Entrevista

Bernar Freiría: "Juan Carlos I va a echarle toneladas de azúcar a sus memorias; mi diario es más ácido, como el limón"

Acaba de publicar en formato libro su ‘Diario apócrifo del rey emérito’, que fue desvelando ‘La Opinión’ en el verano de 2023. Se da la casualidad que, apenas dos días después de su lanzamiento, se ha anunciado que el Borbón ha escrito sus memorias

El periodista, articulista y escritor Bernar Freiría, en Murcia.

El periodista, articulista y escritor Bernar Freiría, en Murcia. / Juan Carlos Caval

Asier Ganuza

Asier Ganuza

En el verano de 2023, Bernar Freiría se metió en la cabeza de Juan Carlos I para escribir en estas páginas una delirante serie de artículos que han dado lugar, algo más de un año después, al Diario apócrifo del rey emérito (M.A.R. Editor, 2024). La cuestión es que la ‘casualidad’ –queda a juicio del lector interpretar esas comillas– ha querido que la publicación de este título coincida con el anuncio por parte del sello francés Stock del próximo lanzamiento de Reconciliación, las memorias oficiales del Borbón. Sobre ello hemos querido hablar con el periodista y escritor gallego, que tanto mañana (de 17.00 a 21.00 horas) como el sábado (de 11.00 a 14.00 horas) estará en la Feria del Libro de Murcia firmando ejemplares de su libro.

¿Cómo se atreve a contraprogramar al emérito?

Perdona, pero el que ha contraprogramado ha sido él. Yo esto lo escribí antes de que el emérito anunciara su libro: en el verano del ‘23 y para La Opinión, como bien sabes. Y ahora justo cuando se publica en formato libro, amanecemos una mañana con que va a compartir sus memorias porque, dice, otros se están apropiando de ellas. Pues a lo mejor es que ha leído mi diario...

Eso le iba a decir, que según la editorial que va publicar sus escritos, lo que Juan Carlos pretende es que «nadie le robe el relato». ¿Se leerá La Opinión en Abu Dabi?

Pues mira,yo sé de buena tinta que determinadas personalidades tienen a gente haciendo búsquedas sistemáticas en el espacio digital. Y lo sé porque hace unos cuantos años escribí una columna que se llamaba El cuatrero siempre llama dos veces y que dediqué a Mario Conde y Ruiz Mateos después de que les dieran una segunda oportunidad tras haberles pillado en una cagada tremenda. Pues bien, a los pocos días, una persona relacionada con este último se puso en contacto conmigo para preguntarme por cómo me había atrevido a llamarle ‘cuatrero’. Así que no sé si se leerá La Opinión en Abu Dabi, pero no descartes que apareciéramos en sus búsquedas.

Bromas al margen, esto ni estaba previsto ni ha sido buscado, pero le ha servido en bandeja una campaña estupenda para promocionar su último libro, ¿no?

Sí, y hay que aprovecharla. Sobre todo porque, de momento, está teniendo cierto eco en redes sociales: la gente se interesa, hace comentarios... La verdad es que el anuncio del emérito no ha podido llegar en mejor momento: mi libro salió un lunes y el miércoles saltaba la noticia.

Afirma que, aunque usted sea el que escribe, quien dicta las páginas de este libro es el Borbón. ¿Cómo es eso de ser rey –aunque sea emérito– por un día (o por un verano)?

Muy divertido. Sobre todo porque tienes que meterte en la cabeza de un personaje realmente peculiar y muy interesante. Quiero decir: al rey emérito no se le puede reducir a un tipo que cobraba comisiones y que se follaba a todas las rubias que se encontraba; es un hombre con muchas aristas y, por lo tanto, meterse en su piel es apasionante. Y, por supuesto, me supuso un gran trabajo y un intenso proceso de documentación (por más que viviera la Transición y que goce de muy buena memoria). Pero, para empezar, eso me gusta –no deja de ser aprender cosas nuevas–, y luego que, en su traslación al texto, me he permitido ser un poco gamberro. ¡Ojo!, gamberro, que no frívolo.

