Entrevista | Manuel Moyano Escritor

"Toda vida puede ser fascinante si no te quedas encerrado viendo la tele"

"Sin curiosidad estás muerto", sentencia el cordobés, que se ha dedicado a buscar trazas de literatura en el día a día y en lo consabido

Manuel Moyano, en Sos del Rey Católico, con Jorge LuisBerlanga. Teresa Piqueras

Manuel Moyano, en Sos del Rey Católico, con Jorge LuisBerlanga. Teresa Piqueras

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Manuel Moyano (Córdoba, 1963) vivió dos años de su vida «con las antenas puestas», rastreando cualquier resquicio literario en su día a día. No era difícil encontrarlo en un encuentro con Michel Houellebecq o un concierto de Bod Bylan (pese a lo mucho que le costara al bueno de Robert ir a recoger su Nobel...), pero había que ser perspicaz para dar con ellos en un festival erótico o durante un paseo en bicicleta. Pero si algo ha intentado –y logrado– el andaluz, casi murciano –lleva años viviendo y trabajando en Molina–, con este proyecto es detectar lo excepcional en lo cotidiano, lo fascinante del día a día.

El proyecto, por cierto, tiene su origen en esta casa, en La Opinión. Nuestro compañero Ángel Montiel le propuso a Moyano escribir un diario semanal, y él se comprometió y se mantuvo fiel a su palabra y a su propósito, mucho mayor que el de escribir un artículo cada siete días. Porque, desde el primer momento, el escritor vislumbró un libro; libro que acaba de ver la luz como una recopilación de todos esos textos y bajo el título Polvo en los zapatos (Menoscuarto, 2023). Lo presentará el próximo 6 de junio en Murcia (Fundación Mediterráneo, 20.00 horas) y, al día siguiente, en Molina (Biblioteca Salvador García Aguilar, 20.00 horas).

¿Cómo está, Manuel? Últimamente tiene una agenda muy apretada (muchos actos, presentaciones y demás).

Sí. Pues..., yo que sé. Al final uno termina multiplicando su presencia aunque no quiera, porque una cosa lleva a la otra y... Por un lado está bien, porque te da visibilidad, pero, por otro, es agotador.

Más allá de la visibilidad, supongo que para un escritor todo este tipo de encuentros tendrán algo de enriquecedor; especialmente si, como usted, bebe mucho de sus propias vivencias.

Sí. La palabra que se me viene a la cabeza es ‘nutrir’: estos encuentros, estas charlas, le sirven también a uno para nutrirse, tanto en lo personal como en lo literario. Además, al final todo esto es abundar en algo que, a mí por lo menos, me gusta y me importa: esto es, el ejercicio del escritor y el del lector.

Se lo preguntaba también porque en los últimos años lo ‘real’ ha acabado ganándole terreno a la ficción en sus escritos.

Totalmente. Y no solo soy consciente de ello, sino que es una tendencia que incluso impulso. Porque me pasa como escritor, pero también como lector: cada vez me interesa más lo real, la no-ficción, que me cuenten cosas que han ocurrido de verdad (más que historias que nunca tuvieron lugar). No reniego de la ficción, no me malinterpretes, pero, en este momento, esta otra vertiente de la literatura me produce más placer.

¿Por qué? ¿Le encuentra alguna explicación? Hace un tiempo me dijo que era cosa de la edad...

A ver... Yo creo que, para empezar, es algo que está en el ambiente (más allá de lo personal). Es evidente que hay una tendencia, una cierta querencia en auge hacia ese tipo de literatura. Por eso están de moda la novela autorreferencial, la autoficción, la no-ficción, los diarios, etc. Y no solo están de moda, sino que es una corriente que va in crescendo. Eso, digamos, de forma general. Y en lo particular..., sí, probablemente es lo que te dije la otra vez: con la edad siento como que bastante ‘ficticio’ es el universo que nos ha tocado vivir. Lo dicho: no necesito que me cuenten historias que nunca han ocurrido; ya ocurren a diario suficientes cosas que nos suenan a ficción, no hace falta invertarnos más.

