FESTIVAL DE EUROVISIÓN 2023

Ave Blanca Paloma Purísima: Suecia gana Eurovisión frente a una España (de nuevo) incomprendida

‘Eaea’ termina en el puesto 17 con 100 puntos tras una actuación visual y vocalmente sublime | Finlandia e Israel han completado el podio en la gran final del certamen

Blanca Paloma termina en 17ª posición en Eurovisión

PI STUDIO

Pedro del Corral

Blanca Paloma se ha confesado en Eurovisión. Le ha hecho saber al Viejo Continente que su Eaea es fruto del amor más puro. Que su voz es el canal por el que se comunican sus ancestras. Que el rojo de sus flecos es el útero universal que nos protege. Que la valentía no tiene que ver con la fuerza. Y que la raíz es la esencia de cualquier existencia. Un desahogo tan personal que ha sido imposible no dedicarle al menos una mirada. La verdad de sus palabras le ha valido el puesto 17 de esta 67 edición. No ha ganado el festival, pero sí un buen puñado de corazones. Su nana flamenca ha templado el pecho de Europa. Y, aunque el Micrófono de Cristal lo ha levantado Suecia, se ha llevado el respeto de quien escucha con atención una revelación.

Eaea no es una canción a la que entrar fácilmente. Requiere su tiempo y energía. No todo el mundo está preparado para sentirla de primeras. No obstante, la garra con la que ella se ha plantado en el Liverpool Arena la ha vuelto llana, sincera, arrebatadora… A su imponente voz, hay que sumar una escenografía sauriana que ha reflejado las vísceras de donde partía este cántico. Si por algo se ha caracterizado la actuación de Blanca Paloma ha sido por avivar la pasión que todos guardamos dentro. Desde que arrasó en el Benidorm Fest, no ha dejado de repetir la jugada una y otra vez: ella llega, lanza su flecha y te deja el esternón al descubierto. Entonces, no hay apósito que valga: lo mejor es desangrarse para descubrir lo más valioso de nuestro interior. Ese pequeño rincón donde pasado y presente convergen para hacernos saber quiénes somos en realidad.

Los 100 puntos que España (con sólo cinco provinientes del público) ha recibido no han sido suficientes para adelantar a Suecia (583). Loreen ha dado la séptima victoria a su país, convirtiéndolo en el que más triunfos acumula en Eurovisión junto a Irlanda. Venció en 1974 (ABBA), 1984 (Herreys), 1991 (Carola), 1999 (Charlotte Nilsson), 2012 (Loreen) y 2015 (Måns Zelmerlöw). Ahora, ocho años más tarde, lo ha vuelto a hacer con la intérprete que ya saboreó la gloria gracias a la icónica Euphoria. Desde que Tattoo fue seleccionada en el Melodifestivalen, de inmediato se ubicó como la predilecta de las casas de apuestas. No reculó en ningún momento: su primera posición llevaba meses anunciada, un favoritismo justificado por el redondísimo paquete que ha liderado.

La suya ha sido la candidatura que mejor ha equilibrado el directo con el espectáculo. Tal y como demostró en 2012, Loreen controla el espacio con una precisión milimétrica. Sabe lo quiere transmitir y, por supuesto, cómo hacerlo. De esta manera, su interpretación ha logrado oscilar entre la angustia y la libertad según lo requerían los compases. Un videoclip viviente en el que ella, sin alcanzar la perfección vocal, ha brillado con más intensidad que el resto. Tattoo es la justa ganadora… no por comparación, sino por méritos propios. A pesar del alto nivel que ha rodeado a esta edición, ninguna otra delegación ha sido capaz de alimentar la fascinación como Suecia. El delirio svensk sólo ha sufrido el rechazo de la audiencia en dos ocasiones: 1963 (Monica Zetterlund) y 1977 (Forbes) son los únicos tropiezos que la región ha vivido.

Finlandia pierde fuelle

Blanca Paloma y Loreen han sido las dos participantes que más carisma han desplegado durante la gala. Así lo han evidenciado en las múltiples conexiones que Hannah Waddingh, Julia Sanina, Alesha Dixon y Graham Norton han realizado con la Green Room. Épicas y magnéticas, han marcado la edición encima y debajo del escenario. Lo que, en cierto modo, ha restado relevancia a Käärijä: el representante de Finlandia iba a por todas con Cha cha cha, un almizcle pop, rock, rap y techno que ha sabido mantener el foco hasta el último segundo. A grandes rasgos, era el tema ideal para ganar. Sin embargo, no ha convencido al jurado con la misma firmeza que Suecia. Quizá, el tono burlesco que toma por instantes le haya restado impulso. En cualquier caso, merecidísima su segunda plaza.

El tacón discotequero de Gustaph (Bélgica, 7), el grito nostálgico de Mimicat (Portugal, 23), el trance sombrío de Monika Linkytė (Lituania, 11), el ritual mitológico de Pasha Parfeni (Moldavia, 18) y la unión familiar de Albina (Albania, 22) no han estado a la altura del podio. Ahora bien, han aportado la pluralidad de estilos, idiomas y visiones que caracterizan al certamen. De hecho, por lo general, suelen ser países que siempre hacen de su folclore una fortaleza. Mostrar las entrañas tiene su recompensa. El mejor ejemplo es Francia (16), que suele apostar por melodías que ponen en valor su médula: La Zarra, aunque nacida en Canadá, ha lucido la bandera gala cual torniquete. A veces, demasiado rígida. Y, otras, bastante apabullante. Pero, en cualquier caso, con ese rintintín parisino que (parece ser) tanto gusta. Todo elegancia.

