Festival
Bienvenidos al Cante de las Minas: comienza el concurso del festival
El concurso del Festival del Cante da comienzo con las atrevidas propuestas de los participantes, como Jesús Carbonell o Gregorio Mota.

Irene Morales pisando las tablas en el escenario. / L.O.
Marco Albaladejo Alajarín
Año 1961. Visita la ciudad de La Unión el cantante Juanito Valderrama, dispuesto a cantar por los palos locales. Sorpresa la suya, cuando el público le reclama la canción popular 'El Emigrante'. Cabreado, y tras contestar al público para que apreciase este sus cantes (mineras, cartageneras, levanticas, etc.), se va. Tanto para los unionenses, como para aquellos que conozcan la historia del Festival, no nos es difícil completar la anécdota. El mismo año recibiría la Lámpara Minera don Antonio Piñana, excelente cantaor, y patriarca de dicha familia, con enorme trayectoria artística. 63 años más tarde, vuelve a abrirse ese telón. Un telón que, tras levantarse, dejó ver a los grandes artistas que son hoy, por ejemplo, Miguel Poveda o Pitingo, ambos participantes activos de esta edición del festival.
Abre la jornada el sueco Olle Pelayo, en la modalidad de instrumentista flamenco. No todos los días se puede apreciar a un intérprete de armónica tocar por tarantas. La precisión y la velocidad con la que ejecuta todas las notas de los 'quejíos' es sublime. Lo es también la variación que produce cuando utiliza un micrófono para distorsionar y manipular el sonido de la armónica. Hay incluso alguien que, entre el público, parecía escuchar no un solo instrumento, sino la combinación de dos, concretamente de acordeón y violín.
Abandona el escenario el sueco, y entra Andréles Amador al cante. En primer lugar, desarrolla su cante por taranto, sumamente discreto, envuelto en extensas y acertadas falsetas, salidas de las manos y la guitarra de Antonio Muñoz. Coplas y ayeos varios, coloreados por el calor de la voz del artista, cierran su primera interpretación. En segundo lugar, canta por seguiriya, nuevamente con una preciosa falseta antoniana. La voz surge del paladar, no de la garganta, para dar una resonancia y una sensación de lleno espacial única. Continuando en la línea de la simpleza y la efectividad, Amador cierra el cante con un ayeo final.
Para abrir la sección de toque de guitarra entró al escenario Jesús Carbonell. El navarro deleitó a la Catedral del Cante con una taranta y una soleá. La taranta, que comenzaba con la vibración de los graves del instrumento, sonaba como las olas de un mar en profunda calma. Como el agua. El rasgueo, fino, una estupenda resonancia, y una excelsa claridad en los pasajes rápidos condujeron al final de la obra, desplantando en el acorde de taranta. Con el inicio de la falseta, Jesús creó una nebulosa sonora, un ambiente estremecido por sonidos difusos. Viajando por todos los registros de la guitarra (con especial predilección por los graves, dicho sea de paso), se transmite con más linealidad que la taranta anterior, aunque sin evitar los giros melódico-armónicos propios de este palo.
Le llegó el turno entonces a la granaína Marián Fernández, que cantó por levanticas y cantiñas. Para el desarrollo de la levantica, Marián hizo gala de su delicada voz, así como una depurada técnica vocal. Más favorecedora para la artista fue el desempeño por cantiñas, notándose más cómoda en el modo mayor (lo que entendemos por una música “más alegre”). Le sucedió José Plantón, por taranto y soleá. Un taranto donde predominó la técnica vocal y el paso por los diferentes modos vocales (voz de pecho, de garganta, de cabeza, etc.), y una soleá que tomó el relevo del taranto para continuar en la misma línea de interpretación. Su intervención acabó por peteneras.
A cargo del baile estuvo Irene Morales, por tarantos. Pisando las tablas con vestido de sevillana, adaptado para permitir el vuelo de la falda, expone varias escobillas y taconeos. Intercala, en todo esto, secciones prestas y largas, más aceleradas y más parsimoniosas. Cierra su baile abandonando el escenario con el último rasgueo de la guitarra. Acaba el concierto con el cantaor Gregorio Mota, por mineras y seguiriyas, entre otros palos. Como gotas de agua caen las notas de la falseta de 'Niño de la Era', complementadas por los melismas de las mineras, o los quejíos de la seguiriya.
Se cierra el telón de esta primera velada. Y da pues por comenzado el concurso más prestigioso del mundo. Bienvenidos al Cante de las Minas.
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