Entrevista | José Antonio Ortas Actor y director

José Antonio Ortas, teatralizar la historia

Ortas, en el Teatro Romano de Cartagena.

Ortas, en el Teatro Romano de Cartagena. / Javier Lorente

Su infancia son recuerdos de la calle Marango, cerca de la Plaza del Lago de Cartagena, y también del barrio de San Ginés y de la diputación de Pozo Estrecho. La familia de su madre es de pura cepa galilea, donde José Antonio Ortas Cayuela, actor, director y empresario teatral, pasaba muchas temporadas de su infancia. Su bisabuelo era talabartero y vivía junto al desaparecido lavadero público, en el mismo solar que hoy ocupa el Centro Cívico de la localidad. Él recuerda perfectamente sus venidas al pueblo con motivo de la tradicional matanza, en las fiestas de San Fulgencio y también el día de San José, el santo de gran parte de la familia. Su hermano Javier ha heredado el antiguo clarinete familiar y la condición de músico de su abuelo y su bisabuelo, que formaron parte de la Banda Santa Cecilia. Por su parte, como no podía ser menos, en Pepe floreció la otra afición de la localidad: el teatro.

No es una exageración la afirmación de que Pepe Ortas es el actor cartagenero más conocido internacionalmente, dado que sus interpretaciones de Isidoro Máiquez, Miguel de Cervantes, Aníbal, Escipión, Augusto, Julio César, o del biógrafo de Juan Sebastián el Cano o el chambilero Juanón, han sido vistas por miles de cruceristas que vienen de todo el orbe a ver el teatro romano o el resto de monumentos de la bella e histórica ciudad de nuestra Región. Con su voz privilegiada y su interpretación convincente, ha sabido ponerse en la piel de los más diversos personajes históricos a los que ha vuelto a dar vida para enseñar, deleitando, la historia de la ciudad: «Estoy muy orgulloso de estas actuaciones de teatro en la calle o en los museos, y nada me gusta más que mi hija Myriam haya seguido mis pasos y sea ahora mi compañera en muchas de las representaciones de la compañía Ditirambo».

La fotografía se la hago en el Teatro Romano de Cartagena, uno de sus espacios de actuación más frecuentes, y la conversación, en la que se nos va la mañana, la mantenemos en su cafetería. Me cuenta que sus padres se conocieron haciendo teatro en el Grupo de la Misericordia y, aprovechando que estos días se ha inaugurado la exposición de Juan Manuel Díaz Burgos dedicada a su padre, militar republicano represaliado por el franquismo, que su abuelo, José Cayuela, desapareció defendiendo a la República, en la batalla de Brunete, unas semanas antes de nacer su hijo. Me cuenta que él, como nieto, lleva años intentando investigar más de aquello, así como de la posibilidad de saber de sus restos. De su infancia me dice: «De alguna manera, yo llevaba el gusanillo del teatro dentro. En la EGB, mi profesora ya me animó a dedicarme en el futuro a ello y en mi juventud siempre lo compatibilicé con mis estudios o mis trabajos. Inicié estudios de ingeniería y terminé los de delineante, trabajé en un despacho de arquitectos, en Española del Zinc como técnico de calidad y, durante años, en el Patronato Municipal de Deportes, como profesor de natación y en Cruz Roja en los servicios de rescate, pero hace 25 años me decidí a dedicarme en cuerpo y alma a mi vocación teatral».

De joven, me cuenta, se escapaba para hacer cursos y profundizar en el aprendizaje teatral. Estuvo en Francia, en París y Montpellier, haciendo cursos de mimo y de Comedia del Arte, eran aquellos años en que su padre le decía que a ver cuando asentaba la cabeza y encontraba un oficio «de verdad». La decisión de su vida la tomó tras una depresión durante los duros meses del cierre de La Española: «Lo dejé todo por el teatro y eso me salvó».

Desde entonces dedica su vida a la escena. Fundó la compañía Ditirambo, ha montado importantes montajes como su reciente Otelo o su Don Juan Tenorio, también ha actuado en multitud de cortometrajes y en el cine, desde películas de Oscar Parra a La chispa de la vida de Álex de la Iglesia, de la que me cuenta interesantes anécdotas, desde el casting inicial al hecho de interpretar al jefe de los bomberos reales, entre los que estaba su propio hermano. Por su condición física, también ha hecho muchos papeles de acción y de especialista en otras muchas películas y grandes producciones. Pero, sin lugar a duda, el producto estrella de su compañía son las rutas históricas teatralizadas para Cartagena Puerto de Culturas y para otros municipios como Torre Pacheco, con los molinos de viento, Crevillente, Elche, Murcia u Orihuela, labor que también ha desempeñado en Italia, en las fiestas de la fundación romana. En las Fiestas de Carthagineses y Romanos ha participado en muchos de sus actos, en los desfiles y, en la próxima edición dirigirá el acto de la Fundación, para el que también está reescribiendo el texto. No le pilla de susto porque Pepe Ortas, además de actuar y dirigir, escribe la mayoría de sus espectáculos y los papeles de sus personajes.

«La pandemia ha sido dura, pero parece que ya estamos saliendo, para el próximo Día de los Museos me han reclamado para más de cuatro lugares, entre ellos el Museo de la Huerta de Murcia, donde solemos interpretar al aceiquiero y su hija Conchita». Conociendo sus actuaciones y su interacción con el público, hablamos de su maestría para romper la cuarta pared, incluso para improvisar en esa relación con los espectadores. Me confiesa su amor por los clásicos, sus lecturas históricas para asesorarse, su aprendizaje de grandes maestros con los que ha trabajado, como Marsillac, que le enseñó a llenar la escena y que el camino para mejorar es la humildad y el trabajo en equipo: «Muchos de los que trabajan, en el negro, como los técnicos, son tan importantes o más que los protagonistas del reparto. Sin ellos, el teatro es imposible».

Me cuenta, agradecido, su trayectoria de aprendizaje desde sus primeros grupos: Con Manolo Navarro en Teatro de Papel, con el Grupo Diábolo, con la compañía de teatro Candilejas del Barrio de San Antón… y me recuerda aquellos momentos en que actuaba en las celebraciones de comuniones y en los institutos, así como la época en que marchó a Madrid para contactar con el teatro más actual y alternativo.

La conversación sigue, mientras Ortas me habla con esa espléndida voz de locutor y esa mirada transparente y azul.