Tengo entendido que fue nuestro compañero Ángel Montiel quien le dio el pie para hacer este diario, e incluso él mismo firma un prólogo en el que ficciona la intrahistoria de este libro de la mano de Bárbara Rey, que también está de actualidad estos días por unas fotos con Juan Carlos...

Hombre, no voy a ser yo quien desmienta a Montiel y lo que dice en el prólogo... Démoslo por bueno [Risas]. Pero sí, un día me llamó y me propuso hacer un diario de verano del rey emérito desde Abu Dabi. Por supuesto, la propuesta me descolocó, pero enseguida me pudo el reto y le dije que sí.

En cualquier caso, supongo que el rey –convicciones políticas a un lado– es un personaje que le atrae, al menos desde el punto de vista literario. ¿Qué tiene Juan Carlos I?

Intentar pensar como él y tratar de expresarme como imagino que él lo haría es un ejercicio literario de primer orden. Es un reto extremadamente motivador y que exige un esfuerzo importante para poder estar a la altura del encargo. Y sí, como personaje es apasionante; solo tienes que compararle con el que tenemos ahora mismo reinando... Porque, con todos mis respetos para Felipe VI, que cumple con una función importantísima como jefe de Estado, él es mucho más plano que su padre, y más previsible y gris; lo más audaz que ha hecho ha sido tocar un cajón flamenco en un tablao [Risas]. Juan Carlos, en cambio, es un personaje de grandísimos contrastes y también un poco megalómano... Tiene una colección como de cuatrocientos relojes carísimos que guarda en una sala climatizada a una temperatura muy concreta para garantizar su absoluta conservación, y un pabellón de caza en el que tiene disecados desde leones, rinocerontes y elefantes hasta jirafas (porque este le disparaba a todo lo que se movía). En fin, que es un personaje desmesurado y, como es obvio, eso siempre da más juego que un mero funcionario como su hijo.

Tiene pinta de que se ha divertido mucho escribiendo este diario, pero, por más que se haya convertido casi en una caricatura de sí mismo, no debe ser fácil meterse en la piel del Borbón...

No lo es. Y no lo es porque es un personaje poliédrico y, para hacerlo bien, tienes que intentar dar con todos sus registros. Pero para mí ha sido primordial mantener en todo momento un tono irónico (amparándome en esa «caricatura» de la que hablas). No obstante, huí de la sal gorda, porque, como digo, Juan Carlos es mucho más que eso: condujo la Transición, estuvo en el golpe de estado del 23F –interpretando un papel que no tenemos claro cuál fue, pero que resultó crucial–, ‘disolvió’ las Cortes franquistas con gran astucia... Y, más allá de lo puramente político, fue un hombre que supo ver que España debía industrializarse y que para que eso fuera así debíamos corregir ciertas carencias energéticas. Claro, es cierto que se lucró de todo ello, pero si hago el esfuerzo de pensar como pensaría él, digo: «Joder, si estoy aportando riqueza, ¿por qué no me puedo hacer rico yo también?». Y de eso iba la cosa, de tratar de encontrar todas esas facetas y no reducirlo a un follador impenitente o a un comisionista muy avispado.

¿Y lo ha logrado?

Yo creo que sí. Y aunque debía plasmarlo de un modo muy breve –por las limitaciones del formato físico del periódico–, creo que no me he dejado nada en el tintero. Pero –y esto es importante– lo he hecho metiendo distancia entre él y yo, siendo Juan Carlos a la hora de escribir y, a la vez, contemplándolo desde lejos. Es una paradoja, pero es así: el emérito era el objeto literario de este experimento, y no me podía aproximar a él; mientras, al tiempo, debía ser él. En fin, es complicado. Pero lo importante es que yo, en este diario apócrifo, ni lo elogio ni lo critico, solo me meto en su cabeza.

