Entrevista

Rocío Bernal: "Aceptamos la ‘normalidad’ sin pensar, pero en realidad es tremendamente limitante"

Es, junto a Pepe Galera, la cofundadora de la compañía murciana Deconné, que esta tarde presenta en el Teatro Circo de la capital del Segura 'La perspectiva del suricato', una obra en la que reflexionan sobre varios conceptos: ‘normalidad’, ‘diferencia’, ‘comunidad’..., incluso ‘teatro inclusivo’.

Rocío Bernal, este miércoles en el  Teatro Circo de Murcia.

Rocío Bernal, este miércoles en el Teatro Circo de Murcia. / Javier Martínez

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Rocía Bernal lleva prácticamente toda su carrera –más de veinte años– trabajando con compañías de ‘teatro inclusivo’. Lleva tanto tiempo dándole vueltas a este concepto y reflexionando en torno a él que, de hecho, se ha cansado del término. ¿Cómo que ‘teatro inclusivo’? ¿A quién hay que ‘incluir’? ¿No será mejor partir de la ‘no exclusión’? Pero no solo por una cuestión de empatía, sino de amor por la vida y por el ser humano. Porque para la dramaturga murciana es en la diferencia donde encontramos la riqueza personal del hombre y, en consecuencia, la riqueza social. Y es que tanto ella como su socio Pepe Galera –codirectores y cofundadores ambos de la Cía. Deconné– creen en el grupo por encima del individuo. De todo ello hablan en La perspectiva del suricato, obra que presentan esta tarde en el Teatro Circo de Murcia, y, Rocío, en esta entrevista.

Hay varios conceptos clave en La perspectiva del suricato y quiero preguntarle por ellos. El primero, quizá el más importante, es el de ‘normalidad’. De hecho, la obra comienza cuando los ‘hombres de fuego’ apartan de la sociedad a las personas ‘no-normales’. ¿Quiénes son los primeros y quiénes son los segundos?

Acabas de entrar de golpe en la esencia del espectáculo [Ríe] Cómo contestarte sin revelar demasiado… En el plano dramatúrgico, en los roles establecidos en la historia, los ‘hombres de fuego’ son los perseguidores, los que ejecutan una nueva ley por la que personas ‘no-normales’ deben ser apartadas de la sociedad, a modo de limpieza social. Y los ‘no-normales’ son los perseguidos, los que no encajan en el sistema establecido de ‘normalidad’, en las exigencias sociales.

Un hecho basado en una historia que ocurrió de verdad.

 Sí, en el París del siglo XVIII. En concreto, nos referimos a ‘El Gran Encierro’ del que habla Michel Foucault. Por orden del rey, se comenzó a detener a «personas asociales» que eran encerradas en centros de internamiento a las afueras de la ciudad. Hablamos de personas «no aceptables», de «vagos y maleantes», sintechos, mujeres embarazadas o con hijos fuera del matrimonio y personas con discapacidad. Esta ‘limpieza’ llegó a tal extremo que uno de cada cien parisinos fue apartado de su vida y hogar.

¿Hablar de ‘normalidad’ puede ser hoy, en cierto modo, discriminatorio?

Absolutamente. Pero no solo en los términos que presuponemos. Creemos que el concepto ‘normalidad’ excluye también formas de pensamiento divergente, opiniones o perspectivas vitales que se salgan un poco de la norma establecida. Nosotros creemos que en realidad todos somos diferentes, con los mismos derechos pero maravillosamente distintos. La cuestión es que, en nuestro día a día, ocultamos esas diferencias para encajar en lo socialmente aceptado. De modo que la ‘normalidad’ se nos presenta como algo que aceptamos sin cuestionar, pero que en realidad resulta tremendamente limitante. Esto nos lleva a normalizar cosas que bajo nuestro punto de vista son muy cuestionables... Porque, como decía Foucault, cuando una norma o uso social no se puede justificar en términos de ‘bien’ o ‘mal’ se justifica por los de ‘normal’ o ‘no-normal’. Por eso nosotros, en esta obra, jugamos con una serie de estereotipos ‘normalizados’ que, sacados de contexto y desde ‘la perspectiva del suricato’, resultan tremendamente divertidos, ridículos e incluso grotescos.

