Reportaje

El efecto Matilda: Tsuneko Sasamoto

Tsuneko Sasamoto.

Tsuneko Sasamoto. / L. O.

Hay personas cuyo camino se revela como una auténtica lección de vida para quienes las descubren, mucho más cuando su recorrido consigue engañar a la pura lógica del tiempo sobrepasando los límites de la normalidad, este es el caso de la fotógrafa japonesa Tsuneko Sasamoto, que con 107 años de edad parecía tener en su poder algún extraño elixir de la eterna juventud. En realidad éste no era otro que la pasión con la que cada día se enfrentaba a un nuevo amanecer y esas ganas de incansable conocimiento que siempre la mantuvieron viva a pesar del propio cansancio de los años, podríamos decir que su gran secreto fue la constancia y el tesón –como ella decía «nunca debes volverte perezosa; debes esforzarte y mantenerte alerta para poder avanzar»–, además de un vaso de vino tinto cada noche y un trozo de chocolate a diario.

Nació en 1914, poco después del inicio de la Primera Guerra Mundial, en un momento histórico de gran agitación no solo política sino también social. El país se encaminaba hacia una modernización y ya se escuchaban las primeras voces que hablaban sobre derechos. El nacimiento del sufragio femenino reclamaba la educación de las mujeres, necesaria para que su participación en la sociedad fuera como la del hombre, mientras que los líderes políticos creían que esa educación debía ser enfocada hacia una preparación como futuras esposas y madres con conocimientos necesarios para criar hijos igualmente capaces y preparados que sirvieran a la nación. En ese ambiente de cambio y en contra de su familia, abandonó la Escuela de Economía Doméstica de Tokio donde estudiaba porque su máximo deseo era ser pintora. Su padre, un vendedor de kimonos de mentalidad muy tradicional, le prohibió ser artista porque ese no era un trabajo apropiado para una mujer, pero esa oposición no fue suficiente y a escondidas comenzó a dar clases de pintura en un instituto para conseguir alcanzar su sueño, siempre apoyada y alentada desde la sombra por su madre.

Mujeres trabajando en el campo.

Mujeres trabajando en el campo. / Tsuneko Sasamoto

Fue en 1937 cuando, al ver una documental de Man Ray, padre del surrealismo y el dadaísmo, surgió el interés de Tsuneko Sasamoto por el mundo de la fotografía, y ese mismo año comenzó su carrera como ilustradora a tiempo parcial en el periódico local Tokio Nichinichi Shimbun, donde además sería recomendada por el jefe de sociedad convirtiéndose con 26 años en la primera mujer fotoperiodista de Japón. Debido a su condición de mujer no se le permitía ir al frente a documentar la Segunda Guerra Mundial, así que comenzó ilustrando temas de exaltación del sentimiento patriótico y retratos de los diplomáticos enviados al país. No solo tuvo que soportar todo tipo de comentarios discriminatorios de sus jefes, colegas y personas a las que fotografiaba, sino también trabajar con un uniforme que la obligaba a llevar falda y tacones, lo que en muchas ocasiones le dificultaba hacer su trabajo. 

Gracias a un familiar conoció a Kenichi Hayashi, director de la Biblioteca de Fotos de Japón, quien le preguntó si quería convertirse en la primera fotoperiodista profesional y ella le dijo que sí, haciendo posible que la joven pudiera conocer a la que sería su máxima influencia como artista, la fotógrafa americana Margaret Bourke-White, la primera mujer corresponsal de guerra y primera fotógrafa de la revista Life.

Gran parte de su trabajo lo realizó como fotógrafa independiente, ya que los medios y agencias de la época no querían contratar a mujeres, pero esto le permitió una libertad que seguramente no hubiera tenido en caso contrario, recogiendo un extenso repertorio del día a día y las costumbres de la sociedad japonesa de posguerra desde un enfoque que asombró por su habilidad para transmitir delicadeza en escenarios de gran crudeza. Captó los restos de una devastada Hiroshima tras el bombardeo atómico, cubrió numerosos eventos del general Douglas MacArthur durante la ocupación estadounidense de Japón, las protestas estudiantiles de finales de los sesenta o la realidad de ciertas minorías de la población. 

Hiroshima tras el bombardeo.

Hiroshima tras el bombardeo. / Tsuneko Sasamoto

Durante su vida fotografió algunos de los momentos históricos que marcaron el siglo XX, así como personajes muy conocidos entre los que se encontraban artistas, escritores o políticos, y otros muchos anónimos, como las esposas de los mineros del carbón en las huelgas. Algunos de esos retratos han conseguido convertirse en auténtica historia, como la fotografía tomada en 1955 al líder del Partido Comunista Inejiro Asanuma, asesinado al día siguiente. 

Fue uno de los fundadores en 1950 de la Sociedad de Fotoperiodistas Profesionales de Japón, de la que fue miembro honorífico hasta 2011 y que actualmente sigue otorgando un premio con su nombre.

Siempre se mantuvo muy activa, incluso cuando ya tenía avanzada edad continuó exponiendo y dando conferencias. Al cumplir los cien años organizó la muestra 100 mujeres en el Salón de Fotografía de Tokio, donde recogió un centenar de imágenes de mujeres y heroínas desconocidas de la eras Meiji (1868-1912) y Showa (1926-1989), dos momentos clave de la historia japonesa donde a pesar del inicio de una apertura hacia Occidente las mujeres estaban en una situación de total opresión. Todas ellas lucharon por sus derechos y por la igualdad desafiando los valores tradicionales, por eso merecían según Tsuneko ser rescatadas del olvido para recordar su lucha. «Hoy en día hay tanta libertad, pero las mujeres no se están aprovechando de ella», decía.

En 2015 comenzó un proyecto floral llamado Hana Akari, dedicado a sus amigos que habían fallecido, pero se rompió la mano izquierda y ambas piernas mientras tomaba las fotografías, aunque esto no le impidió seguir trabajando hasta el último momento, haciendo gala de ese tesón que siempre guió esa curiosidad que alimentaba sus ganas de seguir adelante.

Más de setenta años dedicados a la imagen, apasionada por su trabajo, por mostrar al mundo todo lo que sucedía a su alrededor, dejando un legado que va más allá de la historia de su país, es un verdadero ejemplo de vida e inspiración para otras muchas mujeres que como ella emprendieron un camino al que no estaban predestinadas.

Escuela de geishas.

Escuela de geishas. / Tsuneko Sasamoto