¿Y qué se va a encontrar el lector? Cuéntenos.

Es un diario en el sentido estricto. Es el emérito hablando consigo mismo, y contando su día a día desde el 1 de julio hasta el 31 de agosto de 2023. Habla de lo mucho que se aburre en Abu Dabi –porque así era, efectivamente, y por eso se iba a Sanxenxo a regatear cada vez que podía–, del calor que allí hacía, de si iba Froilán a verle y de si lo llevaba a conducir un Fórmula 3... Y, al mismo tiempo, estos escritos recogen las reflexiones de un hombre que está a mil kilómetros del país en el que ha reinado durante décadas. Pero es una lectura muy amena, porque son entraditas cortas y prácticamente independientes –la mayoría–, y lo mismo te puedes leer dos o tres que terminarte el libro de una tacada.

No obstante, hay algunas cosas, claves que merece la pena tener en cuenta a la hora de enfrentarse a esta lectura, como que parte de un Juan Carlos exiliado por obligación y que se siente, en cierto modo, traicionado. Y que, por supuesto, pretende reivindicar su figura.

Claro, por supuesto. Prueba de ello es que, un año después de que esto apareciera publicado, él va a publicar sus memorias, con lo que no debí estar muy desacertado al plantearlo así... Pero parece lógico, ¿no? Él se ve en una situación que juzga injusta, porque, después de todo lo que ha hecho por España –pensará él–, ha sido condenado al exilio en el desierto. Así que sí, se reivindica y se justifica. Pero yo animo a los lectores a que se lean este diario y no esperen a las que salga el relato oficial, que va a estar claramente edulcorado; yo, en cambio, he sido más inclemente. Él va a echarle toneladas de azúcar a su historia, y ya se sabe que esta produce diabetes; mi diario, por el contrario, es más ácido, como el limón, que es mucho más saludable.

Bernar, ¿le meto en un follón si le pregunto por su opinión personal sobre Juan Carlos?

Lo que piense el ciudadano Bernar Freiría no tiene importancia porque como mi opinión hay millones. Como te decía, me he tenido que distanciar del personaje para escribir este diario, así que en lo que respecta a este diario apócrifo ni soy juancarlista ni soy monárquico, y tampoco hay que darle muchas más vueltas porque es producto de un puro divertimento literario. Sin emnargo, reconozco que mi editor me contaba que cuando estaba leyendo los textos, él y su mujer discutían: «Pero este Bernar..., ¿qué piensa de Juan Carlos? ¿Y de la Corona?» [Risas]. Nunca les saqué de la duda.

¿Por qué?

Porque creo que no tiene importancia ninguna y porque creo incluso que me reivindica como autor. Ni monárquico ni no, ni republicano ni no: soy un notario burlón y sarcástico. Es como si te vas a comprar un piso y pretendes que el fedatario te diga si es buena o mala compra.

Sea como sea, casi parece que la mejor forma de acercarse a Juan Carlos I es a través del humor, como ha hecho usted o como han hecho Els Joglars, por ejemplo. ¿Se puede tomar en serio al emérito o casi que le haríamos un flaco favor a estas alturas si lo hacemos?

Hombre, es que el rey, como diría mi paisano Rajoy, es «muy español y mucho español», y como tal, tiene esa dimensión esperpéntica que describió tan atinadamente Valle-Inclán y que es común al conjunto de la nación. La cuestión es que tu esperpento o el mío son como muy de andar por casa, pero el de este señor es muy llamativo porque se traduce en que se va a Botsuana a matar elefantes. Así que sí. Pero, en cualquier caso, creo que el humor es una buena manera de acercarse a absolutamente todo. Recuerdo una película sobre la guerra en Yugoslavia que relataba cosas terribles pero con ese puntillo de humor que te permite distanciarte de la cruda realidad; pues bien, con el emérito, igual: en cierto sentido fue una desgracia tenerle como rey, pero si nos lo tomamos con humor se nos puede hacer más llevadero.

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