OPINIÓN

Nuccio Ordine: pasión por saber

El filósofo es un maestro que esconde en su corazón el alma de un estudiante obsesionado con el conocimiento y con poder contarlo

El filósofo y académico italiano Nuccio Ordine, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.

El filósofo y académico italiano Nuccio Ordine, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. / LAURA GUERRERO

Juan Cruz

Juan Cruz

La mayor parte de lo que dice, o escribe, Nuccio Ordine viene de haber sabido, pues se ha criado queriendo saber. De los clásicos, a los que ha dedicado la vida entera, y de los modernos, como Emilio Lledó o George Steiner, con los que ha convivido, como lector, como alumno y como amigo. Su escuela, además, es la vida, es decir, las aulas, los periódicos, pero sobre todo los alumnos. Los alumnos son para él como libros sucesivos. Sus dudas son las dudas que él tuvo, y sus certezas son siempre, además, sus incertidumbres. Ya ha tenido todos los premios, o casi todos, y este que recibe ahora en Asturias, es decir, en la parte más alta de la geografía española, de donde vienen personajes como Juan Cueto o Leopoldo Alas, viene a ser para él un respaldo clásico, pues tiene en su trayectoria, como galardón, los nombres que están, también, en la carpeta de aprendizajes de Nuccio Ordine.

Su papel en la vida ha sido, pues, aprender. Esa pasión por saber ha ocupado y ocupa la naturaleza de sus viajes. Viajes a las universidad, a las bibliotecas, a los otros que saben, y al mundo. Siempre que dice estar en un sitio, para aprender, sin duda, viene de otro lugar. Ayer podía estar en Chile y en seguida en París. Su figura, que es la de un atleta, siempre ha sido también la de un estudioso que viaja por trayectos que lo nutren, por geografías que requieren que su alma esté despierta para contar lo que ve y lo que oye y lo que escriben sus amigos o sus maestros, antiguos y modernos. Emilio Lledó, que es uno de los más veteranos de los filósofos europeos, interrumpió una tarde de la inmediata pospandemia, cuando aquella plaga estaba remitiendo, para pasarse horas hablando de su filosofía con este premiado que tomaba notas como cuando, hablando con George Steiner o con Umberto Eco, ejercía el mismo oficio de aprender.

Este cronista lo conoció cuando en España prosperaba como una semilla su libro más famoso, La utilidad de lo inútil. Él sacó del cajón de la sabiduría, que es como una planta perenne, lo más importante de lo aprendido y lo convirtió en una especie de poema de los saberes que, al hacerse parte de una obra moderna, publicada con entusiasmo y emocionante pulcritud por Acantilado (Sandra Ollo, su directora, tiene muchos motivos para la felicidad), se hizo un manifiesto contemporáneo.

A partir de La utilidad de lo inútil Nuccio Ordine fue visto, por alumnos y por profesores, como un maestro que llevaba en su sabiduría, también, la esencia de lo que buscaban quienes no recibían, ni de las universidades ni de las escuelas, el estímulo para referirse a los clásicos como ultramodernas bases de sus enseñanzas. Él rompió la dejadez y ahora aquello que parecía inútil es lo verdaderamente imprescindible para acercarse a la sabiduría. Lo clásico es lo moderno, y Nuccio Ordine, que lo ha dicho siempre a todos los vientos, es el adalid de esa novedad revolucionaria en la que ha tenido precedentes a los que siempre ha dedicado los triunfos sucesivos que ha merecido su pasión por saber.

En aquel encuentro con Lledó, en sus conversaciones con George Steiner, en su pasión inacabable por Umberto Eco, se encierra una figura, la del estudiante que nunca dejará de serlo, y, sobre todo, el maestro que esconde en su corazón más nítido, más generoso, el alma de un estudiante apasionado por saber. Por saber, y por contarlo.