Se aproxima el gran colofón de Los Veranos de El Batel, y el as que se ha guardado en la manga para el cierre de la programación es una traca final con dos grandes actores a los que todo el mundo pone cara, bien sea por el cine, el teatro o la televisión: Carmelo Gómez y Miguel Hermoso. Ambos llegarán al auditorio de Cartagena para representar Las guerras de nuestros antepasados. Se darán cita con el público este viernes, 25 de agosto.
Efectivamente, se trata de una pieza que lleva a escena la novela homónima de Miguel Delibes, que se publicó en 1975. En ella, el vallisoletano narra con maestría la los horrores de la guerra.
Es, de alguna forma, un grito contra la violencia de las trincheras del autor de Los Santos Inocentes. De hecho, el protagonista de la historia es Pacífico Pérez, una firme declaración de intenciones con la que el que fue miembro de la RAE defiende a lo largo de sus 288 páginas la necesidad de la paz como un camino de vida a seguir.
La 'libertad' de un psiquiatra y un preso
En el caso de la obra teatral, adaptada por Eduardo Galán y dirigida por Claudio Tolcachir, se resalta el carácter complejo de su protagonista. Su personalidad hace honor a su nombre, pese a los tiempos que le ha tocado vivir. Pacífico es sumiso frente a los poderosos y resignado ante un destino que conoce y que lleva grabado en la memoria desde la cuna, debido a las historias de la guerra que le contaban el Abue, el Bisa y Padre.
Aunque se haya optado por subrayar esas contradicciones, el equipo artístico ha querido respetar el esquema original de la novela: las siete entrevistas que mantiene Pacífico con el psiquiatra de la prisión en la que se encuentra encarcelado.
Es en esas conversaciones íntimas, de tú a tú, cuando sabe que nadie más le escucha, es cuando el personaje realmente se expresa con plena libertad. En el caso de este montaje, lo hace a imagen y semejanza de la creación de Delibes, es decir, con el mejor lenguaje rural castellano que se pueda utilizar.
Precisamente esa libertad con la que ambos se comunican es la que permite que el público entre también en esa atmósfera de intimidad, una vez que se apagan las luces, se sube el telón y se ilumina el escenario. Sobre él se encuentran, únicamente, dos personas, Carmelo Gómez (Pacífico) y Miguel Hermoso (el psiquiatra), que necesitan poco atrezzo para encandilar a los asistentes. Se bastan con unos cuantos bancos en los que sentarse, una mesa y una antigua grabadora con la que el doctor graba sus sesiones. Toda la atención es para ellos, para sus reflexiones y para sus expresiones cargadas de riqueza cultural.
Eduardo Galán quiso reconocer «la gratísima colaboración de Carmelo Gómez, que con tanto entusiasmo como conocimiento ha trabajado para ‘pulir’ la última versión del texto» y a Jesús Cimarro por «su apasionada participación» como productor de la obra.