El escritor, crítico literario y articulista Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) será, entre hoy y mañana, uno de los grandes protagonistas de la primera edición murciana del Festival Internacional de Literatura en Español, FILE. Esta nueva cita de la agenda cultural regional –que durante los próximos días llegará a doce de nuestros municipios– propone para los amantes de las letras actividades como charlas en las que se podrán escuchar a grandes autores, desayunos junto a algunas de las primeras firmas del panorama actual y hasta paseos literarios con historias milenarias en parajes singulares. En concreto, De Prada, que ganó el Premio Planeta en 1997 con La tempestad, tiene tres actos programados: hoy, a partir de las 20.15 horas, en el patio de la Basílica de la Vera Cruz de Caravaca, está citado para charlas sobre la cultura a orillas del Mediterráneo junto a Lola López Mondéjar y el periodista Ángel Montiel, mientras que mañana, en el Museo de la fiesta de la citada localidad, ofrecerá un ‘café literario’ a sus lectores (10.15 horas) y, a primera hora de la tarde, viajará a Bullas para protagonizar un encuentro gastronómico-literario con Salvador Martínez en el Museo del Vino (13.00 horas). Todas las actividades son gratuitas, aunque algunas requieren de retirada previa de invitación. Los detalles –y el resto de la programación de FILE– se pueden consultar en www.lafabrica.com.
Son varias las actividades que tiene previstas para este fin de semana en la Región, dentro del festival FILE. La primera es una charla junto a Lola López Mondéjar y Ángel Montiel que tendrá como telón de fondo el Mediterráneo, pero en la que se hablará de filosofía, psicología, religión...
Creo que en una tierra tan ligada al Mediterráneo como Murcia es muy interesante ver hasta qué punto este mar que baña sus costas ha podido influir en el temperamento, así como en la visión del mundo y la sensibilidad artística de sus gentes. Digamos que la idea es descubrir hasta qué punto Murcia forma parte de una ‘civilización mediterránea’; y, de ser así, cuáles serían los rasgos comunes de esta. Me parece un tema apasionante. Apasionante e infinito, inabarcable como el mar, pero, indudablemente, muy interesante.
Si nos centramos en el plano literario, cuántas obras, cuántas inspiraciones habrá traído el Mediterráneo...
El mar siempre te confronta con las grandes preguntas: de dónde venimos, hacía dónde vamos... Esa sensación de infinitud, de misterio impenetrable que siempre tiene el mar, siempre sugiere cosas a aquellos que estén dispuestos a escuchar. Por eso es y siempre ha sido un motivo de inspiración literaria de primera magnitud.
Más allá de este encuentro, una de las grandes apuestas del festival son los ‘cafés literarios’. También protagonizará uno: el sábado por la mañana, en el Museo de la Fiesta de Caravaca. ¿Qué nos puede contar de esta cita?
En una actividad de este tipo, lo fundamental es el coloquio con el público; es decir, que se genere entre el escritor y aquellas personas que acudan a escucharlo una intimidad lo suficientemente fuerte como para que pueda brotar de todos un espíritu sincero, para que se pueda hablar en confianza de aquellas cuestiones que nos inquietan, literarias e incluso vitales. Bueno, si es que se puede hacer esa diferenciación entre vida y literatura...
¿Usted qué cree?
Yo pienso que no. Creo que quienes tenemos una vocación, bien por la escritura o bien por la lectura, tenemos esa necesidad fundida con nuestra sangre; más tarde o más temprano se convierte en algo que forma parte indisoluble de nuestra vida. Y al calor de ese café, estoy seguro de que saldrán muchas cuestiones interesantes vinculadas a las preocupaciones del escritor, a sus inquietudes, a sus miedos..., así como a sus anhelos y, también, a cómo la literatura cambia la percepción de nuestra vida.
Su visita se sustenta sobre tres patas: ya hemos hablado de las dos primeras, mientras que la tercera, en Bullas, es de carácter –además de literario– gastronómico.
