El 27 de octubre de 1926 Gabriele Münter escribía en su diario totalmente decepcionada: «A los ojos de muchos, yo era solo un complemento necesario para Kandinsky. Se olvida con mucha facilidad que una mujer puede ser una artista creativa con un talento propio real y original. Una mujer sola [...] nunca puede ganar reconocimiento a través de sus propios esfuerzos. Otras ‘autoridades’ tienen que defenderla».

Durante toda su vida siempre arrastró ese sentimiento de falta de apoyo por su condición de mujer y el no ser reconocida como una auténtica artista, el hecho de ser la pareja del pintor abstracto tampoco la ayudó pasando a la historia no por su reconocido talento sino por ser la pareja de este. A pesar de que la crítica decía de ella que era un genio –su facilidad para el dibujo lineal era comparada con la de Matisse–, la fama del artista ruso terminó por eclipsar su arte. 

Mientras que tuvo que aprender a pintar, el dibujo era algo que le salía de manera natural y desde bien pequeña llevaba un cuaderno de bocetos del que nunca se separaba, era como su forma de hablarle a la vida. Nadie prestaba atención a ese compendio de garabatos hasta que en 1897, cumplidos los veinte años, su hermano Carl se quedó impresionado al descubrir la habilidad de Gabriele con el lápiz y le sugirió que podría dar clases de arte en Düsseldorf. Como la enseñanza oficial estaba negada a las mujeres tuvo que optar por clases privadas con el pintor Ernst Boch, pocos meses después cambió a otro profesor más joven, Willy Spatz, pero tampoco encontró lo que ella necesitaba. Decidida a abandonar la ciudad y volver con la familia, la muerte de su madre la embarcó con destino a Estados Unidos en compañía de su hermana mayor, Emmy.

Aunque sus padres eran alemanes, tuvieron que emigrar muy jóvenes al continente americano y fue allí donde se casaron, la familia materna nunca regresó, así que decidieron que era una buena ocasión para visitarlos. Acompañada de su cuaderno continuó dibujando personas y lugares con ese don que tenía para dotar de verdadero sentimiento a sus pequeñas creaciones hasta que pocos meses después de su llegada recibe un regalo que lo cambiaría todo: una cámara Bull’s Eye Kodak Box. Con este nuevo aliado entre sus manos tomó cientos de fotografías en Missouri, Arkansas y Texas entre 1898 y 1900, capturó el día a día de las gentes, visitó zonas apenas pobladas y registró cómo era la sociedad americana en aquel momento con el mismo enfoque sincero de sus dibujos.

Una de las fotos tomadas por Gabriele Münter en Estados Unidos. L. O.

Al volver de Estados Unidos no encontró mucho apoyo como artista, los pintores alemanes no creían que una mujer pudiera tener verdadero talento para el arte, le negaron el acceso a la Academia de Munich (solo permitida a los hombres), así que su única opción fue recurrir a una asociación femenina de pintura, aunque pronto se aburrió, aquellas enseñanzas eran para ella poco inspiradoras, sin tener en cuenta además que «no parecían tomarse en serio las ambiciones artísticas de una simple chica». En 1902 se matricula en la Escuela Phalanx recién fundada por el ruso Wassily Kandinsky y fue ahí donde encontró realmente su lugar, además de una persona que reconoció su talento animándola a seguir su formación.

«Di un gran salto, de copiar la naturaleza en un estilo más o menos impresionista para llegar a sentir el contenido de las cosas, abstraer, transmitir un extracto». 

Desde ese momento se convirtió en alumna, colaboradora y amante, ya que en 1903 su maestro se comprometió en matrimonio con Gabriele (aunque todavía estaba casado con su primera esposa). Juntos pintaron, viajaron a Túnez, Holanda, Italia y Francia, lugares que nutrieron su manera de enfrentarse al arte, sobre todo cuando por primera vez en París vio la obra de Matisse y otros fauvistas.

En uno de aquellas escapadas llegaron a Murnau, un lugar del que ambos artistas se enamoraron. Allí Münter compró una casa que sirvió como centro de la vanguardia alemana y punto de reunión de infinidad de artistas donde se gestó la llamada Nueva Asociación de Artistas de Múnich, que más adelante daría paso al conocido grupo El Jinete Azul. En esa búsqueda de la esencia del arte, Kandinsky comenzó su camino hacia la abstracción mientras que Gabriele había encontrado un estilo figurativo propio al que siempre fue fiel y que cohabitaba entre la realidad y la espiritualidad, construido desde una técnica a base de planos de color brillante delimitados por contornos oscuros que aprendió de su maestro y de las tradicionales pinturas en vidrio que lo campesinos bávaros de Murnau habían realizado durante siglos. «Yano me preocupaba por la forma medible y ‘correcta’ de las cosas. Y, sin embargo, nunca busqué ‘superar’, destruir o menospreciar la naturaleza».  

'Meditación' (1917) L. O.

Durante la Primera Guerra Mundial, Kandiksy tiene que huir de Alemania y Gabriele se marcha a Escandinavia con la esperanza de poder verle allí, pero tras su último encuentro en 1916, él rompió todo contacto y un año más tarde, por casualidad, ella escucha en la radio que ha vuelto a casarse con una joven rusa. La tristeza y la decepción se convierten en depresión y esto la llevó a dejar la pintura durante casi diez años. En 1930, tras una larga estancia en París retomaría su pasión por el arte.

Regresa a su casa de Murnau junto al historiador de arte Johannes Eichner, pero la llegada de los nazis en 1937 supuso la total prohibición de exponer por lo que decidió definitivamente retirarse de la vida pública.

Amantes o esposas, antes y ahora, las compañeras sentimentales de los artistas suelen quedar relegadas a un segundo plano permaneciendo en la memoria del tiempo simplemente su faceta sentimental. Kandinsky y Franz Marc, todos conocen su nombre como figuras del Jinete Azul, pero el de Gabriele Münter ha quedado varado en el olvido a pesar de ser uno de sus miembros fundadores y una de las artistas más auténticas de su época, quien además escondió en el sótano de su casa ochenta pinturas y trescientos dibujos de sus compañeros consiguiendo salvar el expresionismo alemán de la ira persecutoria y destructiva de los nazis.

'El desayuno de los pájaros' (1934). L. O.