¿Se siente más cómodo haciendo de ‘cronista’ que de... ‘alquimista literario’?

En este momento, sí. Pero bueno, también creo que hay mucha alquimia en esto de ser cronista, ¿eh? En el diario, por ejemplo: el escritor es una persona que desde que se levanta y hasta que se acuesta está viendo, escuchando y viviendo cosas, pero, a la hora de escribir, debe hacer una criba, seleccionar cuáles de esas cosas cuenta, y ese ya es un proceso bastante parecido al que uno sigue cuando hace ficción. Y luego, claro, hay que ver cómo las cuentas y cómo relacionas todas estas historias, que es algo muy personal; porque estoy seguro de que si haces que diez personas hagan y vean lo mismo durante un año, el relato que escribiría cada uno sería completamente distinto al de los demás. Ahí está la importancia de la perspectiva, de la mirada.

Dice que los procesos son similares, pero... ¿echa de menos algo de la ficción cuando escribe, por ejemplo, un diario?

No. Pero, por lo que te digo: en cierto modo, utilizo los mecanismos de la ficción para trabajar la no-ficción. De hecho, diría que más bien es al revés: que cuando escribo ficción echo de menos a la no-ficción [Risas]. Sí, porque lo bueno de beber de sucesos reales es que los personajes, los escenarios y los argumentos ya están ahí, te vienen dados, y bajo tu responsabilidad solo queda la forma que le das a esos hechos. Con la ficción, es cambio, partes de cero.

Manuel, Polvo en los zapatos es producto de dos años de artículos semanales para La Opinión. ¿Cómo se tomaba estos artículos? Quiero decir: supongo que también son una suerte de desahogo literario entre proyectos de más empaque, como pudiera ser La frontera interior (2022).

En realidad, nunca me lo tomé como un desahogo; más que nada porque siempre pensé en que este proyecto derivaría en una obra de empaque. Por eso desde el principio fui tirando hilos de conexión entre los diferentes artículos, porque ya entonces pensaba en ese futuro libro que hoy es ya una realidad. Además, estaba buscando la forma de ahondar en la no-ficción, y cuando Ángel Montiel me ofreció hacer este diario me pareció la mejor manera de hacerlo.

¿Con qué idea?

Con la idea de extraer literatura de todo. De lo cotidiano, del día a día. El libro arranca con una cita de Claudio Magris que lo resume bastante bien (cito de memoria): «La literatura, como el buitre, puede alimentarse de todo».

¿Y cuáles son las directrices que se marca cuando se sienta a plantear el proyecto? Porque supongo que requiere cierta estrategia (pese a que brille por su variedad y libertad temática).

No había estrategia. Pero en el prólogo dice Miguel Sánchez-Ostiz algo interesante: el hecho de saber que cada semana tienes que escribir algo que se va a publicar en el periódico te hace que tengas una vida más variada, te ‘obliga’ de algún modo a alimentar ese diario. Seguramente por eso que, durante los dos años que duró este proyecto hice una cantidad de viajes –tanto por la geografía nacional como al extranjero– absolutamente anómala, y también fui a más actos sociales que nunca.

Habla de viajes y, de hecho, aunque la variedad temática es notable, tanto el título como la portada –como los precedentes, y a La frontera interior me remito– parecen advertir de que en estas páginas hay mucho de eso...

Sí. De hecho el viaje es uno de los principales ejes no premeditados de este proyecto. Y digo ‘no premeditados’ porque solo cuando lo he releído me he dado cuenta del peso que tiene realmente en este diario.

Parece que le ha atrapado la experiencia de viajar y escribir sobre ello. En su momento me dijo que, en su cruzada de no-ficción, viajar es lo más cercano que hay a ‘vivir’ una novela.

Sí. Además, he descubierto con el tiempo que es un género que me viene particularmente bien y en el que me siento cómodo, y el fruto que me sale no es nada desdeñable... Eso de combinar adecuadamente lo que te pasa con lo que ves y, a la vez, con la historia y leyendas propias del lugar me resulta sumamente atractivo.