Para ello, junta sobre el escenario a seis actores «con y sin diversidad», como remarca Antón Valén. ¿Por qué? Supongo que no es para ‘normalizar’...

¡No! ¡Para normalizar, no! [Risas]. Como hablábamos antes, creemos que en la diferencia está la riqueza personal del ser humano y, en consecuencia, la riqueza social. Y trabajar artísticamente con esa pluralidad resulta tremendamente enriquecedor, claro. Mostrar encima del escenario cuerpos distintos, diferentes formas de expresión y de percibir el mundo y diferentes ‘sentires’ hace que abramos nuestra mirada a otras realidades y que, de su mano, soñemos, nos emocionemos, riamos… En definitiva, que nos encontremos con la diferencia más allá de una etiqueta.

¿Cómo ha sido (y está siendo) trabajar con ellos?

No hay nada que mate más la creatividad que ir a lo obvio y evidente. La creación de La perspectiva de suricato se ha llevado a cabo viendo los condicionamientos de cada uno de nuestros seis actores como oportunidades para llegar al punto que queremos de forma distinta. Por ponerte un ejemplo, uno de nuestros actores es ciego y en una escena necesitaba una referencia sonora para ubicarse en el escenario, así que se nos ocurrió que una de las otras actrices emitiera un sonido. La cosa es que el sonido que emitió resultó tan característico que lo incorporamos como un rasgo característico de su personaje. Y esta es solo una pequeña anécdota, pero que se puede extrapolar a todos los aspectos de la creación (guion, dirección, dramaturgia, iluminación…). Esta ha sido nuestra base de trabajo con los seis actores, tengan o no discapacidad.

«Cambiar la perspectiva sobre nuestro yo más raro y oculto para descubrir el ser único que se esconde al otro lado de la normalidad», dicen en la obra. Lo que nos lleva a otro concepto clave: la ‘diferencia’, que abrazáis. ¿Qué es para ustedes la ‘diferencia’?

La diferencia hace referencia a la esencia del ser humano, cotidianamente oculta. En ella se esconde el ser maravilloso, imprevisible y divergente que es en realidad el ser humano. Hay una viñeta de Quino que me encanta: Mafalda le pregunta a su madre «Mamá, ¿qué es la normalidad?», y la madre le responde «Un escondite lleno de gente muy rara».

Al hilo de lo ‘diferente’, es necesario hablar de cómo estos personajes son capaces de aceptarse tal y como son, con sus particularidades, lo que quizá sea lo más difícil (por encima, igual, de la validación o ‘autorización’ externa)..., ¿no? Y que es algo que nos afecta a todos. 

Acabas de hacer diana en La perspectiva del suricato. En nuestro pensamiento utópico, la sociedad ideal sería aquella construida a partir de las diferencias de cada uno de nosotros;una en la que todos tuviéramos los mismos derechos, pero en la que no todos fuéramos considerados iguales, sino maravillosamente distintos. Una sociedad construida abrazando tanto las distintas perspectivas de la vida como las diferentes necesidades de cada individuo, con unos principios de orden social basados en el respeto y la tolerancia, alejándonos de prejuicios o etiquetas. Un sistema en el que no hiciera falta ‘incluir’ porque no se excluiría por defecto. De hecho, nuestro teatro está catalogado como ‘teatro inclusivo’, pero nosotros nos identificamos más con ‘teatro no excluyente’ (el matiz es importante).

A pesar de esas particularidades, y redundando (en positivo) en torno a los conceptos por los que le he preguntado hasta el momento, La perspectiva del suricato va de una comunidad. O, más bien, de «construir» una comunidad. ¿‘El grupo’ sigue teniendo valor en la era del individualismo? ¿Por qué defenderlo todavía?

