Arte

Arco 2023, de Madrid al cielo del arte

La exposición cumple 42 años, una feria madura, internacional e imprescindible para coleccionistas, artistas y amantes del arte, un punto de encuentro al que le han crecido herederos en otras ferias

Carolina Parra y Nacho Ruiz,  galeristas de T20

Carolina Parra y Nacho Ruiz, galeristas de T20 / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Antaño fueron las ferias de ganado y productos agrícolas y artesanales. Hoy son tan variadas que sería imposible dar cuenta aquí de ellas: de moda, informática, tecnología e innovación, diseño, construcción, comunicaciones… todas congregan multitud de expertos, vendedores, empresas, clientes… todo se admira y, sobre todo, se vende. Eso pasa también en las ferias de arte, pero hemos de reconocer que tienen un plus que las eleva, pese a todo, al menos un palmo por encima de lo meramente comercial, quizás porque tienen bastante de un reflejo de lo mejor del alma humana: la creatividad, la imaginación, la belleza, la crítica social, la denuncia, el divertimento o la ironía… Aunque hay que reconocer que el arte, desde las cavernas, tampoco se ha librado nunca de la utilización propagandística del poder económico, político e ideológico. El arte hacía soñar a la tribu y, a la vez, la controlaba. Esto ha pasado siempre, con los templos griegos y romanos, con las catedrales, con las pinturas en los palacios de los reyes, con las obras de arte que ha comprado la burguesía, y con las que adquieren las grandes empresas, los grandes bancos o los nuevos coleccionistas y emprendedores.

Poseer una obra de arte, pese a las dificultades de todas las crisis, sigue siendo algo así como poder presumir de estatus y poderío, pero es mucho más. Puede que el mercado del arte se parezca, en algún sentido, al mercado urbanístico o de los automóviles: hay quien no puede permitirse una vivienda en propiedad, hay quien tiene una casa y hay quien tiene una mansión o varias. 

Madrid bien vale un viaje de vez en cuando para ver museos, exposiciones y estas ferias de arte

Para muchos, el arte es una necesidad y, para otros, un lujo, unos van a las exposiciones, los museos y las ferias para llenar sus ojos de belleza o atesorar un leve reflejo en sus móviles, mientras otros, en los tiempos que corren, aún pueden llevarse una obra que esté a su alcance a casa o a la oficina. Claro que hay especulación en el arte, pero en este apasionante mundo uno se da cuenta que hay arte para todos los gustos y precios para casi todos los bolsillos: desde obras, en ARCO, de varios millones de euros de artistas consagrados, hasta otras más asequibles de artistas emergentes, incluso piezas en la frontera de pocos miles de euros en algunas de las otras ferias. 

Madrid bien vale un viaje de vez en cuando, desde esta esquina del sureste patrio, para ver museos, exposiciones y estas ferias de arte del mes de febrero. Es verdad que en nuestra Región hay un buen grupo de estupendos creadores pero, pese al esfuerzo de unas pocas e infatigables galerías, la cosa no deja de ser un poco anodina y el mercado del arte hay que buscarlo fuera, y con mucho esfuerzo e imaginación.

El artista Javier Pividal   en el stand de ArtNueve.

El artista Javier Pividal en el stand de ArtNueve. / Javier Lorente

Viniendo de ferias de arte se aprende tanto como viajando. Pese a que las televisiones siempre buscan alguna obra escandalosa para crear polémica y ganar audiencia, lo cierto es que en una feria como ARCO hay miles de piezas de pintura, escultura, fotografía, videoarte o instalaciones, tantas que raro será que no encuentres, como un tesoro, varias que te sorprendan y muchas que te gusten. Ir a una feria es como ver lo que se lleva, y cuando uno vuelve a casa viene cambiado, sea cliente, espectador, artista o comisario. Por lo pronto me van a permitir que les libere de hacerles un listado de las obras que más me han gustado este año en las distintas ferias, pero haberlas haylas y muchas. Solo les voy a citar un maravilloso stand circular, de madera, en alto, como un Coliseo: ‘Un mar redondo’, comisariado por Marina Fokidis, es una especie de feria pequeñita, una isla dentro de ARCO, con decenas de artistas y colectivos en torno al Mediterráneo, incluido nuestro Mar Menor y su anoxia.

Recuerdo mis primeros años en ARCO, cuando todo me era nuevo y sorprendente, cuando no faltaban obras que buscaban la polémica, el escándalo o ‘épater le bourgeois’. Hay quien dice que hoy el arte es más conservador y que ello se constata también en otras ferias más accesibles, populares, juveniles o rompedoras, como ArtMadrid, JustMad, Hybrid Art Fair o Urvanity Fair. 

A veces uno no necesita descubrir un nuevo plato que le cause un cataclismo en el paladar, sino simplemente saborear algo rico y con fundamento, o al menos uno que se te clave dentro. Este año he vuelto a encontrar esas joyas en algunos rincones de ARCO, de ArtMadrid y de Urvanity. 

Estamos en el año de Picasso y la gente se agolpa en torno a la obra del artista yacente, una escultura hiperrealista, pero he de reconocer que a mí lo que me pone la piel de gallina son sus obras, también presentes en ARCO junto a otros artistas eternos como Chillida o Miró. 

Tal vez sería bueno que estas ferias duraran un mes, que a uno no le da la vida.

Artistas y galerías de la Región en las ferias de Madrid

Me gusta que entre 200 galerías de todo el mundo, siendo la mayoría extranjeras, T20 y ArtNueve sigan manteniendo la apuesto y promocionando a grandes artistas, algunos de ellos de nuestra Región, lo mismo que hace La Aurora en ArtMadrid. Los galeristas Nacho Ruiz y Carolina Parra me han contado la satisfacción por el trabajo bien hecho y por las ventas, el stand impresiona y es uno de los más potentes de la feria, destacando la pieza de Sonia Navarro Signo y Símbolo, así como otras de Paloma de la Cruz, María Carbonell, José Maldonado, FOD o Miguel Fructuoso. Por su parte, en el stand de ArtNueve, estuve hablando con su galerista María Ángeles Sánchez Rigal y algunos de sus artistas como Javier Pividal y Sergio Porlán, y ella me confesaba que en ARCO no es oro todo lo que reluce y que es muy coplicado mantenerse, año tras año.

En ArtMadrid, los acreditados nos saltamos la cola, pero aquello parecía el Prado, con la gente esperando para entrar. Como siempre la galería La Aurora, con su galerista Fermín Serrano Peña, uno de los fundadores de esta luminosa feria en el Palacio Cibeles. Me ha impresionado la obra de Elvira Carrasco, su Faces Project y la explicación de su proceso creativo, pintándose su propia cara y fotografiándose. Y, cómo no, mi admirado Nicolás de Maya, haciendo patria con la huerta murciana y unas maravillosas piezas que han hecho que el galerista haya tenido que poner el cartel de «No son tarros reales llenos de fruta, sino pinturas del artista».

Este año, en mi recorrido, he estado también en Urvanity Art, de la mano del galerista de My name’s Lolita, el cartagenero Ramón García, arte joven y muy potente, marcando el futuro.