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Las calores

Desplante

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Enrique Olcina

Enrique Olcina

Sin rodeos ni excusas, y con la única razón de venirse de Japón a Sevilla hace veinte años para aprender su pasión, La Yunko se ha puesto una bata de cola color rojo de sol naciente en La Unión y ha hecho tal desplante que le ha valido el premio femenino en el festival del Cante de las Minas. Se ha hecho dueña del escenario porque sus manos, talle, cuerpo, giro y volantes eran el pincel que, con tinta invisible, escribía en el aire el elusivo kanji del duende. No nos cansamos de decir que el flamenco es universal, pero si su duende ha de pertenecer a alguien, tendría que ser al roma, al gitano, que es esa gente a la que hemos intentado exterminar y no hemos conseguido respetar en más de cuatrocientos años que llevan viviendo entre nosotros, a pesar de que nos dan el mismo flamenco que nosotros reetiquetamos como andaluz y vendemos fuera como España, para que los japoneses vengan aquí a aprenderlo.

Lo digo por quienes la abuchearon cuando le dieron el premio, acusándola de apropiación, en un premio de flamenco, en Murcia, por si no se ve la ironía. Les animo a que, con la misma pasión con que abuchean, en lugar de ser, quizás, tan payos y, a la misma vez, tan puretas que se la cogen con palillos de comer sushi, se vayan a Japón a aprender un poco de vergüenza y, quién sabe si, quizás, tras veinte años de cuidadoso estudio, consigan dominar la ancestral técnica del seppuku que, como todo el mundo sabe, deben practicar en una relativa intimidad, para que no salpiquen.

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