Lo de la alquimia...

Exacto. Y, en este sentido, debo decir que para mí este diario ha sido como una gran escuela de escritura. Para empezar, he aprendido a sacar literatura de casi cualquier cosa, y también a ser un poco más moroso en las descripciones y las narraciones (en la ficción tenía tendencia a ir demasiado al grano...). Y, bueno, a mitad del diario fue cuando hice el viaje a Sierra Morena que dio lugar a La frontera interior, y creo que aquel libro no habría salido como salió de no haber estado sumido en este diario y en el aprendizaje que supuso.

Aun así, como decíamos, en el libro tenemos de todo: desde una crónica de un concierto de Bob Dylan, hasta el relato de su visita a un festival erótico, pasando por encuentros con grandes firmas de la literatura nacional e internacional como Manuel Vicent, Michel Houellebecq o Ray Loriga.

Sí. Muchos de ellos, en parte, motivados por mi trabajo, por el ciclo ‘Escritores en su tinta’ de Molina de Segura. Y otra cosa importante de este libro es que su escritura coincide con la muerte de mi padre y de un amigo cercano; un episodio que normalmente no hubiera narrado nunca pero que...

¿Cómo se enfrentó a ello? ¿Le sirvió de terapia, como suele decirse, o eso es una impostura?

Es interesante esto que dices, pero en mi caso no es una impostura decir que fue, en cierto modo, terapéutico. Porque en ningún momento me disgustó la posibilidad de plasmar casi en directo todo esos sentimientos. Lo curioso es que en ambas referencias [la de su padre y la de su amigo] me salió de forma natural utilizar la segunda persona, en vez de la primera. Hablé de ello con Miguel Ángel Hernández, que acostumbra a utilizar este recurso, y me dijo que seguramente fuera «para poner un poco de distancia». Si lo cuentas en primera quizá te aproximas demasiado y puedes caer en el sentimentalismo.

Porque..., cuando se escribe un diario, ¿se piensa en el lector? Como por lo general es un género que nace para ser leído si acaso por uno mismo...

Bueno, pero es este diario surge ya con naturaleza pública. No es íntimo o privado como los de Chirbes que acaba de publicar Anagrama. Y eso, claro, condiciona tu manera de escribir: saber que cada texto va a salir publicado en el periódico te obliga a medirte, a controlar que no haya nada no-publicable, que no haya nada excesivamente íntimo, que no haya ataques a terceros... Cosas que en un diario personal escribirías, pero que aquí, si acaso, aparecen camufladas o atenuadas.

¿Y qué le puede aportar entonces Polvo en los zapatos a quien se sumerja en sus páginas?

La idea de lo alucinante y variada que puede ser la vida, de que no hay que ser una gran estrella o algo así para que ocurran cosas. Toda vida puede ser fascinante si no te quedas en casa encerrado viendo la televisión. El mundo te ofrece muchas cosas, otros lugares, otras personas, libros, películas, historias... La idea de que lo exótico se puede hacer también en los ambientes más próximos.

La editorial, Menoscuarto, dice que este libro es «un crisol entre lo excepcional y lo cotidiano», pero me da la sensación de que para usted no son dos conceptos ni mucho menos excluyentes (tampoco alejados).

Es una buena forma de expresarlo, sí. ‘Lo excepcional también está en lo cotidiano’ ha sido un leitmotiv recurrente en muchas de las cosas que he escrito. Cuando llegué a la Región, por ejemplo, me quedé alucinado con todo lo que hay en torno a los curanderos, y aquí es algo que la gente daba por sabido, pero a me pareció una mina literaria [de ahí salió el libro Dietario mágico, de 2015]. Yo pensaba: «Pero cómo podéis pasar esto por alto, ¡si es la leche!» [Ríe].

La curiosidad del escritor...

Sí, eso es muy importante. Sin curiosidad estás muerto.