Las calores

Al fresco

Al fresco | IMAGEN GENERADA POR IA

Al fresco | IMAGEN GENERADA POR IA / Enrique Olcina

Enrique Olcina

Enrique Olcina

Hay que aprender de los perros sobre todo en las horas de calor. Encontrarán siempre el lugar más fresco y, a diferencia de los gatos, lo compartirán contigo.

He pasado veranos más templados que esta ola tras ola de calor, ¿podemos llamarlo ya maremoto?, pero el lugar más fresco de la casa donde veraneo ha sido siempre el suelo que hay entre la mesa del comedor y el sofá, que era donde se han acostado todos los perros que hemos tenido y donde, a veces, mi hermana, mi hermano o yo mismo nos tiramos para echar una cabezada después de comer, depende de quien esté más cansado.

La casa es de techos altos, umbrosa y de ventanas pequeñas, construida a favor de la rosa de los vientos que sopla sobre el terreno, porque hacer en estos climas amplios ventanales, como si fuera una villa en la Costa Azul, puede quedar muy bien para una película de Coppola pero es un suicidio a fuego lento y se te llena la casa de polvo. Por eso las construyen así para los forasteros.

Es cierto que quejarse del calor en verano es la manera más redundante de pasar el tiempo, mientras hilas una miseria de frescor con las varillas del abanico y esperas que a las seis de la tarde la canícula te deje salir a la calle, pero hay otros lugares donde la gente se queja de la lluvia porque les estropea el sol. Insensatos.

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