Considero que la gastronomía es el resultado de envolver de belleza una necesidad fisiológica, algo también muy mediterráneo. Normalmente, los pueblos que viven en el frío no desarrollan habilidades culinarias. Yo le invito a viajar a los países escandinavos y apreciará que no entienden este arte... El frío hace que busques en la comida calorías para combatirlo y, en ese sentido, los pueblos meridionales tenemos la suerte –porque necesitamos menos calorías– de poder permitirnos paladear la comida. Y la invitación al paladeo es una invitación al arte. Esa es una de las razones de por qué las cocinas española, francesa e italiana son las mejores cocinas del mundo, porque quienes la hacen proyectan sobre la comida su sensibilidad, su arte y su creatividad.
¿Y cómo vinculamos este arte con ese otro arte que es la literatura?
Lo que uno busca en la lectura es alimento espiritual, frente a lo que busca en la comida, que es alimento material. Pero tanto el alimento material como el espiritual pueden ser administrados a palo seco o con arte, esa es la gran diferencia.
El FILE es un festival con muchas aristas. Habla de literatura, claro; de patrimonio (por los entornos tan especiales en los que se celebran estos encuentros), y tiene como tema central el Mediterráneo. Pero, además, busca, por ejemplo, llamar la atención de la gente joven con formatos diferentes; un público que en muchos casos tiene otros hábitos alejados de la lectura...
Y es un grave error y una tristeza. Los seres humanos hemos sido creados de una determinada manera y necesitamos hundir nuestro pensamiento y nuestras capacidades mentales en la lectura, adentrarnos en historias complejas que sean meditadas. Creo que, de lo contrario, lo que estamos haciendo de alguna manera es renegar de nuestra humanidad; cuando nos conformamos en las historias que nos sirven en una plataforma televisiva o la agitación que nos proporciona nuestro teléfono móvil estamos dejando de ser humanos. Con esto no quiero decir que uno no tenga que tener un smartphone o que no pueda ver una serie o una película, pero creo que renunciar a las potencialidades que nos brinda la lectura es entregar parte de nuestra humanidad. Los jóvenes, que son almas sensibles y muy rebeldes, deben ser muy conscientes de que cuando se les invita a llevar una vida sin libros, se les está invitando a llevar una vida de animales; se les está arrebatando su humanidad. Lo que es gravísimo, porque creo que ellos son la esperanza de nuestra civilización, los que deben de estar especialmente vigilantes y revolverse contra quienes los quieran dejar sin lecturas; ellos son quienes deben luchar por reconquistar el espacio de la lectura.
Esa humanidad de la que habla, ese espíritu que nos diferencia de los animales, es mucho más libre e intenso cuando hablamos de poesía.
Mire, hablábamos antes de gastronomía y le diré –continuando el símil– que creo que vivimos en una época en la que pretenden vendernos una especie de cocina nórdica, que nos conformemos con satisfacer una serie de necesidades fisiológicas básicas. Y eso no puede ser. Los seres humanos tenemos un anhelo de belleza, necesitamos buscar la verdad y abrazarnos al bien. Esa vida animalesca que nos ofrecen –tan fea, malvada y despojada de lo que necesitamos para ser auténticas personas– es una vida que no nos satisface. Creo que la vida que merece la pena ser vivida es aquella que busca la verdad, la belleza y el bien. Un premio de poesía mística como el que se convoca en Caravaca es una forma de apostar por esa forma de vida.
No me puedo despedir sin preguntarle en qué está trabajando actualmente...
Estoy corrigiendo las pruebas de un libro, que publicaré en noviembre. Se titula Raros como yo y, como su propio nombre indica, en él hablo de escritores malditos, un poco al margen del canon literario. También estoy escribiendo una novela larga que espero poder lanzar el año próximo. Está ambientada en el París ocupado de la Segunda Guerra Mundial y protagonizado por toda la pléyade escritores y artistas españoles que estuvieron allí entre 1940 y 1944.