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La Caja de la Rusa: los balnearios de Carrión

Carrión da nombre al actual paseo marítimo de Los Alcázares

Balneario de La Encarnación, Los Alcázares

Balneario de La Encarnación, Los Alcázares / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

En el periplo por los paisajes y el patrimonio regional de la familia de la rusa abundan las imágenes relativas al Mar Menor. Hoy volvemos a Los Alcázares, a aquellos tiempos dorados de los balnearios y, sobre todo, del que construyó el empresario Alfonso Carrión García, que tenía su vivienda en una mansión que se había levantado en La Loma de Pozo Estreho. Carrión, que da nombre al actual paseo marítimo de Los Alcázares, como cuenta el anterior cronista del municipio, Juan Antonio Menárguez Albaladejo, enriquecido por sus actividades mineras, compró unas tierras que anteriormente pertenecían a Torre Pacheco y San Javier, allí edificó, en la misma orilla del mar, el Hotel Balneario La Encarnación, entre 1902 y 1904, y frente a él, conectado por una gran pasarela de madera, una especie de gigantesco balneario que era el Real Club Náutico, utilizado por las familias adineradas que empezaban a establecerse en Los Alcázares. Para otro tipo de usuarios también contruyó el Balneario de San Antonio, a lo que sumó el Real de la Feria, con casetas para los feriantes, así como su propia vivienda y una Iglesia que luego cedió al obispado.

Carrión también puso en marcha la Fábrica de la Luz, para dotar de electricidad a todas las viviendas de la zona. No satisfecho, puso en marcha una Pensión con sus cocheras donde paraban los carruajes. Cuenta Menárguez que consiguió facilitar alojamiento a todas las clases socioeconómicas que acudían a Los Alcázares. Todo aquello fue haciendo crecer a este lugar, se fueron estableciendo importantes familias acomodadas, otras de apellidos ilustres, y, poco a poco, gentes de todos los oficios y condiciones.

El Club Náutico y el Balneario estaban construidos en madera, con diversas estancias que posibilitaban que sus usuarios tuvieran salones comunes y habitaciones privadas para ponerse los trajes de baño y para bajar a tomar sus baños al mar, que entonces no se hacían, como ahora, andando desde la orilla de la playa. Ambas construcciones tenían sus terrazas y sus pasarelas y traían a la zona una moda que corría por el Mediterráneo de toda Europa, aunque se dice que no existía, por su belleza, nada igual en cualquier otro sitio. Ciertamente era un lugar para sanar el cuerpo y la mente y, por supuesto, para socializar con gentes de un mismo status, por eso tenían, incluso, salones de juego, celebrándose en el Club Náutico importantes fiestas y concurridos bailes. No faltaban las actividades en invierno, como los bailes de carnaval.

Cuenta el desaparecido cronista que en una terraza se proyectaban películas de cine mudo, con interpretación de música en directo. Otra de las actividades más exitosas era ver, desde esas terrazas, las regatas de vela latina y algunas de traineras, incluso femeninas, como la que se celebró el 6 de agosto de 1914.

Poco a poco, el paseo se fue poblando de familias que tenían aquí su segunda residencia y que fueron construyendo sus pequeños. Pero aquél mundo se nos fue. Resulta que el 13 de diciembre de 1949, un gran vendaval que rompió La Manga por varios sitios, afectó de tal manera al mar Menor y a Los Alcázares que la mayoría de aquellos balnearios quedaron totalmente destrozados con la subida de las aguas, el fuerte oleaje y los grandes vientos. Lo que lleva sufrido nuestra laguna.

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