruido extremo. Hitos como ‘No hemos aprendido nada’ se convierten en himnos cantados por una base de fans que conocen cada palabra. A partir de esta tercera canción, la banda se disparó y el público ya no pudo permanecer en sus asientos. “Estamos celebrando 10 años de carrera, 11 desde que somos familia. Queremos ofreceros una cosa especial con canciones favoritas, las vamos a retorcer, pero aunque estéis sentados se puede bailar”. Una de las más transformadas fue ‘Hemos ganado tiempo’, que sonó con un deje Americana. Todo, desde el diseño del escenario hasta el setlist, incluso la forma en que Rafa Val - su voz, cada vez en mejor forma, y su guitarra se ciñen como un guante a la atmósfera exacta de cada canción-, en un clima de complicidad y optimismo donde se interactúa con el público, absolutamente fantástico. No es una sorpresa que estos tipos sepan lo que están haciendo con respecto a un show en vivo, la entrega, la convicción y la comunicación con el público. El cielo busca la grandeza y Viva Suecia el cielo.

Una banda de emociones

Si ya en sus comienzos hacían tambalear la estabilidad emocional del público, ahora siguen manteniendo esa turbadora capacidad melodramática. La ventaja añadida es poder picotear en un repertorio mucho más amplio, cargado de excelentes canciones como las que aparecen en su más reciente álbum, “El amor de la clase que sea”, donde además han decidido cortar amarras con el pasado y dejarse guiar por sus afectos. Su nuevo single, el rugiente "La Orilla", es una oda a la derrota, una canción (otra más) con vocación de himno a lo The Killers. Rafa comentó: “Parece que estemos en misa, levantarse y sentarse. Cuando termine el concierto podéis daros la paz”.

Viva Suecia son una banda de emociones. Su concierto, de sonido impecable, luces cuidadas, se deslizó entre las desoladas entonaciones de Rafa Val y esos crescendos con toda la banda apurando al límite las notas sin mover los ritmos, perfectamente ajustados. Son únicos a la hora de hacer creíble esa sombría belleza a la que cantan. Cada nota que se tocó y cantó fue exquisita, necesaria, con el matiz justo en cada canción.

Murcia se rinde a Viva Suecia en el primer concierto por sus 10 años de trayectoria

Rafa Val, vocalista de Viva Suecia, en el concierto de anoche. / Israel Sánchez

Canciones como “Los Años” (la primera editada por Viva Suecia, con la que empezaron), “A dónde ir”, “No hemos aprendido nada”, ”La Voz del Presidente” (la primera que salió de las sesiones de Riopar, los Viva Suecia 3.0, que dijo el cantante, con ese ese piano sugiriendo a Coldplay), “Algunos tenemos fe” (con ese ritmo funk que lleva a Gnarls Barkley), o la preciosista “Hablar de nada” (una de las joyas recientes de su repertorio, que inició Carmen Hoonine) apuestan fuerte por la narración de historias cotidianas, con las que su público se identifica, enmarcadas en memorables melodías. Con himnos como ‘Justo cuando el mundo apriete’ -Alberto y Rafa a las acústicas- el Auditorio estalla de nuevo coreando el estribillo, termina la canción y aún siguen coreándola, obligando al grupo a continuarla, vibraron a todos al unísono en este set sin tantos decibelios.

Pomposidad y grandilocuencia bien entendidas antecedieron a la recta final: “Gracias” (que Rafa introduce con el omnipresente por estas fechas “All I Want For Christmas is you”), la bailable “El rey desnudo”, “Bien por ti” con todo el público cantando su logrado estribillo, “Todo lo que importa”, “Lo que te mereces”, que empalman con la anterior, “El Bien” (donde se intercambian guitarras, la eléctrica pasa a manos de Rafa Val, en un guiño de admiración a Springsteen). Fue una decisión acertada terminar el set con esos 2 temas extras de culto. Pero una noche de fiesta nunca está completa sin una sorpresa: hacia mitad del concierto se bajaron de la plataforma con guitarras acústicas para hacer una versión unplugged de ‘Lo siento’, que Rafa remató con una armónica. Y es que este espectáculo tiene dos velocidades: épica y aún más épica.

Fue como la magia de salirse del tiempo y de entrar en otra galaxia, provocando una conmoción que acabó en delirio. Que la gente se desviva por cantar a pleno pulmón da buena cuenta de su tremendo potencial. Apabulla su actitud y su rabia sobre el escenario, con Jess, Alberto y Fernando agitándose y agitando. Por si no era suficiente, han incorporado a Rodrigo Cominero (teclista), que tan pronto está a las teclas como agarra la guitarra, y hace segundas voces, y la inefable Carmen ‘Hoonine’, que está a todo, desde guitarras, voces, programaciones y percusiones, con una gracia infinita. Pero la presencia de Rafa Val -vaya liderazgo- es desde el minuto uno algo incomparable. Es el Bardem del rock español. Ya no es que físicamente esté en su mejor momento, sino que mira, sonríe, canta y se para el mundo. Tiene ese aquel que le hace ser un auténtico líder en el escenario. Los chicos nos dejaron el cuerpo hecho un colador por obra de su ultraterrena contundencia y consistencia, aplicadas férreamente a unos temas enormes, que se sostienen prácticamente solos, entre lo épico y lo íntimo. Viva Suecia poseen la facultad de calar hasta el tuétano, más allá de estilos, guiños y rituales, de dejar a su público en una nubecilla de aturdido éxtasis. Hubo sonrisas y bromas en el escenario mientras esta impresionante epopeya se convertía en una catarsis comunitaria. Dentro de este espectáculo deslumbrante hay un corazón humano; se despidieron llenando de alegría esta celebración dejando sonar el ‘Burrito sabanero’ de Bisbal. Uno de los mejores conciertos del año. Simplemente sensacionales.

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