En la pregunta esta la respuesta. Porque estamos en la era del individualismo y para nosotros esta desconexión del sentido de grupo más que una evolución es una desnaturalización. Desde el origen de los tiempos el ser humano se ha unido en grupos, en clanes para desarrollarse. Hablamos de supervivencia, pero también esta unión buscaba instintivamente un sentido de vida. Los ritos antiguos, que mantenemos transformados a día de hoy, eran y son en parte una forma de mostrarse como grupo ante la vida, la muerte, lo humano y lo divino. Creo que la grandeza y el potencial del ser humano radica en lo que es para él mismo unido a lo que genera para su entorno. Este sentido de bien común es el que ha impulsado la mayoría de descubrimientos tanto científicos como médicos, sin los cuales hoy no seríamos lo que somos. Si perdemos este sentido de comunidad, de concordia y nos recluimos en el individualismo, vivir se reduciría a sobrevivir dejando de lado la posibilidad de vivir con sentido.

Y todo esto... ¿por qué? ¿Todavía confían en el poder del arte como herramienta transformadora?

Porque el arte, en este caso el teatro, genera en el espectador empatía, sensibilidad, identificación... Hace que se cuestione, que recuerde, que libere sentimientos, despierta el pensamiento crítico y lo pone frente a la belleza del ser humano cuando trasciende. Todas estas emociones y procesos detonan y suceden en un espectador de teatro haciendo que despierte del letargo en el que a veces nos quedamos sumidos por las exigencias del día a día. Creemos que este individuo despierto a las emociones y al pensamiento es el que es indispensable para formar una sociedad más justa, tolerante y equitativa.

¿Qué les llevó a escribir, producir y montar una obra así? ¿Cuál es el germen de La perspectiva del suricato?

Pues si vamos al germen tengo que hablar de algo muy personal. Tanto Pepe Galera [codirector y co-fundador de Cía. Deconné] como yo hemos sentido desde que éramos niños –y por supuesto en la adolescencia– que no encajábamos del todo en nuestro entorno: colegio, amigos, etc. Nos sentíamos ‘bichos raros’. Y no podíamos ser nosotros plenamente. Sentíamos que teníamos que moldearnos para encajar y, aun así, no acababa de funcionar del todo... Pero bueno, con el tiempo y la práctica te vas generando un ‘yo social’, vas aprendiendo cómo ser y comportarte para no salirte demasiado de la norma. Pero esto se consigue hasta cierto punto, porque hay una parte de ti que quiere expresarse y necesita ‘ser’ en el mundo. 

Al final, ese otro ‘yo’, el real, acaba emergiendo...

 Sí. Cuando te conviertes en adulto vas generando y construyendo un entorno en el que ese ‘yo oculto’ o ‘raro’ puede aparecer sin ser juzgado. Y según lo vas conociendo descubres que lejos de ser algo de lo que avergonzarse es una parte de ti que tiene mucho que decir. Y a medida que vas compartiendo esa parte de ti te vas encontrando con más gente que han vivido y viven lo mismo que tú. Así que a la hora de afrontar nuestra primera creación como compañía necesitábamos hablar de valorar y liberar ese yo. Así que, como ves, no estamos poniendo voz a nadie, sino exponiendo un sentimiento y un sentido de vida que empieza por nosotros mismos.

Una última cosa: me ha quedado una entrevista como muy seria... Y La perspectiva del suricato, como no podía ser de otra manera, tiene su parte dramática, pero también hay comedia en esta obra. ¿Por qué?

Porque La perspectiva del suricato fluye entre la emoción y la risa como lo hace la vida misma. Si hablamos de liberar emociones, la risa es una herramienta poderosísima que nos permite afrontar aspectos de la vida que de otra manera se nos harían mucho más difícil de enfrentar. 

¿Con qué sensación les gustaría que el público saliera este jueves del Teatro Circo de Murcia?

Pues atendiendo a comentarios que se repiten de personas que han venido a ver La perspectiva del suricato, serían esencialmente dos. El primero, algo así como: «Al comenzar la representación estaba intentando adivinar quién tenía discapacidad y quién no. A los cinco minutos me daba igual». Y el segundo: «Yo también soy un suricato».

Fecha: Hoy, 20.00 horas.

Lugar: Teatro Circo, Murcia.

Precio: 10/12/15 euros.