La sombra de Chanel

Con este aplomo también se han personado Israel (3), Noruega (5) y Chequia (10). Tres conceptos tan distintos como bien armados. E, igualmente, inspirados por Chanel: su porte, reivindicación y destello han recordado al terremoto que provocó SloMo. Noa Kirel, por ejemplo, ha recurrido a un dance break menos espectacular, pero mejor exprimido. Por su parte, Alessandra Mele ha remezclado sensualidad y poder al gusto nórdico. Y Vesna ha canalizado un mensaje feminista en favor de las mujeres ucranianas. Si bien ninguna ha suscitado el fervor de España en 2022, han sabido llevar a su terreno una fórmula que no termina de desgastarse. En especial, por su capacidad para hacerla propia. Y, en consecuencia, sonar extraordinarias.

Esta ha sido la principal batalla del Big Five durante décadas. Salvo Italia, que ha vuelto a dar en el clavo de la mano de Marco Mengoni, el resto ha luchado por un sonido ajeno que poco tenía que ver con ellos. Alemania es, posiblemente, el que más ha padecido esta deriva. Este año tampoco han conseguido redirigirse: Lord Of The Lost ha colocado su metálica Blood & Glitter en el 26 puesto. El caso de Reino Unido (25) es similar: la medalla de plata que Sam Ryder conquistó la temporada pasada no les ha devuelto al ruedo. Esta vez con un pelotazo choni que tiene numerosas papeletas para sonar en las radios este verano: I Wrote A Song, si no fuera por la dudosa afinación de Mae Muller, hubiese pegado muchísimo más. Incluso podría haber optado al premio.

Grand Final of the 67th Eurovision Song Contest

El espectacular escenario de la gran final de Eurovisión. / ADAM VAUGHAN

El fenómeno croata

Curiosamente, de nuevo, un país balcánico ha vuelto a dar la sorpresa. La peculiar oda a la salud que protagonizó Konstrakta (Serbia) en Turín ya evidenció que el gran secreto está en la autenticidad. Su In corpore sano, rebautizado en la calle como Biti zdrava, dejó huella sin necesidad de saber qué quería decir ni por qué se estaba lavando las manos en directo. Sencillamente, enamoró por su naturalidad. Un rasgo que, este 2023, ha catapultado a Croacia: Damir Martinović y Zoran Prodanović son los líderes de Let 3, un grupo creado en 1987 y cuyo éxito se mantiene hasta la actualidad gracias a sus composiciones innovadoras, directos impactantes y escenas obscenas. Han acabado 13 gracias al apoyo masivo del televoto.

Este bloque geográfico, además, ha contado con Eslovenia (21) y Serbia (24). Dos propuestas en las antípodas que, desde el inicio, han llamado la atención de la masa. En primer lugar, Liubliana ha apostado por una banda indie con fuertes reminiscencias a Franz Ferdinand. Musicalmente hablando, claro. Porque la actitud va por otro derrotero. Los chicos de Joker Out parecen algo impostados, pero al menos han servido algo de purpurina. No como el elegido de Belgrado. Luke Black ha cumplido a rajatabla el título de su canción: Samo mi se spava (Sólo quiero dormir). Nada efectista y atractivo, apenas ha removido a un foso más pendiente de las luces que de su voz. Mucha parafernalia para tan poca chicha.

Ucrania canta a la libertad

Aunque el certamen se ha celebrado en Reino Unido, la presencia de Ucrania ha sido incuestionable. Un sentimiento de unión y gratitud ha revoloteado durante la velada, que ha ganado dinamismo gracias a las intervenciones de Jamala, Mahmood, Go_A, Cornelia Jakobs, Tina Karol, Sonia Evans… Volodímir Zelenski también mostró su interés, a lo que UER se ha negado en rotundidad al no estar permitidos los comentarios de índole política. No obstante, basta con escuchar el tema ucraniano para descubrir alguna referencia encriptada. A diferencia de Kalush Orchestra, Tvorchi (6) ha descartado cualquier sonido folclórico para adentrarse en el pop con tintes urbanos. Su Heart Of Steel es un canto a la libertad y la valentía. Lo dicho.

Por decimoctavo año, Ucrania ha dejado patente por qué es uno de los países con mejor palmarés del festival: en esta ocasión, ha planteado una puesta en escena capaz enfatizar su (depurado) discurso, haciendo de su particularidad histórica y cultural una lanza bien afilada. Había pureza en cada plano. Y eso, en un concurso que congrega a 200 millones de espectadores, es un tesoro. Entre tantos estímulos, conseguir que alguien se quede embobado frente a la pantalla no es fácil. Eso no quiere decir que, si lo logras, vayas a obtener un gran puesto. Si no que puedes permitirte competir con los más grandes. Eso es lo que le ha pasado, precisamente, a España: Blanca Paloma nos ha cogido de la mano para prometernos amor eterno. Ni más ni menos. Y Europa lo ha entendido. A medias.