Entre Letras

Extrañezas y maravillas

Francisco Javier Díez de Revenga

Salvador García Jiménez (Cehegín, 1944) acaba de publicar en Madrid (Alfabeto) un ensayo decididamente insólito, como tantos otros libros suyos: La odisea de las golondrinas. Y su fascinante viaje por el mundo del arte, la ciencia y la moda. En 2020 ya fue galardonado una parte de este volumen, Cuando vuelvan las golondrinas a San Juan Capistrano, en Buenos Aires, con el Premio Limaclara Internacional de Ensayo. Lo cierto es que las más de cuatrocientas páginas del libro contienen todo tipo de sorpresas y asombros que han de alucinar al lector.

Escribir un libro tan extenso, sobre las golondrinas, apoyado en una bibliografía internacional exhaustiva, y amparado por casi setecientas notas a pie de página, nos devuelve al escritor incansable que es Salvador García Jiménez, pero más aún al investigador de recónditos misterios de la naturaleza, del arte y de los comportamientos humanos, aunque ahora sean las golondrinas las que nos muestren su trayectoria, desde aquellas que, disecadas, adornaban los sombreros de las damas de los siglos XVIII y XIX, a estas de ahora, fruto del progreso, que portan en su minúscula mochila un detector que permite a los científicos averiguar que hacen las golondrinas en sus idas y venidas antes de volver a colgar sus nidos en los balcones. Y no es otra cosa que volar a través de los continentes y realizar trayectos de ida y vuelta de más de 15.000 kilómetros, desde Dinamarca hasta Botsuana.

Naturalmente, este extenso ensayo contiene una deliciosa parte de historia literaria, y Gustavo Adolfo Bécquer está muy presente en estas reflexiones de lector, pero no solo él. Hay otros muchos escritores deslumbrados por las golondrinas. Y de Bécquer hay algunos datos de interés que harán las delicias del lector. Comentaristas ha habido de todo tipo, incluso los que decían que Bécquer confundía a las golondrinas con los vencejos y o con los aviones. Falso. Gustavo Adolfo sabía perfectamente qué era una golondrina y sus ancestrales costumbres. Otro error: cometido por reputados catedráticos de Literatura Española: que Bécquer en su obra solo cita a las golondrinas en la célebre rima LIII: «Volverán las oscuras golondrinas»… y en ningún otro lugar de su obra completa. Falso: golondrinas en Bécquer hay también en las Cartas desde mi celda, en Recuerdos de un viaje artístico, en la leyenda Tres fechas y en un artículo periodístico sobre el carnaval. Más: en el texto de Tres fechas afirma Gustavo Adolfo que los vencejos cuelgan sus nidos en el ala de los tejados y las golondrinas en los doseles de granito. Luego Bécquer sabía perfectamente distinguir un vencejo de una golondrina y conocía bien sus costumbres.

Y más referencias literarias con golondrinas y con Gustavo Adolfo al fondo: Rubén Darío, César Vallejo, Juan Ramón Jiménez, hasta llegar a José Emilio Pacheco o Mario Benedetti. Unamuno, siempre tan becqueriano, lo imitaba en sus poemas amorosos y Ramón Gómez de la Serna se extasiaba ante la elegancia de esta ave vestida de etiqueta.

Pero Salvador García Jiménez, como se anuncia en el subtítulo de la obra, va mucho más allá y todo lo indaga y lo descubre: el corazón, el ojo, la cola, el huevo, la deyección y el genoma de la golondrina ocuparán páginas deliciosas y con más extrañezas y maravillas, hasta llegar a los pájaros de Hitchcock. No menos interesante es el excepcional capítulo en el que entrevista al máximo experto en golondrinas del mundo, el científico danés Anders Pape Møller, zoólogo, ecólogo y estudioso de los hábitos sexuales de las golondrinas, quien asegura, en sus respuestas bien lacónicas por cierto, que ha examinado en su medio siglo de carrera unas cincuenta mil golondrinas más o menos, a las que ha estudiado, analizado y examinado hasta en sus más íntimos secretos.

Capítulos especiales son algunos con verdaderos encuentros impactantes, sobre todo el dedicado a la deyección y al realismo mágico, donde fe, religión y eucaristía concitan experiencias que superan la realidad real: así cuando la deyección de una golondrina queda depositada casualmente en el vino del cáliz ya consagrado y convertido en la sangre de Cristo.

El capítulo de las golondrinas que vuelven a San Juan de Capistrano, en California, con Jorge Negrete, Glenn Miller y Xavier Cugat, nos conduce ya al final de la aventura, en la que ha comparecido también, no podía ser de otro modo, el carácter piadoso de Salvador García Jiménez, nacido y criado en un pueblo de la región próximo al campo, para advertir que las golondrinas están en peligro y luchan contra los faros que las aturden, esquivan como pueden las turbinas eólicas, y atraviesan desiertos y huracanes para volver a nuestros balcones sus nidos a colgar.

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