Festival

Pitingo en el Cante de las Minas: La Unión, ciudad "de ida y vuelta"

El artista levanta al público del Mercado Público con su “Soulería de ida y vuelta”

Pitingo actuando en el Cante de las Minas

Pitingo actuando en el Cante de las Minas / Cante de las Minas

Marco Albaladejo Alajarín

Hace tiempo, pasó un joven cantaor por La Unión. Un día, vino Pitingo. Lleno de juventud, espíritu y “duende”, se fue del municipio con el galardón de Cantaor Revelación de 2004. He ahí la “ida”. Y ayer, veinte años más tarde, tuvo lugar la “vuelta”. Veinte años entre el soul y la bulería, para volver a pisar, tras sus conciertos de 2011, 2016 y 2018, el escenario de la Catedral del Cante, a la que considera, como muchos de los artistas que la han visitado, la sede mundial del flamenco más jondo.

Suben los artistas que le acompañan en su espectáculo al escenario. Todos vestidos de blanco, color de la pureza. Antonio Manuel Álvarez “Pitingo” entra con la mano en alto, a modo de saludo. Sobre la base coral, canta un suavísimo “¡Ay!”. La guitarra y el coro flamenco completan la escena sonora, más flamenca, que cambiará poco después a ritmos latinos. Pitingo aprovecha entonces su falsete (voz de cabeza fuera de registro “normal”) para acabar a ritmo de rock gritando la palabra “Soulería”. Todos cesan, menos la guitarra, y el artista aprovecha para saludar al público con un “Buenas noches, familia, buenas noches, La Unión”. Rememorando esos veinte años de carrera desde que “todo comenzase en La Unión”, Pitingo se enorgullece de ser fiel portador de los cantes mineros por el mundo.

Y anuncia una soleá. Su voz, rasgada, corre y para, y se rompe a cada grito en la copla, mientras cierra con rabia y tristeza los ojos. Marca el ritmo de la soleá junto a la guitarra, dando leves toques en una mesita, de la cual dispone a su derecha. El segundo ayeo es más pronunciado, mucho más intenso, y mucho más quejado, yéndose con la falseta de la guitarra.

Pitingo cantando en el Cante de las Minas

Pitingo cantando en el Cante de las Minas / Cante de las Minas

No faltaron tintes humorísticos y anecdóticos. Antonio estaba en casa, y se notaba por la comodidad mostrada en todo momento con el público. “¡Qué grande, Pitingo!”, exclaman desde el fondo del Mercado. “Bueno, 1.63, tú verás”, responde entre las risas del público. Para restablecer el ambiente musical, interpreta una seguiriya, en homenaje a su amigo y maestro Juan Habichuela. Con Jesús Núñez a la guitarra, nuestro artista canta con más dolor si cabe que en la soleá previa, exclamando su quejío de tal forma, que, en cualquier situación externa al contexto de la performance, sería indistinguible de un grito de dolor puro. Pureza, qué palabra esta. ¿Cómo es posible que tenga en términos generales una connotación positiva, cuando son los males, duros y crudos, los que sentimos con menos adorno? Relatando la copla de la seguiriya el miedo a que unos padres mueran, manda un mensaje de amor Pitingo a su maestro Habichuela, su “padre” en el flamenco, orgulloso desde el cielo bajo el cuidado de Dios. Un cante por malagueñas, de melismas tan prolongados como delicados, cierran la primera parte del show.

La segunda parte estuvo más centrada en versiones y covers de canciones de grandes artistas. Alguna de estas versiones, como la que interpretó de “Killing me softly with his song”, vienen de su disco de 2008 “Soulería”, una clara referencia para esta última producción, de “ida y vuelta”. El espíritu del soul reinó, con la puesta en escena de canciones como “Soul Man”, de Sam Moore, “Don´t you worry ´bout a thing”, de Stevie Wonder, o “Ain´t no mountain high enough”, del dúo musical “Ashford & Simpson”. 

La participación del público de manera activa fue destacable. El artista dinamizó su interpretación del tema “Guantanamera” creando una dinámica de bloques, en la que los asistentes sentados a la izquierda del pasillo central cantaban primero, y aquellos sentados a la izquierda contestaban con la archiconocida melodía. Todo el público se levanta mientras cantan, siguiéndose entre sí, al mismo tiempo que siguiendo al artista, artífice de este mágico momento, que no cesó sino hasta el fin del tema “Quimbara, Quimbara”. Permanece el público de pie, arrancando en aplausos, gritos de júbilo y alabanzas al de Ayamonte, a lo que responde este con una emotiva frase: “Sois el mejor público del mundo”.

Tras presentar a su equipo, cierra la gala por bulerías. Asensio Sáez la describió como una ciudad “alucinante”. Gonzalo Wandosell como la ciudad inventada”. A mí, personalmente me gustaría llamarla una ciudad “familiar”. Una ciudad a la que ir, y como Pitingo en reiteradas ocasiones, volver. Una ciudad “de ida y vuelta”.

Tracking Pixel Contents