Reseña literaria

‘Érase una vez Coronado’, un libro para redescubrir al artista

Por fin ve la luz la biografía del maestro aguileño, escrita a seis manos por Miguel Soler, Gabriel Muñiz y Antonio Martínez Cerezo y por cuyas páginas desfilan familiares y amigos del pintor

El artista aguileño Manuel Coronado. | ANA MARTÍN

El artista aguileño Manuel Coronado. | ANA MARTÍN / Pascual Vera

Pascual Vera

Pascual Vera

Novela biográfica, un relato narrado entre bocado y trago, la plasmación de una historia en un tiempo inexistente y felizmente traído a nosotros, o la historia a modo de relato o de cuento («Érase una vez…») en el que la fantasía y la realidad pugnan por enseñorearse del presente y del pasado en un tirabuzón inextricable.

Todo eso podría ser –lo es, de hecho– Érase una vez Coronado (2023), una publicación que ahora ve la luz, llena de enjundia, narrada, realizada y escrita a seis manos y una voz sobre la vida vivida, imaginada o deseada, pero recordada siempre con fervor y sin nostalgia por Manuel Coronado. El maestro vivió en una sola vida varias existencias, que este libro invoca con esa imaginación de la que siempre ha hecho gala Manuel Coronado.

Miguel Soler, Gabriel Muñiz y Antonio Martínez Cerezo dan voz con sus textos a esta peculiar biografía del maestro Coronado, que se desnuda al mismo tiempo que se viste de encajes en estas memorias tan atípicas como lo es todo en este artista.

El lugar en el que se desenvuelve el maestro, como nos recuerda Martínez Cerezo, es un ámbito sin tiempo ni espacio, donde los relojes –adquiridos por el maestro a lo largo de su vida machacona y porfiadoramente– muestran un tiempo que parece flotar a lo largo de todo el volumen, sin que el inexorable discurrir de Cronos o el espacio tengan forzosamente que hacer acto de presencia ni transitar por una biografía que se nos antoja tan libre como su arte y en la que los hechos recordados e imaginados se involucran en gozoso peregrinaje. Nos encontramos pues en unos hechos inmersos en un tiempo tan real como onírico, como lo están sus cuadros y las criaturas que los habitan. Todo ello sin dejar un solo lugar vacío en el texto, exactamente igual que sus viviendas y estudios, que siempre han estado pletóricos de cuadros, obras de arte y unos relojes que se olvidan de dar las horas.

Por el libro desfilan, sin solución de continuidad, familiares y amigos, pintores y actores, diplomáticos y reyes, en una extensa e impresionante nómina que deja al lector con ganas de adentrarse más en la biografía de nuestro artista murciano y balear, aguileño y mallorquín, que apuró y libó la vida de cada flor que se cruzó en su camino. Un artista que ha repartido amistad por donde ha discurrido y que ha sabido tejer siempre a su alrededor, desde que de niño se rodeaba de papeles y pinceles para plasmar ese mundo mágico y pleno de color que lleva casi setenta años aprehendiendo en cada cuadro.

Ese Manolo Coronado niño que creía que su padre no había muerto porque lo confundía con Burt Lancaster cuando veía una de sus películas, o el botones de aquel hotel en Mallorca que le permitió conocer a personalidades como Picasso, Joan Miró, Robert Graves, Soraya, el Sha de Persia, Rainiero, Grace Kelly, Montgomery Clift…

Ese artista que construye sus recuerdos rodeado de casas centenarias, árboles milenarios y montañas eternas, que se sincera: «Para ser pintor no basta con poseer conocimientos y técnica, habilidades que se aprenden en las academias. Ante todo se ha de ser persona y desnudarse de los complejos recibidos de nuestra farisea educación judeo-cristiana».

Para concluir con un deseo-realidad que podría figurar en el frontispicio de un edificio noble y que ha perseguido el maestro desde que abrió los ojos en Águilas: «Mi vida ha sido un sueño en el que siempre he intentado construir a mi alrededor un mundo mejor».

Ese artista que admiramos y queremos sus amigos y que me decía no hace mucho: «Soy el que lleva las riendas de mi vida y de mi obra, yo pinto lo que quiero en cada momento, no me preocupo de temáticas ni estilos».

Manuel Coronado. Arte y figura. Vida y pintura.